"Esperanza en el desierto" sigue la vida de Débora López, una joven médico de origen latino que, tras una infancia marcada por la fe y el dolor, decide embarcarse en una misión en Afganistán con la Cruz Roja. A pesar de las adversidades que ha enfrentado, su fe en Dios nunca ha flaqueado, y es esa misma fe la que la guía a aceptar el desafío de trabajar en un territorio en guerra. Por otro lado, el Capitán Jake Miller es un soldado condecorado de las fuerzas especiales, cuya vida aparentemente perfecta se derrumba cuando pierde a su esposa e hijos en un trágico accidente. Sumido en el dolor y la ira, Jake se aleja de cualquier creencia en Dios, cargando con un resentimiento que lo consume. En medio del caos de la guerra, sus caminos se cruzan. Débora, con su espíritu indomable y su fe inquebrantable, se convierte en un faro de esperanza para Jake, quien poco a poco comienza a cuestionar su escepticismo y a encontrar consuelo en la fe que una vez despreció. Mientras el peligro los rodea, su relación se profundiza, y el amor florece en los lugares más inesperados.
Leer másJake se encuentra bajo el agua caliente de la ducha, pero no siente alivio. El vapor llena el pequeño espacio, pero su mente está atrapada en las imágenes de la emboscada. Cada gota que cae sobre su piel parece aumentar el peso de la culpa que siente. Se apoya contra la pared, dejando que el agua fluya, mientras su mente repite una y otra vez los momentos cruciales de la misión. Todo había estado bajo control, hasta que lo perdió todo. Con las manos sobre su rostro, se pregunta qué fue lo que falló. Él había revisado la estrategia innumerables veces, cuidando cada detalle, sin embargo, no todos sus hombres regresaron con vida. Trece soldados muertos y más de treinta heridos. Trece familias esperando un padre, un hijo, un esposo que nunca volverá. El dolor lo consume, y aunque sabe que es parte de la guerra y que de hecho ya había pasado por situaciones similares y peores, esta vez se siente diferente. Esta vez él estaba al mando. Las voces de sus superiores ya resuenan en su cabeza.
Débora se encuentra sentada en su cama, con la Biblia abierta sobre su regazo y una libreta a un lado. Está en su devocional matutino, algo que no es solo una rutina para ella, sino una profunda conexión diaria con Dios. Cada versículo lo analiza con cuidado, reflexionando en lo que significa no solo para el contexto en el que fue escrito, sino también para su propia vida. Anota pensamientos, preguntas y respuestas que el Espíritu Santo le revela mientras estudia. Sabe que el tiempo es limitado, pues las responsabilidades del día la aguardan, pero nunca sacrifica ese momento de intimidad espiritual. Una vez termina su devocional, cierra la Biblia con cuidado y deja la libreta a un lado. Luego, se apresura a encontrarse con Mark y Daniel en el comedor. Los tres jóvenes toman sus bandejas y se sientan en una mesa, charlando sobre las tareas del día. Sin embargo, mientras ríen por un comentario de Daniel, Débora siente algo que captura su atención al otro lado del salón. Al alzar la vis
El estudiante que ha hecho la pregunta se queda pensativo, claramente impresionado por la respuesta de Sarah. Otros estudiantes comienzan a intercambiar murmullos, asombrados por la combinación de fe y ciencia que acaban de presenciar. Sarah concluye su respuesta con una sonrisa tranquila. —Al final del día, cada uno de nosotros decide en qué creer, y eso está bien. Yo solo puedo decirles que, cuanto más estudio el universo, más convencida estoy de que detrás de toda esta belleza y complejidad, hay un Creador. La clase queda en silencio por unos segundos más, y luego algunos de los estudiantes asienten con respeto. Ethan, desde su lugar, no deja de mirarla con orgullo. Su hermana no solo es una de las mejores científicas del mundo, sino que también es alguien que sabe defender su fe con sabiduría y respeto, algo que siempre ha admirado profundamente en ella. Finalmente, Sarah retoma su clase como si nada hubiera pasado, pero Ethan sabe que esa breve conversación ha dejado una marc
El primer rayo de sol se filtra a través de las cortinas pesadas del pent-house, iluminando ligeramente la habitación. Ethan parpadea, sus ojos ajustándose a la tenue luz que invade el espacio, mientras una punzada de dolor en su cabeza le recuerda la cantidad de alcohol que consumió la noche anterior. El estruendo lejano del tráfico de Londres le parece un eco lejano que reverbera en su cráneo. Se gira en la cama, y ahí está ella: la supermodelo inglesa Cara McAllister. Sus rasgos perfectos, suaves y simétricos, descansan plácidamente sobre la almohada, su largo cabello cae en suaves cascadas, y su desnudez está apenas cubierta por la fina sábana blanca. A cualquiera le parecería una escena de ensueño, pero para Ethan ya es solo otra rutina. Mira el reloj sobre su mesita de noche; ya ha pasado la hora en la que se suponía debía empezar su día, pero no tiene ninguna prisa. Después de todo, él es el jefe. Con un suspiro pesado, extiende el brazo y sacude ligeramente a la chica que no
Contra todo pronóstico, Jake es quien rompe el silencio a mitad de su desayuno. Ha estado observando a Débora de reojo, notando su serenidad y el aire de calma que parece llevar a donde quiera que va. Aunque no suele entablar conversaciones fácilmente, algo en ella le resulta interesante. Pero, por supuesto, su interés no tiene ninguna connotación romántica ni mucho menos. Él ama profundamente a su esposa Chloe, y siempre ha sido fiel tanto en pensamiento como en acción. Para él, el único interés que siente por Débora es en el ámbito de una posible amistad. Algunas personas podrían verlo con malos ojos, eso de que un hombre casado tenga amigas. Lo mismo pasa cuando una mujer casada mantiene amistades con otros hombres. Sin embargo, Jake y Chloe tienen una relación basada en la confianza absoluta. Él sabe que Chloe sigue en contacto con algunos amigos de la universidad, y de vez en cuando sale a tomar café con ellos, y para Jake eso nunca ha sido un problema. Sabe que el amor que tien
Jake trota junto a sus soldados, su respiración acompasada con el ritmo constante de sus pasos. El sonido de su placa militar colgando de una cadena se escucha en cada golpe sutil contra su pecho mientras mantiene la mirada fija al frente, y aunque el sudor comienza a caer por su frente, Jake se siente en su elemento. Para él, volver a la rutina militar es como regresar a casa. En su mente, compara esta vida con los momentos que pasa en casa. Aunque ama a su familia, nunca se ha sentido del todo cómodo con la vida tranquila. El estar cuidando a los hijos o ver telenovelas en el sofá lo pone ansioso, como si algo le faltara. Las responsabilidades domésticas, aunque necesarias, nunca le han dado el mismo sentido de propósito que la vida en el ejército. Las armas, la estrategia, la adrenalina de la acción…, eso es lo suyo. Aquí, en el desierto, liderando a sus hombres, siente que está exactamente donde debe estar. La acción es lo que mantiene su mente enfocada y su corazón latiendo c
Después del largo y agotador viaje, Jake finalmente ingresa a su habitación en la base. A diferencia de muchos otros soldados, él tiene el privilegio de una habitación propia, gracias a su rango como oficial. Es un espacio pequeño, pero acogedor, que ha llegado a considerar su refugio personal en medio del desierto. Con una eficiencia característica de su personalidad militar, Jake abre su maleta y comienza a organizar sus pertenencias en tiempo récord. Camisetas, pantalones, botas, y algunos artículos personales encuentran rápidamente su lugar. Sin embargo, al fondo de la maleta, algo capta su atención. Ahí está, la fotografía que su hermana Sarah tomó con su cámara Instax Mini antes de que él partiera. La imagen inmortaliza aquel último momento feliz que tuvo con su familia, rodeado de risas en el patio trasero de la casa de sus padres. Jake sostiene la polaroid por unos segundos, y una sonrisa suave y melancólica se dibuja en su rostro. Esa fotografía le recuerda lo que más apr
Después de un largo viaje lleno de escalas, en vuelos que parecían interminables, Débora y Jake finalmente aterrizan en Afganistán. Débora, aunque agotada, no puede contener la mezcla de emoción y nerviosismo que la invade. El calor del desierto se siente como un golpe al salir del avión, un contraste brutal con el aire acondicionado de los aeropuertos y los aviones. Jake, siempre impasible, se muestra acostumbrado, mientras que Débora, que apenas se está adaptando, ajusta su pañuelo en la cabeza para protegerse del sol. Las camionetas militares los están esperando. Soldados uniformados con armas en mano, los guían hasta los vehículos. Débora se sube a una de ellas, tomando asiento junto a los enfermeros Daniel y Mark, quienes a pesar de su juventud, parecen estar tomándolo todo con calma. Jake sube al vehículo que va al frente, liderando el convoy. Mientras avanzan por un camino de tierra lleno de polvo, Débora mira a su alrededor, fascinada por el árido paisaje, montañas que parece
Débora baja del avión con una mezcla de emoción y cansancio. El vuelo corto desde Nueva York a Washington es corto, pero la adrenalina del viaje y la incertidumbre del futuro la mantienen alerta. Al salir de la sala de desembarque, sus ojos se encuentran con un hombre en uniforme militar que sostiene un cartel con su nombre, "Débora López". Sabe en ese momento que su gran aventura ha comenzado. —¡Hola! —saluda al militar, muy emocionada, como una niña en su primer día de escuela —. ¡Yo soy Débora! El militar la mira raro. No es la primera vez que Débora causa esa impresión en los demás. Ella es una persona muy expresiva, y aunque a veces tiende a ser introvertida, en realidad es extrovertida cuando se siente en su salsa. El militar termina por saludarla con una inclinación de cabeza y la conduce hacia una camioneta militar estacionada en las afueras del aeropuerto. Dentro del vehículo, dos jóvenes enfermeros la esperan, ambos con expresiones similares a la suya: una mezcla de expec