235 (Final)

El reloj en la sala de espera parecía haberse detenido, y cada segundo que pasaba era una tortura para Keiden.

Estaba de pie, caminando en círculos y retorciéndose las manos. Sus nervios eran evidentes en cada movimiento errático.

—Keiden, por el amor de Dios, si sigues así vas a abrir una zanja en el suelo —le dijo Delia, apoyándose en la pared mientras acariciaba su vientre de casi seis meses.

—No puedo evitarlo —respondió él, sin detenerse—. ¿Y si algo sale mal? ¿Y si la bebé tiene algún problema?

Mateo, sentado al lado de Delia, soltó una carcajada.

—Hermano, en unos meses estaré igual de nervioso, pero no quiero ni imaginar lo que sientes ahora.

—¡Mateo, no lo estás ayudando! —le reprochó Delia, frunciendo el ceño.

—¿Qué? Solo estoy diciendo la verdad —se encogió de hombros, sonriendo con sorna—. Pero eso sí, Keiden, cuando sea mi turno, puedes burlarte de mí todo lo que quieras.

Keiden rodó los ojos, pero su expresión seguía cargada de preocupación.

—Espero que
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