Ese mismo día en la noche ella estaba en su cama, cruzada de pies y brazos preguntándose si Erik estaría de mejor ánimo y si ella le habría sido de utilidad haciéndole sentir mejor o aconsejándolo, pero en realidad ella no se había sentido muy útil en ningún aspecto.
Gruñó y dio varios golpecitos a la cama con su puño, irritada consigo misma por no haber sido de más utilidad.
—Lo que está hecho, ya fue. Nada que hacer —murmuró bajando ella de la cama.
Era ya de noche y podía notar su leve toque en su cuerpo y alma, acrecentando sus sentidos. Ella agradecía aquello, lo que le permitía ver todo de una mejor manera, quizás no de la manera perfecta como cuando era luna llena, pero sí veía todo desde una perspectiva más clara: había hecho lo que había considerado necesario para verlo bien, y eso había hecho. Así que no debía ser tan injusta consigo mismo.
Asintió y luego fue a asomarse en la ventana y extendió la mirada al cielo nocturno con un gesto anhelante. Había algo en esa dirección, al noreste, que tiraba de ella, algo que la llamaba y a la vez casi la impulsaba. Las últimas noches había estado teniendo aquella extraña sensación y, sobre todo, después de haber escuchado acerca de los conflictos de Felianor y su historia por parte de su tío Rudolf.
Definitivamente estaban ocurriendo muchos misterios alrededor suyo, más de los que le habría gustado admitir que estaban sucediendo, uno de ellos aún la hacía pensar si quizás no era cierto eso de que estaba al menos un poquito poseída por alguna entidad extraña. Había leído historias de personas que morían y aparecían con vida cientos de años en el futuro con un nuevo cuerpo y una vida nueva en la que iban recordando cosas de su anterior vida.
Ella fue debajo de su cama y sacó la pintura que había hecho y se puso cómoda en la cama a observarla detenidamente. Aún le impresionaba el exquisito detalle de cada pincelada, ella había hecho anteriormente muchas cosas buenas, pero esta distaba mucho de estar a aquel viejo nivel, esto era sin lugar a dudas la mejor de sus obras.
Evey se encontró acariciando la mejilla del hombre esperando sentir el calor de este, pero por supuesto al tocar solo se encontró con la tela, aunque… no le importo, habría jurado que dicha pintura tenía cierta textura que la hacía diferente.
—Es bellísimo, Evey.
La voz de Rouse la hizo saltar del susto. No se había dado cuenta de que ella había llegado a la habitación y… «¡Ay, Dios! ¿Cuánto tiempo llevarás ahí viéndome». Estaba avergonzada de pensar que su prima la había estado observando acariciar el hermoso rostro de un hombre. Y que fuera una pintura no hacía que fuera menos embarazoso.
Rouse metió los labios dentro de su boca haciendo que desaparecieran en un gesto de nerviosismo que bien conocía Evey.
—Me diste un buen susto, Rouse. ¿Hace cuánto estás ahí? —le preguntó colocando la pintura sobre la cama, ya no había caso con esconderla.
Evey se levantó y trató de caminar un poco para pasar el susto.
—Disculpa, prima, no fue mi intención perturbar tu tranquilidad —inicio Rouse con un gesto avergonzado— Llevo… unos segundos. Hem… toque un poco, pero no me contestaste. Normalmente no estás dormida tan temprano, así me tomé el abuso de abrir la puerta un poquito para ver si estabas bien y al entrar te vi despierta y luego… luego vi la pintura y me quedé yo tan embelesada de ella como tú.
«Embelesada». Evey escondió su gesto nervioso de dedos detrás de su espalda.
Ella carraspeó un poco para imponerse a la situación.
—Está bien… —contestó ella—… No pasa nada, no me había dado cuenta que habías llamado a la puerta, disculpa. Pero, no le digas a nadie de la pintura, por favor —pidió.
—¿Por qué? —se asombró Rouse—, Evey, tu pintura es fantástica, estoy seguro que a todos les encantaría verla. Todos quedarían boquiabiertos al ver semejante obra de arte. Dudo que nunca alguien de aquí haya hecho algo tan… tan majestuoso —terminó diciendo.
—Yo… no me siento cómoda con esto, lo siento —terminó diciendo—. Por favor, prométeme que no vas a decir nada de esto. Prométemelo, Rouse —insitó Evey.
La chica hizo un gesto de no estar de acuerdo con aquello y de estar un poco enfurruñada, lo que quedaba en ella muy tierna, como un tierno peluchito el que uno querría apretar en abrazos.
—No puedo obligarte a hacer lo contrario. Pero quizás luego con el tiempo siga insistiendo —añadió ella con una sonrisa traviesa y al lanzarle Evey una mirada severa ella se excusó diciendo—: ¡es que de verdad es buena es la mejor pintura de un príncipe de un rey que he visto!
Evey ladeó la cabeza, confundida.
—¿Un príncipe?
—Sí un príncipe—repitió ella—, y debió haber sido de Felianor, por su manera de vestir.
Evey parpadeó. Mientras, Rouse la observó incrédula.
—No me digas que lo dibujaste sin darte cuenta de eso. Pero más que eso, ¿de dónde encontraste un modelo para hacerlo? ¿Compraste acaso alguna pintura de él para guiarte? ¡Ajá! Así que te gusta el príncipe, por eso estabas tan interesada por el reino de Felianor.
—Pero es que si ni siquiera yo lo conozco. ¡Yo ni sabía que este era un príncipe! —exclamó ella—. Yo… yo simplemente lo hice, no vi nada. Fue hace unos días, la noche de luna —mencionar la luna pareció ser esclarecedor porque Rouse soltó un gemido ahogado de impresión—. De verdad solo pinte y ¡pum! Esto estaba en mi lienzo.
Rouse sabía tan bien como Evey de sus habilidades nocturnas, así que para ella tuvo toda la lógica del mundo. Hasta cierto punto, claro, era difícil aceptar que se tuviera a una prima con aparentes habilidades mágicas raras que le daban la destreza de dibujar de manera magistral al príncipe, de un reino lejano, al que nunca había visto. Y aunque no era algo que cualquier persona aceptaría de buenas a primeras, Rouse aceptó.
—Te creo, Evey —añadió la tierna chica de ojos marrones y sonrisa encantadora.
«Bendita fuera», pensó Evey y le sostuvo las manos a su prima.
—Pero de cualquier forma, me gustaría aprender más de esto —el tono de la tierna chica pareció más analítico—, si eres capaz de dibujar a un hombre el cual no has visto nunca y sabrá Dios de qué época es, porque tengo entendido que el príncipe actual es rubio, deja la gran duda de tus verdaderas capacidades.
—Supongo que sí —confirmó ella. Luego, enarcó una ceja al ver la sonrisa traviesa que había en el rostro de su prima—. ¿A qué se debe esa cara?
—Oh, nada —contestó ella con su tono pícaro—, es solo que… se me hace ciertamente romántico que una mujer dibuje a la luz de la luna el rostro de un hermoso hombre que para ella es misterioso. Quizás sea cosa del destino.
Y aunque Evey puso los ojos en blanco y comenzó a escuchar la miel que soltaba las palabras de su prima, no pudo evitar reírse y concederle que todo aquello, era como mínimo, interesante.
Había pasado buena parte de la noche respondiendo preguntas para Rouse quien se había verdaderamente interesado en todo lo referente a la pintura y a las habilidades de Evey. Ella, en cambio, a pesar de sentirse al principio como un animalito de prueba con el trascurrir de las preguntas y de la emoción de Rouse ante aquel misterio, terminó por sentirse contagiada de verdad por el entusiasmo de su prima, entusiasmo que se extendió hasta bien entrada la noche. Luego de eso, Rouse se fue tambaleándose de sueño. Evey, en cambio, quedó despierta un rato más, antes de ceder por fin. Ella cayó en un sueño profundo. Estaba al aire libre primero, en un lugar lleno de árboles que se extendían más allá de donde daba la vista. Aquellos árboles eran algo que ella no había presenciado hasta ahora y ella los miraba con una sonrisa en el rostro. Ella iba con un hermoso vestido verdeazulado con adornos plateados con unas joyas en forma de hoja con ciertas gemas incrustadas decor
Cuando ella despertó al día siguiente se encargó de ponerse algo largo que cubriera los rasguños que tenía en los brazos, si alguien de la casa los veía comenzarían a hacer preguntas y no es que pudiera decir lo que había pasado sin que todos creyeran que estaba completamente loca. Todos asumirían que había sido ella misma quien se había lastimado para llamar la atención. Todos excepto Rouse. Evey fue con su prima y la encontró en su habitación; tenía un aspecto analítico mientras observaba un montón de papeles que estaban en un caos organizado, en el suelo. —¿Qué haces, Rouse? —se interesó Evey. —Anoté todo lo que sabemos acerca de lo que está sucediendo —contestó— y me he dado cuenta que cada luna haces cosas más excéntricas y maravillosas, como si la experiencia de la luna anterior te fortaleciera. Rouse se puso de pie y buscó en una de sus hojas unas anotaciones que ella había subrayado para mostrárselas a Evey luego comen
Habían pasado ya unas semanas desde que había partido de la mansión de sus tíos. Mientras más tiempo transcurría en su viaje más agradecida se sentía con su tío Rudolf quien le había enseñado a montar a caballo muy a pesar de las negativas que mostró su tía Marisa al respecto. Y con respecto a esta última, al no tenerla cerca, sentía que su cuerpo se sintiera más liviano; su tía siempre había sido como unos grilletes que la esclavizaban impidiendo que pudiera ser lo que era. Sin embargo, Evey estaba ya notando la distancia entre ella misma y Rouse, y no era fácil no pensar en ella. Por eso, Evey solía hacer una Rouse en miniatura hecha de sombras para sentirse acompañada por su prima a todas partes. El viaje estaba siendo distinto a lo que ella habría esperado, habría esperado más diversión en el proceso, pero lo cierto era que viajar era cansado; el trasero le dolía por estar tanto tiempo encima del caballo y se cansaba rápido si caminaba. El sol de justicia que solía apar
Al día siguiente la muchacha decidió que tendría que apretar un poco la marcha si quería llegar rápido. Mientras más tiempo estaba afuera sin llegar a su destino se sentía más impaciente. Tenía que llegar a Felianor y allá obtendría más información sobre lo que tenía que hacer. Ella decidió darse un baño en el río antes de marchar y así lo hizo. Entrar en el agua le hizo sentir bien, luego de varios días de marcha era bastante refrescante darse un buen baño. No solamente se sentía limpia físicamente, sino mental y espiritualmente. Bañarse la había lavado bastante bien y no solo se había llevado su suciedad y calor, sino que también le estaba regalando una visión más fresca de las cosas. «No debe quedarme tanto tiempo de camino. Según el mapa debería estar solo a un día o dos para llegar a la ciudad. Llegaré a la ciudad, encontraré al otro Hijo de la Noche y ayudaré a todos». Evey desbordaba optimismo, pero fue interrumpida cuando vio a un joven colarse en su cam
Ese día junto a su nuevo acompañante había avanzado bastante. Mientras hablaba con el chico se había enterado de un par de cosas interesantes sobre él. Por ejemplo, este quería formar parte del ejército del reino, cosa con la cual su madre no estaba para nada de acuerdo, pues parecía argumentar que para él no habría ningún tipo de recompensa en la vida militar. Y aunque Evey estaba parcialmente de acuerdo con la madre del niño, también consideraba que cada quien tenía sus propios sueños que los motivaban a hacer cuanto fuera para alcanzarlos. Como escapar de la casa de sus padres o escapar de la casa de tus tíos hacia la ciudad para salvar al reino entero. —Tienes bastante entusiasmo y creo que eso está bien, pero ¿pensaste en cómo iba a ayudarte en convertirte en parte del ejército si te escapabas de la ciudad? —Hem, yo… la verdad es que no pensé mucho en eso. Estaba enojado con mi madre y cuando ya me di cuenta estaba afuera de la ciudad —él se encogió de hom
Evey tomó el poder de la noche e invocó un lobo hecho de sombras que se abalanzó sobre los monstruos dando dentelladas furiosas a diestra y siniestra dándoles un espacio a los padres de Finn para que pudieran alejarse y ponerse en un lugar seguro. Evey le había dado la forma a aquel lobo y lo había imbuido de protección y furia con la orden de atacar y proteger a los padres de Finn. Al estar en la noche Evey era capaz de crear invocaciones más impresionantes con órdenes más complejas. Inclusive, ella había estado seguro de haber podido ser capaz de crear un lobo más grande y encrespado que aquel al que había hecho, pero sus habilidades no estaban en su tope máximo. Aunque sentía que la luna estaba allí en el cielo, un cielo cubierto de nubes le impedía absorber su luz. «Sencillamente, tengo que conformarme con las herramientas que tengo. Al menos tengo la capacidad de poder combatir a estas criaturas a la distancia. La verdad es que no es para menos que todos estén tan preo
Felianor había sido mucho más grande de lo que había esperado, la ciudad era una obra de arte en sí, todos los edificios estaban distribuidos de una manera magistral y había una armonía y una simetría entre estos que resultaba obvio que todo a donde viera había estado pensado desde un inicio. A donde quiera que viera encontraba algo que llama su atención, edificios de formas que resultaban imposibles de concebir, hermosas plazas donde la gente paseaba, posadas con carteles llamativos y tan distintos entre sí que resultaba en sí una especie de atractivo turístico, ella fácil podría considerar salir un día solamente para explorar la ciudad y descubrir la gran diversidad de carteles que tenían las posadas de la ciudad. Aquella era una urbe impresionante que hacía ver a la ciudad natal de Evey como un pequeño pueblito granjero. Empero, lo más impresionante de toda la ciudad, era el Palacio Real, el cual uno podía ver por sus grandes torreones que se alzaban orgulloso
—¿Qué yo qué? —exclamó con una expresión de incredulidad que resultó divertidísima para Eirfeen. La risa de Eirfeen salió irremediablemente y en ese momento ella se debatió en pensar si estaba hablando en serio aquel hombre o solo estaba bromeando. Por fortuna, este después de calmar su risa se propuso a explicarle bien en qué consistía su extraña petición. —Mi padre últimamente está empecinado en que debo casarme, tanto que estoy muy seguro que él mismo me hará casar en menos de un chasquido con la primera mujer que él considere correcta. Por eso me temo que le mentí —una pequeña sonrisa avergonzada decoró su hermoso rostro— y le hice creer que estaba compartiendo correspondencia con una mujer de un reino vecino y que estábamos enamorados. Y luego apareciste tú. —Y luego aparecí yo —repitió ella entendiendo mejor la situación. —Sí, y entonces por eso es que te necesito. Si tú finges ser la prometida de la que le hablé eso lo hará