6

           Evey estaba en su habitación pensando en la conversión de esta tarde con su tío. Pensar que había un peligro tan cercano era algo que la perturbaba. Por ello, hizo lo mejor que podía hacer cuando necesitaba estar más relajada: ir al columpio de la colina.

           No tenía más tareas ese día por lo que no tuvo que esforzarse tanto en ocultarse al momento de salir de la casa. Al subir la colina, sin embargo, encontró a alguien allí que no habría esperado. 

           Erik se veía tan guapo como de costumbre. Ella siempre se preguntaba cómo hacía tener tan bien peinado el cabello, puesto que nunca lo había visto despeinado y lo cierto es que él parecía cuidarse bastante bien de ir siempre presentable a todos lados, inclusive cuando solía dar sus caminatas por la ciudad. Ella intentó desviar su mirada, pues sabía que solía estar mucho tiempo mirándolo.

           —No sabría que estarías aquí, Erik —agregó ella.

           —Hum, se podría decir que estoy aquí por ti —agregó él y Evey sintió que su corazón empezaba a acelerarse a causa de esas palabras—. Tú siempre dices que cuando vienes aquí no importa si hubieras estado demasiado triste al llegar, porque al llegar aquí te relajabas y te ibas sintiéndote diferente. Así que he venido buscando un poco de eso.

            Ella se llevó la mano derecha a la espalda y comenzó a mover sus dedos en un gesto nervioso que consistía en tocar con su pulgar los demás. La emoción que había surgido repentinamente al pensar que él había estado ahí para verla se desvaneció tan rápido como llegó, sustituida por la preocupación que sentía ahora por el chico que le gustaba.

           —¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —dijo ella, anhelante.

           —Sí —respondió él con una sonrisa—, haciéndome compañía, ¿crees que puedes?

           —No suena como una tarea tan difícil.

           —Te sorprenderías —agregó él—. Pero me encargaré de ser una compañía no tan terrible para ti hoy.

           Ellos fueron a sentarse debajo del árbol que coronaba allí la cima de la colina junto al columpio y Evey fue feliz de estar allí charlando tan tranquilamente junto a él. Las conversaciones surgieron sin mucho problema- Aunque al principio cuando ella no lo conocía había sido en la mayoría del tiempo tímida ahora era más suelta y sin tartamudear cada cinco segundos. Y sí, incluso ahora solía tartamudear por la vergüenza de alguna cosa que él le dijera, pero eran muy contadas.

          Evey disfrutó de la compañía del joven y la agradeció muy dentro de sí misma, él era de los pocos que le hablaban y la trataban como a una persona normal sin hacer caso de los rumores que la colocaban como un bicho raro. Muchas, muchas personas la habían visto como un fenómeno por sus excentricidades de la noche. Y gran parte del problema era culpa de su tía. Marisa se había encargado de murmurar con cada visita acerca de las actitudes extrañas de su sobrina con la noche en donde esta decía cosas extrañas y en donde mostraba mejorías en distintas capacidades, ya fuera en fuerza o en destreza. Para muchos Evey era una bruja que ganaba fuerza en la noche, y era lindo estar con alguien que no pensara así de ella.

           Ambos estaban tirados en el suelo y ella notó que Erik tenía la mirada ante la visión del cielo que se filtraba entre las ramas del árbol. Él había recuperado la expresión melancólica que había visto en él al llegar. Después de hablar tanto y de inclusive reír parecía que a él seguía pesándole lo que estuviera llevando consigo.

Pero antes que ella pudiera gesticular palabra para sonsacarle alguna información y poder ayudarle él dijo:

           —¿Tienes sueños, Evey? —preguntó quedamente.

          Ella se sorprendió por lo repentino de la pregunta, pero ella pensó un poco en lo que ella quería y se vio queriendo muchísimas cosas, pero una de las cosas que más deseaba tener algún día era la aceptación de las personas. Necesitaba el calor y el amor de las personas y no el rechazo que siempre había recibido en todos estos tiempos. Pero, más allá de eso, quería demostrar a todos que más allá de ser una segundona que su característica más importante era ser un bicho raro e incomprendido, ella podía lograr cosas increíbles.

           —Yo los tengo —respondió ella—, solo que no sé cómo alcanzarlos.

          Y era cierto, no lo sabía. Evey hubiera dado lo que fuera por obtener las dos cosas, pero… ella suponía que la gracia de un sueño era que tenía que ser dificilísimo, al punto de ser casi imposible. Pero el casi era una esperanza, el casi era lo que la incentivaba a no perder nunca las esperanzas.

          —¿Y si tuvieras la oportunidad de obtenerlos pero al hacerlo también perderías otra cosa en el proceso? —ella escuchó sus palabras y no pude evitar pensar en todas las implicaciones que tendrían aquellas preguntas para él.

           Sin embargo, ¿perder a algo para lograr lo que tanto quería? La pregunta respuesta era clara para ella.

           —Yo daría cualquier cosa para obtener lo que deseo, no importa… no importa lo que tuviera que dar a cambio para obtenerlo, yo lo haría. Yo… no sé qué sea eso que te suceda pero supongo que tienes tus sueños a la vista y un pago que hacer y solo tú sabrás que hacer y cómo hacerlo, pero si puedes llevarlo a cabo, hazlo —animó ella, sosteniéndole el brazo al estar ahora sentados contra el tronco del árbol—. Debes aferrarte a ellos con uñas y dientes y no dejarlo escaparse de ti por ningún motivo.

           —¿Incluso si alguien a quien quiero esté triste al obtener dicho sueño?

           —Si esa persona te quiere a ti, estará feliz de que cumplirás tu sueño. Estoy seguro que esa persona sabrá entenderlo todo y te apoyara en todo —aseguró ella con una sonrisa en la boca.

           Él la miró a los ojos y aunque no parecía demasiado convencido él terminó asintiendo tenuemente.

           —Espero que tengas razón, Evey. Creo que tomaré en cuenta tus palabras al momento de tomar mi decisión, pero toca pensar mucho al respecto. Ya sabes, pensar en todas las opciones posibles nunca está mal.

           Al ver que él hacía gesto de pararse ella hizo otro tanto y al estar ambos de pie él le sujetó las manos, el tacto de ellas era la hizo sentir acalorada y nuevamente su corazón comenzó a galopar.

           —Eres una mujer increíble, ¿sabes? —añadió él.

           Ella soltó una risita nerviosa.

           —Ojalá y todos pensaran como tú.

           —Digan lo que digan todos, nunca dejes que nadie te haga creer lo contrario. Eres quien eres, Evey. Y eso que eres es algo maravilloso. Todos un día se darán cuenta de ello, inclusive tú misma.

           Y luego de aquellas palabras él le dio un beso en la frente en el que ella supo que si antes no había estado totalmente roja, pues ahora sí que lo estaba. Luego de aquel gesto él se excusó y se fue y ella sintiéndose abrumada por el calor y por todo aquel momento decidió dejarse caer otra vez al suelo levantando una pequeña nube de tierra.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo