Capítulo 2
En el ascensor.

¡Clac!

Diego abrió la anodina caja del anillo de diamantes.

Una radiante luz de diamante rosa salió disparada de inmediato.

Este era el extravagante anillo de diamantes por el que pagó 5 millones, conocido en Bandon como el anillo de diamante más precioso, único en su especie.

¿Y cuánto dinero había en esa tarjeta bancaria? Diego no lo sabía.

Todo lo que sabía era que allí había dinero suficiente para comprar diez Grupo Jerano.

Y todo esto fue despreciado por Leila y su madre unos minutos antes, además, Azucena lo trató como basura.

Las puertas del ascensor se abrieron y Diego salió.

—¡Vaya, pero si es el señor Larios! ¡Parece un poco pálido!

Una voz burlona le saludó.

Los ojos de Diego miraron tranquilamente hacia otro lado, solo para ver el camino delante de él bloqueado por un hombre trajeado con el pelo peinado hacia atrás y con un ramo de rosas azules en los brazos.

César Doblado, el infame rico heredero de Bandon, uno de los veteranos admiradores de Leila.

No queriendo enredarse con él, Diego dio un paso a un lado, con la intención de esquivarlo.

Sin embargo, César insistió en molestarlo.

Los ojos de Diego se enfriaron y miró directamente al otro: —¿Pasa algo? Si no es así, ¡hazte a un lado, por favor!

César sonrió con expresión exagerada.

—Jajaja, miren todos, ¡el lameculos de Leila hoy se atrevió a ladrarme!

—Déjame adivinar, la familia Jerano te echó, ¿verdad?

Mientras se burlaba en voz alta, echó un vistazo a la caja del anillo en la mano de Diego.

—Una cosa tan barata no puede conquistar a Leila ni de broma, ¡que todos lo vean y se rían un poco!

Con un bufido de risa, hizo que la cajita en la mano de Diego volara al suelo.

Al instante, un hermoso y gran diamante rosa salió rodando de la caja.

Ese brillo glamuroso llamó extraordinariamente la atención.

César lo vio y se quedó helado al principio, revelando con urgencia una mirada de incredulidad.

—Este... ¿No es este el diamante rosa de Joyería El Mundo, conocido como el anillo de diamante más precioso de todo Bandon?

—¡Vaya! ¿Cómo has conseguido el anillo de diamante más precioso que cuesta 5 millones?

Fue un momento que sobresaltó incluso a los empleados del Grupo Jerano, así como a quienes les rodeaban.

La multitud se reunió a su alrededor, mostrando asombro.

Esta joya, conocida como Bandonel anillo de diamante más precioso, era, por así decirlo, la fantasía de innumerables mujeres de Bandon, que anhelaban el sueño de que un príncipe azul se la comprara.

Pero nadie de Bandon pudo conseguirlo.

Diego se acercó y cerró la caja, con un brillo frío en los ojos.

Ahora que había acabado con Leila, ya no iba a ser tan educado como antes con las moscas de su lado.

César ordenó: —Atrápenlo y oblíguenlo a decir de dónde sacó este el anillo.

—Un pobre no es digno de tener en sus manos este anillo de diamante.

Sin embargo, antes de que su guardaespaldas pudiera hacer un movimiento...

¡Paf!

Diego ya se había dado la vuelta y había lanzado una fuerte bofetada.

César ahogó un gruñido, vomitó una bocanada de sangre con los incisivos caídos entre medio, y esa bofetada le hizo volar cuatro o cinco metros, quedando tendido en el suelo como un perro muerto.

Tenía los ojos inyectados en sangre.

¡Era totalmente increíble que este ex mantenido se atreviera a golpearlo!

Los dos guardaespaldas se quedaron paralizados un instante ante el gesro de Diego, pero enseguida, con un rugido de rabia se abalanzaron sobre él.

¡Pam, pam!

El puño de Diego salió disparado, y los dos fornidos ni siquiera pudieron gruñir y fueron directamente aplastados y quedaron desmayados en el suelo.

César se quedó de piedra, ¿cuándo se había vuelto tan combatiente este macarra?

Los empleados del Grupo Jerano que lo rodeaban también retrocedieron asustados, sin esperar que aquel hombre siempre amable junto a la presidenta fuera tan brusco.

Barriendo con frialdad a César que se lamentaba en el suelo, Diego se alejó a grandes zancadas.

Poco después de marcharse, Leila y Azucena se sobresaltaron y se acercaron corriendo.

—Madre mía, señor Doblado, ¿quién demonios se atreve a tocarle? ¿Quiere morir o qué?

Azucena fue a ayudar a César.

César se cubrió la cara, que ya estaba hinchada, y rugió: —Es ese bastardo de Diego, hum, ¡se lo haré pagar mil veces más!

Azucena dijo inmediatamente enojada: —¿Qué? ¿Fue ese bastardo quien te ofendió?

—Ya sé, será que fue rechazado por Leila, así que se enfadó y la tomó con usted, señor Doblado. Este inútil de mierda, ¡no se lo perdonaré!

Al escuhar eso, César mostró una expresión de éxtasis, sin preocuparse siquiera de las heridas de su rostro.

—Leila, ¿es verdad lo que dijo Azucena? ¿Lo dejaste con ese perdedor?

Leila, que no tenía una buena impresión sobre este rico heredero, dijo con desparpajo: —Creo que mis asuntos no tienen nada que ver contigo. Déjame preguntarte, ¿por qué Diego te golpeó por nada?

César apretó los dientes: —A saber qué tiene en mente ese loco.

—Por cierto, Leila, no lo sabes, ¿verdad? Ese loco llegó a robarle a Joyería El Mundo el anillo de diamante más precioso, el diamante rosa que vale cinco millones, solo para complacerte.

Leila se sorprendió: —¿Qué quieres decir? ¿Robó ese anillo de diamante?

Ese anillo de diamante era demasiado conocido en la alta sociedad de Bandon.

Leila también se había informado en secreto, e incluso fantaseado, lo feliz que sería llevándolo cuando se casara.

César dijo: —Sí, lo vi bien, y si no me crees, puedes preguntar al personal del Grupo Jerano. Ese chico tuvo la osadía de hacer algo tan vergonzoso, ¡está acabado!

Leila se lo esperaba a medias: —Que yo sepa, Diego, aunque pobre, nunca haría algo como robar.

César se mofó: —Pues roba porque es pobre. Piénsalo, si no lo hubiera robado, ¿cómo podría haber aparecido en sus manos este anillo?

Azucena le siguió el rollo: —Sí, ese perdedor debe haberlo robado.

Ahora se sentía rara, no esperaba que la caja negra y discreta de Diego contenía el altísimo valor de 5 millones.

¡¡¡Si lo hubiera sabido, no se lo habría devuelto a ese perdedor, qué pena!!!

Leila llamó a un par de empleados y les preguntó por la situación de antes.

Cuando se enteró de que, efectivamente, Diego tenía en su poder ese anillo de diamante, una expresión de enfado apareció inmediatamente en su rostro.

—¡Diego, ser pobre no es una vergüenza, pero el hecho de que uses una táctica como robar para ganarte mi favor solo hace que te desprecie más!

Enfurecida, Leila sacó inmediatamente su celular y marcó.
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