Durante tantos años juntos, Diego le había dado a su chica todo lo que anhelaba: ¡dinero, estatus, y la fama de ser una presidenta hermosa! Pero a cambio, ¡solo recibió el repudio despiadado de su propuesta de matrimonio con la excusa de que no estaba a su altura! Entonces, Diego se fue sin dejar rastro de apego. Cuando todo el mundo tenía la idea de que era un inútil... ¡¡¡Él apareció en el pico del pirámide para sorprender a todos!!!
Leer másHéctor miró a Diego, negó con la cabeza y se rio: —Lo siento, si lo que acabo de decir ha herido tu orgullo, entonces te pido disculpas.—Solo creo que una chica como Karen, que viene de una gran familia, debería tener un caballero a su lado, alguien de su altura.No había desprecio ni ataque evidentes, pero sus palabras expresaban la superioridad y la prepotencia de pertenecer a una gran familia, así como la indiferencia y el desprecio por Diego.Diego se rio: —El señor Iglesias me deja en admiración.—He oído que pagará hoy todos los gastos en el Club Monteca, ¿no?Héctor se quedó helado, obviamente no esperaba que Diego preguntara eso, y asintió con la cabeza. —Así es, no vienes mucho por aquí, hoy disfruta de todo lo que quieras, ¡la cuenta es de la casa!La sonrisa en la cara de Diego creció aún más: —¡Pues tomo sus palabras!Héctor sonrió y ni siquiera se molestó en contestar, guiando a Leila a salir.Solo era un tipo que se alegraba por poder consumir gratis, y pensaba que podía
—El señor Iglesias salvó tu vida, ¿no deberías estar agradecido?—¡Ya sé, lo más seguro es que este tipo esté molesto de ver al señor Iglesias tan impresionante y está envidioso!De repente, la gente que les rodeaba miró a Diego con desprecio.Algunos incluso quisieron darle una a Diego para impresionar a Héctor.Leila frunció el ceño: —Gracias a Héctor, el asunto de Luis se calmó. Diego, Héctor nos ayudó a ti y a mí, ¿es tan difícil dar las gracias?Sin esperar a que Diego hablara, Héctor agitó la mano como si no le importara.—Leila, no insistas. ¡Sabes que no lo hago por nada a cambio!Miró a Diego y sonrió: —Diego, ¿verdad? He oído a Leila mencionarte. Gracias por cuidar de Leila en estos tres años, ¡así que yo sí que te debo un agradecimiento!—¡La magnanimidad del señor Iglesias supera mil veces a la de este mantenido!—La señorita Jerano fue tan sabia de haber dejado a este mantenido. ¡Esa mirada mezquina me cabrea mucho!—Calla, seguro que este macarra lo está pasando mal en es
—¡Leo, hazme un favor y baja el cuchillo!Justo cuando Leo hizo su movimiento, se oyó una débil voz.Leo se mofó y se dio la vuelta para decir «¿Quién te crees que eres? ¿Por qué me detendría por ti?», pero cuando vio que era el bien vestido, noble y elegante señor Iglesias quien se le acercaba, Leo bajó inmediatamente la postura y dijo con una sonrisa: —Señor Iglesias, ¿qué le trae por aquí?Héctor, acompañado por la bella Leila, caminaba lentamente mientras la multitud lo observaba.¡La pareja bonita parecía el príncipe y la princesa!—Leo, yo y Luis somos buenos amigos. Deja en paz a este chico, yo llamaré personalmente a Luis para explicárselo.Héctor sonrió, como si hablara de un asunto trivial que no merecía la pena mencionar.Miró de reojo a Diego, la luz de sus ojos parpadeó inexplicablemente.Leo tenía sus dudas: —Pero, señor Iglesias, este hombre hirió a una docena de hombres de Luis, pisoteando sin piedad el orgullo de Luis...Héctor dijo débilmente: —He dicho que te preocu
Oyó a Diego decir despreocupadamente: —Hoy no estoy de muy buen humor, así que te aconsejo que te largues.En los ojos de Leo surgió la ira: —¿Qué has dicho? ¡Dilo otra vez!Diego se rio: —He dicho que te alejes todo lo que puedas. Hoy estoy de mal humor y tengo miedo de hacerte daño si nos ponemos a pelear.Karen pensó que Diego estaba realmente loco.—Diego, cállate. ¿Sabes que Leo es hombre de Luis? Es un gran luchador. Si sigues siendo tan arrogante, no podré salvarte tampoco.Tras decir eso, Karen se volvió hacia Leo y le dijo con voz grave: —Leo, esta persona es amigo de Elisa y mío. Si hay algún malentendido podemos encontrar un momento para sentarnos y hablarlo, ¿puedes dejar que se vaya hoy?Por mucho que le disgustara Diego, no podía poner su vida en juego.Si Diego muriera delante de ella, no podría explicárselo a Elisa luego.Leo se rio: —Me temo que no es posible.—Este chico arruinó el plan de Luis ayer, y Luis pidió que lo eliminara.—Así que, señorita Ramos, haga el fav
—Diviértanse, todos los gastos de esta noche es de la casa.El señor Iglesias abrió la boca con una sonrisa, parecía todo un caballero.—¡Señor Iglesias, qué grande!—El señor Iglesias es el mismo señor Iglesias de entonces, ¡todo un príncipe azul!—¡Y solo esa presidenta guapa es merecedora del guapo señor Iglesias!Los hombres y mujeres del club levantaron sus copas y vitorearon sin cesar.El gasto del Club Monteca era el más caro en Bandon.Solo alguien como el señor Iglesias tendría la osadía de invitar a todos.Karen observó cómo Héctor y Leila desaparecían en la sala VIP del primer piso con indisimulado admiración.—Antes de que el señor Iglesias abandonara el país, era conocido como un joven apuesto en Bandon, y era el hombre de los sueños de innumerables chicas.—Ahora volvió con más elegancia y firmeza, la familia Iglesias realmente tiene a un buen heredero. ¡La señorita Jerano tiene mucha suerte!Diego agarró el vino que tenía delante, dio un sorbo suave y asintió: —¡Qué buen
Preguntó Diego mientras se sentaba.Karen gruñó: —Veo que vas directo al grano, qué poco humor tienes, Diego, ¿siempre has sido tan directo?Aunque descontenta, empujó una delicada caja hacia Diego.Diego lo abrió, y dentro, sobre la seda, había un ginseng doblado, y tras confirmar que era el correcto, se levantó y se fue.Karen gritó: —Espera, ya tienes lo que quieres, ¿cuándo vas a curarme?Diego se mostró comunicativo: —Fija una hora, pero antes del tratamiento, tengo que advertirte que tendré que quitarte la falda en el proceso.Karen se quedó helada: —¿Quitarme la falda? ¿Qué quieres decir?Diego no cambió su cara y dijo: —La atresia vaginal que padeces es de lo más grave, lo cual creo que sabías de antemano.El rostro de Karen enrojeció al pensar en algo, y la mirada que dirigió a Diego adquirió un tímido enfado.Diego hizo la vista gorda y continuó: —Es decir, la dificultad de tratar tu enfermedad no es pequeña. Para asegurarme de que te vas a curar del todo, llegado el momento,
Esa noche, en los círculos de clase alta de Bandon, dos acontecimientos causaron bastante revuelo.En primer lugar, Luis, el jefe mafioso de Karisen, había fracasado por primera vez desde que se convirtió en el líder de Karisen.El segundo acontecimiento era que el señor Héctor de la familia Iglesias había regresado del extranjero y estará al frente de la familia Iglesias.La familia Iglesias era una de las tres grandes familias de Bandon, no era una familia de segunda o tercera categoría como la familia Doblado.Héctor, por su parte, era aún más famoso, al haber sido reconocido como el primero de los cuatro jóvenes más destacados de Bandon, pues era el más prestigioso de la joven generación de Bandon.Por la mañana.—Doctor Larios, he oído que ayer tuvo algunos problemas en el Hotel Bandon, si necesita ayuda, no dude en pedírmela.Llamó Elisa, con un tono de preocupación.Diego dijo: —Gracias, señorita Milanés, no es para tanto.Elisa se rio: —Sabía que no eran nada a sus ojos. Y pens
—Diego, huye y vete de Bandon, ¡ahora!Leila sopesó sus opciones y dijo de repente, con ojos inequívocamente ansiosos.Diego dijo tranquilamente: —¡No creo que sea necesario!Leila estaba furiosa: —Estás en problemas, ¿entiendes? ¿Cómo que no es necesario?Diego la miró con una fría sonrisa: —¿Y? ¿Crees que he metido a tu familia en problemas?—¿Acaso no es así?Una pregunta retórica que hizo que Diego se atragantara por completo.Azucena se adelantó y tiró de Leila. —Leila, vámonos de aquí, todo el lío lo ha causado este cabrón, no tiene nada que ver con nosotros, venga, vámonos.Jorge también instó: —Leila, vámonos. Héctor vuelve mañana del extranjero, así que nos ayudará a solucionarlo, y el Grupo Jerano no se verá arrastrado.Al oír eso, Leila se apresuró a decir: —Cierto, Héctor vuelve mañana, y con él interviniendo, seguro que todo saldrá bien.Miró a Diego con expresión acomplejada: —Diego, huye, y no te preocupes, le pediré a Héctor que intervenga y calme la ira de Luis, y no t
—¡Lárgate de aquí!En el último momento, se escuchó un grito frío.El calvo acababa de sacar la palma de la mano cuando una fuerte fuerza vino de su espalda.Ni siquiera pudo gruñir antes de salir disparada de una patada, sin saber si iba a morir.Leila miró incrédula a Diego, que apareció detrás del calvo.En ese momento, los ojos de Diego eran fríos y aterradores, como si quisiera matar a alguien.—Tú... ¿Qué haces aquí?Tartamudeando, Leila abrió la boca para preguntar.Al principio pensó que Diego se había ido.En aquel momento se decepcionó mucho, pues pensó que Diego era tan cobarde que no era ni comparable con César.—Si no vuelvo, ¿voy a ver cómo te llevan y te violan?Dirigiendo fríamente una mirada a la descerebrada, Diego espetó de mala gana.Leila se detuvo, pensando que Diego estaba siendo un poco prepotente. —Diego, sé que te malinterpreté de nuevo, pero tú...Antes de que pudiera terminar la frase, el calvo, que había salido volando, rugió horriblemente: —¡A por él! ¡Mat