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El olor a desinfectante y el constante zumbido de los monitores envolvían el ambiente del hospital, creando un aura de cansancio que parecía pesar sobre los hombros de Natalia.

Tres días habían pasado desde que Roberto ingresó, y ella apenas había salido del lugar. Una rápida ida a casa para recoger ropa limpia había sido su único contacto con el mundo exterior.

Delia, con su cabello recogido en un moño y su expresión siempre amable, se acercó a Natalia con una taza de café humeante.

—Natalia, necesitas relajarte un poco. —Le ofreció la taza, pero Natalia negó con la cabeza, sin apartar la vista de la puerta de la habitación de su padre.

—No puedo, Delia —negó con la cabeza—. ANo hasta que mi papá salga de este hospital.

Delia suspiró, colocándole la taza en las manos de todas formas.

—Él querría verte cuidarte, no agotándote de esta manera.

—Sé que pronto va a salir de aquí —murmuró con tono cansado y al mismo tiempo, esperanzado.

Delia suspiró y no insistió más. Sabía q
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