Las estancias de Evey eran como habría esperado que fueran, una habitación lo suficientemente grande como para albergar a varias personas allí si hubiera sido el caso. Ella se imaginó fácilmente conviviendo allí con Rouse con dos camas como la que estaban en la casa de sus tíos, un armario para cada uno de ellas y aún les quedaría el suficiente espacio para colocar unos lindos muebles. Sin embargo, no es se sentía incomoda ya por la decoración, que era excelente, ni por los lujos. Ya era difícil sorprenderse ante la increíble diferencia que había en ese lugar y su antigua vida, al menos en lo físico; aunque, lo más probable es que con el paso de los días ella seguiría llevándose una exclamación de asombro por una cosa o la otra. En ese momento estaba sumergida en la tina que había en su habitación, disfrutando de bañarse con agua y jabones que perfumaban su piel dejando impregnado en ella un delicioso olor a frutas y flores. Mientras lo hacía, ella se preguntó qu
Luego de un rato de caminar de un lado a otro entre esos pasillos, ella terminó llegando al salón principal, en donde se encontró a Eirfeen mientras ella bajaba las escaleras. —Veo que te estás adaptando rápido. Con los días te parecerá todo el lugar tan conocido que no tendrás ni que pensar mucho que camino debes tomar para llegar a donde te propongas. —Que el Todopoderoso te oiga, la verdad es que este sitio es tan grande que me pierdo con mucha facilidad —respondió ella colocándose las manos en las caderas y observando el gran salón nuevamente— ¿de verdad este lugar lo hicieron de manera convencional? —Lo cierto es que no —confirmó él—, este palacio, como la parte más antigua de la ciudad fue hecho gracias al poder de primeros Hijos de la Noche, a los que eran se les llamó los Hijos de los Sueños. Ese era un término nuevo que no había escuchado con anterioridad, así que se mostró interesada en preguntar acerca de estos mismos
Ya llevaba unos días en Felianor y se estaba acostumbrando poco a poco a la vida en aquel lugar. Las personas del Palacio Real la trataban con muchísimo cariño y eso la avergonzaba sobremanera, pues los rumores de su compromiso con Eirteen se habían propagado como un virulento y extremadamente contagioso resfriado. Aunque todo fuera falso, no podía sentir muchísima vergüenza y, a la vez, no podía evitar sentirse un poco mal por estar mintiéndoles a las personas que tan bien la habían tratado todos estos días desde que había llegado. Pero había hecho un trato con el príncipe y un trato era un trato, aunque tampoco es que él estuviera haciendo un trabajo demasiado apresurado cumpliendo la parte que a él le tocaba. Pero, por los momentos las cosas estaban calmadas entre lo que cabía y todo apuntaba en que tendrían tiempo para conseguir la información y que ella encontrara una manera de salvarlos a todos. Sin embargo, una de las cosas que la tenía pensando a día de h
Ellos habían salido a pasear por el palacio y sus alrededores, por petición de ellas comenzaron recorrer más los jardines y estar cerca del árbol en el que se habían sentado a hablar el primer día que había estado allí porque al estar allí le recordaba un poco al sentimiento de cuando iba a la colina a mecerse en el columpio del árbol bajo las estrellas. No había pasado tantísimo tiempo desde que había dejado aquel lugar, no en comparación con lo que otras personas tardaban en sus viajes de negocios, pero para ella era diferente, nunca había estado lejos de casa y por muy extraño que pareciera, había muchas cosas que extrañaba de su hogar, en aquel lugar estaba su prima Rouse, sus ocasiones encuentros con Erik a quien solía aconsejar y estaba el sosiego que encontraba en aquella colina solitaria a la que solía asistir tan a menudo. Estar en aquellos jardines de cierta manera la hacía sentirse como en casa y aunque sabía que era algo más mental y simbólico que otr
—¿Qué otras cosas puedes hacer? —dijo el príncipe con los ojos brillantes de emoción. Y ante aquella pregunta Evey se dispuso a mostrarle que sus capacidades eran un abanico bastante amplio. Lo que podía y lo que no estaba únicamente limitado a su imaginación y su habilidad para encontrar la manera que haría actuar a sus sueños en correspondencia a los sentimientos con los que inicialmente fueron imbuidos. Por ejemplo, si imbuía a uno de sus sueños con un terror absoluto y le daba la forma de un lobo y la orden de atacar, los sentimientos y la orden serían totalmente incoherentes y harían que la invocación actuara de una manera no deseada, dando ser a un lobo que se mostraría temeroso. El otro caso que podría darse era que los sentimientos y la orden tuvieran coherencia, por ejemplo, que ella hubiera imbuido furia y que la orden hubiera sido mata, pero la forma que le había dado a su sueño había sido la de un pollito, obtendrías a un pollito furioso que haría todos los medi
El tiempo transcurría y mientras más tiempo pasaba, más preguntas surgían de ella. Sin embargo, no podía decir que estaba perdiendo el tiempo y manteniéndose ociosa, estaba aprovechando el tiempo lo mejor que podía, ella estaba tratando de mejorar con el uso de su virtuosismo siempre que era de noche, tratando de crear todo tipo de seres y darle diferentes tipos de sentimientos y órdenes. También intentó crear una espada como la que había visto en aquel hombre, pero todo había terminado en fracaso. Simplemente no sabía cómo enfocar sus sentimientos y la orden que debía darle. Ella deseo tener a aquel hombre frente a ella nuevamente y poder conversar con él. Quizás podrían llegar a un acuerdo que fuera provechoso para ambos, en donde podían intercambiar saberes y conocimientos al respecto de su virtuosismo. Quizás él podría conseguir la manera de explicarle a cómo concebir sueños que no fueran seres vivos y, en cambio, ella podría enseñarle a él cómo crear seres v
Ella fue directamente hacia su habitación, aun cuando Eirfeen le había pedido que lo esperara en las cocinas, pero es que estaba alterada, demasiado alterada para pensar en lo que había dicho el príncipe, lo único que quería era escapar a un lugar donde estuviera sola para poder pasar la impresión que había tomado. Tenía la respiración agitada y trató de calmarse sosteniéndose el pecho, pero sentir que este subiera y bajara con premura la hacía ser más consciente su estado. Ella se mordió un poco el labio y trató de exhalar el aire y se paseó por la estancia tratando de buscar orden a sus pensamientos. Orden para dejar de sentir que las piernas le estaban temblando como gelatina. Pero, no había orden, solo caos. «¡Él es el hombre misterioso, no puedo creerlo!». No sabía por qué, ni cómo, pero simplemente había sido de aquella forma. En un momento de virtuosismo había pintado a una persona que no había llegado a conocer aún ni siquiera de vista. Como si
Evey sentía la fría brisa nocturna en su cuerpo, sus pequeños mechones de cabello bailaban con su soplo mientras su corazón tamborileaba emocionado. No había sido fácil convencer al príncipe de permitirle llevar a cabo sus prácticas, Evey tuvo que soportar al principio muchas pegas al respecto acerca de lo peligroso que podía resultar, pero al final ella había logrado convencerlo de que la dejara ir. Porque ella había viajado hasta allí para ello. Sin embargo, la condición que había puesto el príncipe para dejarla partir esa noche, era que debía de estar acompañada por una escolta y no era cualquier escolta, no. A la cabeza de aquella escolta —y nunca mejor dicho— iba un hombre que a Evey no le hacía sentir cómoda. Aquel hombre la hacía sentir que estaba con un animal salvaje que había hecho creer a todos a su alrededor que había sido domesticado, pero a que a la primera oportunidad que tuviera este, se te lanzaría al cuello. Marlon, Cabeza de Espejo. El hombre