9

           Cuando ella despertó al día siguiente se encargó de ponerse algo largo que cubriera los rasguños que tenía en los brazos, si alguien de la casa los veía comenzarían a hacer preguntas y no es que pudiera decir lo que había pasado sin que todos creyeran que estaba completamente loca. Todos asumirían que había sido ella misma quien se había lastimado para llamar la atención.

           Todos excepto Rouse.

           Evey fue con su prima y la encontró en su habitación; tenía un aspecto analítico mientras observaba un montón de papeles que estaban en un caos organizado, en el suelo.

           —¿Qué haces, Rouse? —se interesó Evey.

           —Anoté todo lo que sabemos acerca de lo que está sucediendo —contestó— y me he dado cuenta que cada luna haces cosas más excéntricas y maravillosas, como si la experiencia de la luna anterior te fortaleciera.

           Rouse se puso de pie y buscó en una de sus hojas unas anotaciones que ella había subrayado para mostrárselas a Evey luego comenzó a decir.

           —“Y ellos eran dueños de sus secretos y bailaban bajo la luz de la luna y las estrellas. Dotados de su virtud daban vida a los sueños, sueños hermosos llenos de esperanza. Loados sean” —leyó Rouse.

           Pero no fue todo, porque luego tomó otra hoja y continuó:

           —“Con reverencia los recordamos y lloramos aún haberlos perdido. Oh, Dios de la Noche, ten misericordia de nosotros, sin ellos nuestra causa es inútil, yaceremos bajo la más profunda oscuridad. Los Hijos de la Noche han de volver.”

           Al oír a su prima decir esa frase Evey sintió que su corazón amenazaba con salirse de su pecho. Aquellas habían sido las mismas palabras que se le habían transmitido en su sueño. Y, en ese momento, Evey supo que no había sido una mera casualidad, había algo… algo que quería con todas sus fuerzas la ayuda de ella.

           Y no solo ella se había dado cuenta, sino su prima también. Evey estaba agradecida de contar con su apoyo y no con su repulsión. Ella había tenido siempre el miedo de que inclusive Rouse terminara pensando que todo lo que le ocurría a Evey eran síntomas de locura o alguna manera extraña de llamar la atención. Por ello, ella decidió que era seguro contarle todo lo que había ocurrido en su sueño de anoche y así lo hizo, le contó todo al punto e inclusive le mostró los rasguños que tenía en los brazos y que debía prometer no decir nada.

           En todo momento Evey notó compresión en la expresión de su prima y a la vez un poco de preocupación. Sin embargo, había algo nuevo en la mirada de ella que Evey supo identificar como una expresión de orgullo y complicidad. Los ojos de Rouse al haberle leído aquellas palabras habían sido bien significativos y luego de haber escuchado del sueño de Evey parecían más brillantes y seguros incluso.  

           —Crees que soy un Hijo de la Noche —intuyó Evey.

           —No lo creo, estoy segura —se encargó de dejar claro Rouse—. Evey, esto no es simple casualidad. Sea lo que esté pasando en Felianor, todo parece indicar que tú puedes ayudar a evitar que todo aquello terrible suceda.

           —Pero… yo no puedo ayudar a nadie —su mirada se bajó—. No soy buena ayudando a nadie. Ni siquiera soy buena ayudándome a mí misma.

           Ella se sentía tan insegura, tantas cosas sucediendo de manera repentina le parecían abrumadoras. No sabía qué debía hacer, ¿cómo alguien cómo ella sería de utilidad para salvar todo un reino? Evey se consideraba una chica a la que todos querían tener lejos. Y en ese momento de autocompasión sintió las manos de Rouse sacudiéndola firmemente desde los hombros.

           —Eso es lo más falso que has dicho en tu vida, Evey —su expresión era completamente seria, distinta a su habitual ternura—. Puedes ayudar a quien sea, Evey. Solo tú a lo largo de los años me has tratado como a una persona y no como a la heredera de una casa importante. Todos piensan que es fácil y cómoda mi posición, pero no lo es. Tú misma sabes lo difícil que puede llegar a ser mi madre.

           Rouse sostuvo las manos de Evey.

           —Todos esperan de mí una perfección que no poseo.

           —Pero es que sí que eres perfecta —contradijo Evey—, yo daría muchísimo por estar en tu posición. Todos te aman, todos piensan lo mejor de ti. Nadie te rechaza.

           —Y en eso te equivocas —contestó Rouse amargamente—, todos me rechazan, rechazan lo que soy verdaderamente. Cuando hablan de mí lo hacen refiriéndose a una mujer que desconozco. Y aunque me duele, sé que un día eso cambiara. Les mostraré a todos llegado el momento que soy más de lo que se limitan a ver.

           Evey la miró, sorprendida. Nunca habría esperado que precisamente su prima, se sintiera de esa forma.

           —Yo no sabía que te sentías así, Rouse.

           —Y yo nunca te lo dije, así que no te culpes. Al contrario, calma tu corazón y hazle saber que estoy eternamente agradecida de que me hayas visto todos estos años más allá de mi título. Aunque pudiste haberme odiado porque mi madre siempre te forzó a ser como yo, no lo hiciste, sino que me amaste sinceramente.

           —¿Cómo podría odiarte? —sostuvo sus manos y le sonrió— Tú también fuiste la única que me trató como una persona y no como un monstruo. Y por mucho que me obligara mi tía a ser como tú, siempre me negué, porque no tenía derecho a emularte, no sintiéndome tan vacía.

           —Sé que hay muchas cosas que deseas en la vida, Evey, pero, asimismo, sé que siempre has sido la primera en frenarte por los errores que hayas podido cometer. Deja el miedo atrás y camina hacia el futuro tan hermoso que logro ver para ti y que tú te niegas a ver.

           —¿Y si caigo otra vez, en una caída definitiva y estrepitosa que no solamente me afecta a mí sino a todos los que quiero? Tengo miedo, sí, le temo al fallo, pero ahora el miedo involucra a todos, porque sé que, si fallo, todos pagaran las consecuencias.

           Y las lágrimas comenzaron a salir. Ella había sido consciente de hace mucho tiempo que debía irse, había un algo que la llamaba al viaje y a la aventura. Pero dicha aventura le asustaba, le asustaba sobre todas las cosas, porque temía salir lastimada y temía perder lo poco que tenía.

           —No nos fallarás —la voz de Rouse salió segura. Ella se veía tan radiante y hermosa como el mismísimo sol que resplandecía todas las mañanas—, porque sé que tú eres la única que puedes salvarnos a todos.

           Y Evey aceptó la confianza de la persona que más quería en el mundo y dejó que la hinchiera de fuerza y se sintió… diferente, un calor recorriendo su cuerpo llenándola de un poder parecido a cuando estaba bajo la luna, pero al mismo tiempo distinto. Ella dejó que el amor de su amada prima que había sido como su hermana la colmara de todas las fuerzas que necesitaba.

           Y decidió hacerlo. Iría hasta Felianor y detendría todo lo que había visto, y así los salvaría a todos y le evitaría a Rouse presenciar aquella pesadilla. Solo esperó tener la fuerza necesaria para hacerlo.

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