Capítulo 3

- No comeré nada ‒se gira con los brazos cruzados cuando una de las sirvientas deja la charola, no había comido nada desde que llegó, estaba en huelga de hambre, a ver si muerta le servía de algo.

- Señorita, por favor ‒insistía la joven sirvienta, ella se había negado siquiera a ver la comida.

- Sal, ya ‒ordena Faddei nada más entrar en la habitación, la chica asiente cerrando la puerta tras de sí‒, estas agotando mi paciencia mujer ‒dice bajo con ira contenida, ella se pone de pie y toma un florero, lo tira al suelo y toma un trozo, lo lleva a su garganta.

- Si no me dejas ir me corto el cuello, no te voy a servir de nada muerta ‒intenta no sonreír, debía ver que hablaba en serio.

- Bueno, quizás te interese lo que tengo para decirte ‒lo mira con desconfianza, no bajaría el trozo de cerámica‒, supe de muy buena fuente que tu abuela esta hospitalizada, al parecer el estúpido de tu padre le dijo lo que hizo, así que por la ira se puso grave y la internaron en ese horrible hospital donde trabajas ‒ella suelta el trozo al escuchar aquello.

- Necesito verla, y quemaré este lugar si es necesario ‒ahora estaba desesperada, debía estar con su abuela.

- Me encargue de trasladarla al mejor hospital de esta ciudad, recibirá el tratamiento adecuado siempre y cuando aceptes casarte conmigo por contrato, de lo contrario, volverá a ese viejo hospital y si muere, no será mi culpa ‒ahora si quería golpearlo, era un ser vil y horrible, era peor que un demonio, aprieta sus puños con fuerza clavando sus uñas en sus palmas.

- Eso es caer muy bajo, pero si es por mi abuela, acepto, pero debes llevarme con ella, necesito verla ‒su voz temblaba, estaba seguro que lloraría en cualquier momento.

- Imposible antes de la boda, ahora come y recomponte, la boda será en 2 días, si haces como digo, ese mismo día podrás verla ‒ella mordió el interior de su mejilla con fuerza.

- Bien ‒accedió a regañadientes, quería borrarle esa estúpida sonrisa petulante del rostro con sus puños, ese hombre la desquiciaba como ningún otro‒, pero ni creas que voy a someterme a ti, fingiré ante el mundo pero cuando nadie nos vea ya verás ‒lo amenaza molesta, él sonríe divertido.

- Claro, lo que digas ‒se da media vuelta y sale de aquel cuarto, ella grita y patalea molesta, maldito fuese él, también su padre, ¿cómo había podido hacerle eso? Era su única hija, sangre de su sangre, pensar en eso la entristeció al mismo nivel que le molesto. Luego pensó en su pobre abuela, lo mucho que debió sufrir cuando su padre le reveló lo que había hecho, las emociones fuertes le causaban estragos en su presión ya que sufría del corazón, se había dejado caer en el sofá y había llorado con amargura y rabia.

Se sentía complacido ante su logro, poco le importaba el método que tuviese que usar, él haría lo que fuera necesario para que todo saliera de acuerdo al plan, él heredaría lo que por derecho le correspondía, después de eso la dejaría libre y que hiciera lo que le viniera en gana, no se enamoraría, había cometido ese error en el pasado y le había costado muy caro. Por eso ahora sólo disfrutaba del sexo con alguna mujer dispuesta a sólo una noche, solía no repetir para evitar que se hicieran ideas, aunque claro, había excepciones y algunas mujeres sabían perfecto que buscaba y él las recompensaba muy bien.

Cuando el segundo día llegó, varias personas entraron para arreglarla, un día antes habían ido a medirle el vestido, le habían hecho cambios para el día siguiente, ella no había visto nada, había dejado que ellas eligieran, de todos modos se iba a casar con un extraño, ¿para qué tanto esfuerzo de su parte? Que se conformara con el hecho de que había accedido, coaccionada pero en fin.

Dejó que la maquillaran y peinaran, así como a vestirse, una vez lista se ve en el espejo, la mujer del reflejo era bonita, pero sólo era una muñequita comprada, una que movían a su antojo y conveniencia.

- Vamos skuchat’ ‒escucha a Sergei en la puerta, había preguntado a una de las sirvientas y le había explicado el significado de eso, y era señorita.

- Me niego ‒retrocede, no iría a ningún lugar, se negaba a casarse.

- Sé que esta nerviosa pero debe acompañarme ‒le susurra nervioso, si el amo notaba el retraso de la señorita, se enfadaría mucho.

- ¿Por qué la demora Sergei? ‒lo escucha decir tras su espalda, se gira a verlo apenado por el comportamiento de la señorita.

- La señorita se niega a salir, creo que esta algo nerviosa ‒dice con calma, el joven amo no lucía para nada contento.

- Esperen aquí, ya vuelvo ‒entra al cuarto a pesar de las quejas de Sergei sobre ver a la novia antes de la boda, ve como se cierran las puertas y suspira, por muy enamorado que estuviera o fingiera estarlo, su paciencia era mínima‒. ¿Puedo saber qué demonios haces? ‒la ve dar un respingo por el susto.

- Que no quiero casarme contigo, eso pasa ‒alza las manos al cielo como si eso fuese obvio.

- Me importa bien poco si deseas casarte o no, allá afuera nos esperan los invitados más selectos de toda la ciudad y algunos del país, no me harás pasar vergüenza por tus estúpidos sentimientos ‒la mira con una frialdad que la hace estremecer, además del tono de su voz.

- No quiero casarme contigo con un completo desconocido ‒sisea molesta‒, además de que no me dejas ver a mi abuela ‒eso la tenía mortificada.

- Si no sales y pones la mejor cara de toda tu m*****a vida, te prometo que tu querida abuela y tu amiguita, ¿cómo es que se llamaba? ‒toca su barbilla con el dedo como si pensara, la ve ponerse pálida‒, es verdad, Lola ‒sonríe al ver la cara de la mujer‒; pagaran por tu estupidez, tienes 5 minutos para decidir ‒sin más, sale de la habitación, sabía que con eso ella aceptaría de buena gana.

Lo maldice por lo bajo, tira todo lo que se encuentra a su paso mientras grita toda clase de vituperios contra ese hombre, si no fuese por su querida abuela y su única amiga, hace días que lo habría mandado a la m****a.

Suspira y sale abriendo la puerta, se acerca a Sergei y rodea su brazo, comienzan a caminar teniendo cuidado de no pisar el vestido y sosteniendo el ramo con un poco más de fuerza, parecía todo menos una mujer enamorada a punto de casarse con el amor de su vida, quizás ella se sentía estresada y porque no, asustada porque ahora sería parte de una de las familias de la mafia más poderosas en esta ciudad, eso significaban muchos problemas, enemigos que ni siquiera eran suyos, por no decir que su trabajo fuese más complicado, y ahora que lo pensaba, ¿acaso la dejaría seguir trabajando?, ¿qué impresión daría de él con el resto del mundo si ella trabajaba? A pesar de que estaba harta de aquel doctor, no quería dejar el hospital ya que les tenía aprecio a sus pacientes, no quería dejarlos, debía ver cómo hacerle para seguir trabajando.

Se detienen frente a una puerta, el mayordomo acomoda el velo justo cuando las puertas se abren y entonces la realidad la golpea con fuerza al ver la enorme cantidad de personas, había políticos, empresarios, actores, directores y quién sabe cuántas personas más, además de reporteros que tomaban fotografías y grababan cada cosa que pasaba, de pronto se sintió molesta por toda esta exposición y por tener que casarse con un hombre tan frío y despiadado como él, ¿cómo sería capaz de sobrevivir durante un año?

Camina con paso sereno y esboza una pequeña sonrisa en caso de que pudiesen ver su rostro a través del velo. Tras llegar me acomodo a su lado colocando mi brazo al rededor del suyo, mira al frente sin prestar demasiada atención al juez, sólo vuelve en sí cuando escucha su nombre.

- Señorita Valentine, repita después de mí ‒asiento sin mucho ánimo.

- Yo, Hester Valentine ‒repito tal cual cada palabra del juez‒, te tomo a ti, Faddei Artem Grigoryev como mi legítimo esposo para amarte, respetarte y serte fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza hasta que la muerte nos separé ‒tomo el anillo y lo coloco en su dedo anular con mano temblorosa.

- Yo, Faddei Artem Grigoryev ‒miro atento su reacción bajo el velo, parecía estar en un velorio‒ te tomo a ti, Hester Valentine como mi legítima esposa, para amarte, respetarte y serte fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza o la pobreza hasta que la muerte nos separé ‒toma con suavidad mi mano y deposita el anillo sin problema.

- Por el poder conferido por el estado de Long Beach, los declaro marido y mujer, puede besar a la novia ‒me acerco lento para levantar el velo y poder susurrarle algo antes de mostrar su rostro.

- Más te vale cambiar esa cara ‒susurro bajo, la veo rodar los ojos pero cuando lo hago, ella sonríe con timidez, sonrío antes de depositar un casto y rápido beso, nos giramos cuando todos aplauden y caminamos hacia la recepción sonriendo, esto sin duda alguna, debía funcionar, todos veían a una pareja enamorada, la apariencia simplona de Hester le daba un halo de inocencia que podía ver, tenía cautivado a la audiencia, mejor para mí, así ese viejo notario no sospecharía nada y tras un año, la mafia sería mía.

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