Salida de amigas

Después de salir del aeropuerto, las amigas llegaron a la lujosa casa del padre de Min, como le había dicho, él no estaba y decidieron quedarse en la casa para poder descansar.

Al día siguiente, ambas mujeres después de un desayuno salieron para que Johanna pudiera conocer un poco de la ciudad. El chofer las llevo a al centro comercial, donde las chicas se la pasaron viendo miles de ropas de marca y lujo.

Johanna miraba con atención cada precio y la verdad es que es sumamente caro. Pero Min le ha explicado que aquí lo importante es traer lo que es original y no una copia barata.

—¿No te gustaría probarte algo? —preguntó Min al ver cómo Johanna se le queda mirando a un lindo vestido color Borgoña, con la marca corta, sin espalda, falda ancha y escote cuadrado.

—Es muy lindo, pero no hay de mi talla —respondió algo triste—. En México soy talla S y aquí no lo sé.

La coreana se pone a buscar entre la ropa, como sabe con exactitud las medidas de su amiga, agarra el que sea su talla y se lo entrega a ella.

—Esta sería tu talla aquí —la mexicana toma el vestido y mira la talla que tiene. Quedando sorprendida.

—¡Que! —exclamó con asombro.

—¡Shh! —su amiga la regaña—. Baja la voz, recuerda que es este país, no es muy común estar haciendo tanto escándalo o nos puedes sacar de aquí —le recuerda lo que ya le había dicho.

—Lo siento, pero es que me quede en shock al ver que soy talla XL, estoy bastante pasada de peso en este país —añadió la mexicana sintiéndose un poco mal por eso; sin embargo, entiende que en este país si estás pasada de peso no eres considerada lo suficientemente atractiva.

Aun así tomo el vestido, entrando al vestidor para probárselo y le quedó bastante bien. Pero trae suficiente ropa para su estancia aquí. Aunque no lo hace porque cuestiones de dinero. Si bien tiene, no quiere gastar mucho.

Salió del probador buscando a la coreana que está al otro lado de la tienda mirando zapatillas.

—¿Te gusto? —preguntó Min al verla acercarse a ella.

—Si es lindo, pero creo que tengo ropa para andar por aquí —mintió y es que no quiere decirle la verdad, sabe que si lo hace su amiga se lo comprará—. Pero en vez de estar viendo ropa vayamos a conocer lugares o mejor aún a relajarnos.

Su amiga asiente saliendo de la tienda, regresando al auto, la coreana le dice algo en su idioma, cosa que no entiende con exactitud Johanna, pero el chofer las lleva hasta una un lugar muy bonito y ambas mujeres entran al sitio que parece ser como un spa.

—Espérame aquí —le ordena la coreana que se regara un poco hasta donde está una señora mayor. Nota que habla con ella, mientras que la mexicana mira con atención la belleza del interior, que es iluminado con unas luces tenues en colores amarillos y naranjas. A lo lejos se nota dos mujeres mayores que están sentadas leyendo algo—. Dijiste que querías relajarte, te traje a las aguas termales —dijo su amiga acercándose a ella con un par de toallas.

—Pero no traigo la ropa indicada para meterme —mencionó Johanna tomando su toalla en sus manos.

—Aquí no necesitas ropa —añadió la coreana con cabello rosa mientras camina hasta una puerta al extremo opuesto.

La mexicana la sigue de cercas entrando por esa puerta corrediza, en el interior hay unos pequeños cuartos y donde ve que su amiga empieza a desvestirse.

—¿Qué haces? —indaga Johanna con asombro de ver a su amiga desnudarse frente a ella.

—Desvistiéndome para entrar a las aguas termales —la mexicana al oír eso frunce el ceño el cual Min mira y sabe que no está entendiendo lo que pasa—. Mira aquí estos lugares, no podemos usar ropa abajo porque contaminamos el agua y por eso razón tenemos que entrar desnudas.

—¿Todas las personas adentro estar como dios las trajo al mundo?

—Sí, así que no tengas vergüenza, ellas ni siquiera te mirarán —dijo Min para tranquilizar a su amiga.

Johanna, no muy satisfecha, se desvistió por completo, dejando sus pertenencias en uno de los cuartos y camina al lado de su amiga en completa desnudez. La mira de reojo y se da cuenta de que su parte está algo frondosa, pero prefiere no preguntar cada quien puede andar como guste.

Para la mexicana es algo completamente nuevo y es que en México no hay nada como esto. Al llegar a la sala principal el ambiente se siente muy húmedo y algo caliente. Ven a todas las mujeres de diferentes edades sentadas en sillas de madera, algunas echándose agua antes de entrar a las aguas termales. Nadie mira a nadie para todos es bastante normal.

Así que continúan caminando hasta que Johanna mira cómo las mujeres se les quedan mirando de una manera muy extraña, murmurando entre sí. Haciendo que la mexicana se empiece a sentir algo incómoda.

—Min —llamo a su amiga en su susurro.

—Sí —respondió su amiga de cabello rosa.

—¿Por qué las personas me empiezan a ver extraño? —preguntó Johanna, la coreana mira despistadamente alrededor y comprueba lo que su amiga está diciendo. Por su cabeza pasa la idea de que quizá sea porque es extranjera y no es algo muy común de ver. Voltea a ver a su amiga y nota su cuerpo desnudo encontrando el problema.

—Ya sé por qué te ven así —exclamó en voz baja.

—Dime.

—Es porque tienes tu parte íntima depilada —le confiesa lo que está pasando. Johanna solo la mira de una manera extraña como si estuviera procesando la información—. Aquí no es algo normal estar sin nada ahí abajo. Si no me crees mira a tu alrededor —la mexicana obedece y despistadamente mira a las mujeres notando lo que su amiga acaba de decir—. Pero no te preocupes, no te dirán nada, eres extranjera, solo ignóralos y ya.

—No creo que sea algo fácil de hacer —dijo Johanna cubriendo su parte con su toalla.

—A comparación de ti, yo sí tuve que dejarme crecer lo de abajo. Porque si me ven a mí así, si son capaces de venir y decirme algo —dijo la coreana—, y no podría decirles nada. Aquí no es como México que puedes responderle a los mayores, aquí es una falta grave de respeto.

—Que mal por ti amiga, pero me hubieras dicho con anticipación, así hubiéramos ido a otro lugar.

—Pues ese fue parte de mi plan, que sintieras en carne propia lo que se siente estar en este lugar —expuso la coreana con sonrisa ladina.

—Qué mala —fue lo único que dijo y ambas se la pasaron tranquilamente. Cómo lo había dicho, las mujeres solo la miraban extraño, pero no le dijeron nada en ningún momento.

Al terminar ese momento, ambas salieron del sitio y el chofer las llevó a un restaurante donde comieron. Al caer la noche se dirigieron hacia la casa del padre de Min. Para descansar después de un día con miles de experiencias totalmente nuevas para Johanna.

Aunque la verdad la comida era una delicia, saboréenos nuevos que hacían que sus papilas gustativas disfrutaran y no se diga de los postres que eran riquísimos.

Sin embargo, mañana sería la fiesta del padre de Min y tenían que estar preparadas porque en este país la puntualidad es algo muy importante…

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