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—Definitivamente no —murmuró Natalia, con la voz lo suficientemente baja como para que solo Keiden la escuchara.

Keiden entrelazó sus dedos con los de ella y le dio un suave apretón, una muestra silenciosa de apoyo. Natalia le devolvió una sonrisa cansada y ambos se sentaron en la sala de espera. Sin embargo, el momento de calma no pasó desapercibido.

Simón los observaba desde el otro lado de la sala, con los brazos cruzados y una expresión que intentaba ser neutral, pero que no podía ocultar del todo su escrutinio. No había escuchado la conversación, pero la cercanía entre ellos le resultaba incómoda.

—¿Qué tanto estarán hablando? —pensó, reprimiendo una sonrisa al notar la incomodidad latente en Keiden—. Quizás están peleando… o tal vez mi presencia lo pone nervioso.

El pensamiento le agradó más de lo que esperaba, y una chispa de satisfacción iluminó sus ojos.

—Más vale que estés celoso, Keiden —se dijo a sí mismo, su determinación creciendo—, porque voy a reconquistar a
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