Daniel cruzó los brazos, su mirada evaluaba a Keiden mientras una sonrisa sardónica comenzaba a formarse en sus labios. Notaba el aire desafiante del rubio, y no pudo evitar un destello de diversión ante lo obvio que eran sus celos. —Era solo curiosidad. —Su voz sonó relajada, casi despreocupada—. Si ustedes están saliendo, me alegra. Natalia merece estar con alguien que la haga feliz. Las palabras de Daniel lograron justo lo que esperaba: Keiden frunció el ceño, confuso y ligeramente desconcertado. —¿De verdad no te molesta? —preguntó directamente, con un tono lleno de incredulidad—. Pensé que ella y tú… tenían un compromiso. Daniel negó con la cabeza, relajando su postura. —Natalia siempre será mi amiga, y finalmente lo entendí —sonrió—. No tengo derecho a reclamar nada. Pídele a ella misma que te explique la naturaleza de ese compromiso.Keiden se rascó la nuca, visiblemente incómodo y pensando en las palabras de Daniel. ¿Entonces tenía el camino libre con ella? —Perdón s
Minutos antes, la atmósfera en la oficina de Natalia estaba cargada de tensión, con los hombres frente a ella evitando su mirada directa. Su expresión fría pasaba de uno a otro, aguardando una respuesta que, de alguna manera, ya se había adelantado en sus pensamientos.Keiden, con su cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante, miró a Natalia con una expresión de sinceridad, pero también de incomodidad. Se notaba que no había nada que le molestara más que la situación en la que se encontraba. Su mirada pasó fugazmente hacia Daniel, que estaba parado cerca de la puerta, sus manos cruzadas sobre su pecho como si intentara encontrar una salida para un tema que no esperaba que fuera tan complicado.—Le contaba a Daniel la actitud que tuvo Simón en el hospital —dijo Keiden rápidamente, sin rodeos, como si fuera una defensa anticipada—. Lo lamento, es algo que realmente me molesta, yo…Natalia levantó una mano y lo detuvo, sus ojos fijándose en él mientras asimilaba lo que acababa de decir
Natalia cerró los ojos un momento, tratando de calmarse un poco, antes de mirarlo directamente con la mirada afilada. —Simón, esto es inaceptable. —Su voz era firme y cortante, aunque la vergüenza seguía presente en su rostro—. No vuelvas a irrumpir así en mi oficina o haré que te echen los de seguridad.Simón rió, aunque su risa era amarga y sin humor. —Claro, no quería molestar y mucho menos para… esto —hizo una mueca, desviando la mirada a propósito. Su postura era tensa y su expresión era de completo disgusto. Era obvio que estaba celoso.—Si tienes algo que decir, hazlo —dijo Natalia entre dientes, molesta por su actitud—. Y de preferencia que sea de negocios, no me interesa tratar cualquier otro asunto contigo.Simón apretó los puños a sus costados, evidentemente frustrado por todo lo que estaba pasando. ¿Por qué parecía que no hacía más que acumular desgracias? ¿Qué tanto castigo tenía que pagar?La escena de Keiden, recostado sobre Natalia, besando su cuello y amasando uno
Al salir de la oficina de Natalia, Simón sintió que sus piernas temblaban de manera incontrolable. Tuvo que apoyarse en la pared más cercana, respirando con dificultad mientras el peso de lo que acababa de presenciar caía sobre él como un alud. Trató de tragar saliva, pero su garganta estaba seca, y un nudo comenzaba a formarse en su pecho. Parpadeó rápidamente para contener las lágrimas que amenazaban con salir, consciente de que no podía permitirse derrumbarse allí mismo. El pasillo estaba desierto, pero una mujer, empleada del lugar, apareció con un portapapeles en las manos. Al verlo, frunció el ceño con preocupación. —¿Se encuentra bien, señor? —preguntó con tono amable. Simón negó con la cabeza, incapaz de articular palabra. Señaló uno de los sofás de la sala de espera y se dejó caer sobre el más cercano, apoyando los codos en sus rodillas mientras enterraba el rostro en sus manos. Su mente daba vueltas, tratando de asimilar lo que había pasado en la oficina: Keiden, rad
La mirada de Simón, cargada de esperanza y una súplica silenciosa, hizo que Natalia sintiera un nudo incómodo en el estómago. No era el tipo de emoción que alguna vez imaginó volver a experimentar con él, no después de todo lo que había pasado. Cerró los ojos por un momento, tratando de calmar la tormenta de pensamientos en su mente y soltó un suspiro pesado, apretando los puños a sus costados mientras buscaba las palabras adecuadas. "Sabía que este día llegaría," pensó con frustración, mientras su mandíbula se tensaba. Finalmente, abrió los ojos, enfrentándolo con la misma frialdad calculada que había mostrado desde el principio. —Por eso insistí en hablar únicamente de negocios contigo, Simón. —Su voz era firme, casi cortante—. No estoy interesada en ningún otro tipo de conversación. Las palabras cayeron como un balde de agua fría. Simón sintió cómo la sangre le abandonaba el rostro. Su piel palideció, y tragó saliva con dificultad, incapaz de procesar completamente lo que
El ambiente en el pasillo del juzgado estaba cargado de tensión, pero también de una curiosidad palpable. Los abogados observaban a Astrid y Daniel con interés, como si acabaran de presenciar el inicio de una intrigante historia. Uno de ellos, un hombre de cabello entrecano y gafas redondas, se inclinó ligeramente hacia adelante, estudiando a la pareja con una sonrisa burlona. —Vaya, señorita Morales, no lo esperaba de usted —comentó con un tono que mezclaba sorpresa e incredulidad, mientras su mirada saltaba entre Astrid y Daniel. Astrid sintió que el calor se le subía al rostro. El sonrojo que había empezado en sus mejillas ahora le quemaba hasta las orejas. Daniel, sin perder la compostura, tomó ese momento como una victoria y sonrió con descaro. —Bueno, apenas estamos comenzando —dijo, colocando una mano sobre el hombro de Astrid con una naturalidad ensayada—. Ella quería ser un poco reservada al principio sobre lo nuestro. Otro de los abogados, un hombre corpulen
Natalia cruzó los brazos, su mirada estaba fija en Simón con una mezcla de intriga y frustración. Había algo en su actitud relajada que la irritaba profundamente, como si disfrutara verla confundida. Finalmente, rompió el incómodo silencio con un tono firme. —Te lo preguntaré de nuevo, Simón. ¿Cómo sabes que la niñera renunció? —Su voz llevaba un tinte de irritación que no se molestó en ocultar. Simón levantó las manos en un gesto defensivo, como si quisiera calmar las aguas antes de que ella se enfureciera más. —No es nada raro, Natalia. Ariana me llamó para agradecerme por salvarle la vida aquel día. —Hizo una pausa, bajando un poco la voz—. Y me contó que había decidido renunciar a cuidar de Nathan, a pesar de que lo quería muchísimo. Las palabras parecieron suavizar la postura de Natalia. Sus hombros se relajaron y su expresión adquirió un tinte melancólico. Desvió la mirada hacia el suelo y dejó escapar un suspiro pesado, como si llevara semanas cargando un peso invisib
Simón estaba parado frente a Natalia con las manos en los bolsillos y el semblante tenso. Ella, por el contrario, estaba firme, con los brazos cruzados y una sonrisa sarcástica pintada en el rostro.—Mi corazón fue pisoteado, mutilado, aplastado y, finalmente, destruido por ti —dijo con voz afilada—. Murió esa noche que me pediste el divorcio y, para colmo, me sacaste de mi casa para meter a Isabella.Las palabras cayeron como un golpe directo al estómago de Simón. Abrió la boca para responder, pero Natalia levantó una mano, cortándolo de inmediato. —No hables —ordenó con frialdad—. Eres un descarado, un cínico por atreverte a decir que ahora me amas, después de que me dijiste tantas veces que no estabas interesado en mí para nada. Simón bajó la mirada, titubeando. Se pasó una mano por el cabello, claramente incómodo. —Eso cambió, Natalia —dijo finalmente, su voz sonando más suave, casi suplicante—. Dame la oportunidad de demostrar que mi amor es sincero.Natalia soltó una risa s