A la mañana siguiente, Sam abre los ojos sintiéndolos muy pesados, pero de inmediato el dolor de cabeza se hace presente, sintiéndose fatal. Se pone de pie, cubriendo su cuerpo desnudo con una bata, sale de la habitación, dirigiéndose con dificultad por los pasillos hasta llegar a la cocina, donde ve a su esposa cocinar. —Buenos días, amor —saludó Johanna con alegría. —Buenos días, cariño —dijo, sentándose en la silla frente a la mesa y agarrando las sienes. —¿Te duele la cabeza? —preguntó Johanna mientras ve cómo él se mira un poco triste. —Sí, me duele mucho —confirmó. Al oír eso, la mexicana busca una pastilla en uno de los cajones y llena un vaso de agua, colocándolo frente a él. —Ten, esto te ayudará —le coloca frente a él. —Gracias, cariño —el de toma la pastilla—. ¿Cómo fue que pasó esto? —¿No lo recuerdas? —indagó Johanna. —No. —Déjame refrescarte la memoria —dijo Johanna, bajándole a la estufa y sentándose frente a su esposo. (Flashback) Después
Alim y Min, durante la fiesta, se la pasaron bailando como si fueran dos gallinas espinadas, aunque vieron cómo Johanna y Sam son tan hermosos que se aman mucho. Después de terminarse la fiesta, Min y Alim fueron al departamento donde se la pasaron muy contentos viendo televisión. Al día siguiente, ellos fueron por su propia cuenta a conocer la ciudad. La coreana le mostró al filipino todo lo bello que había, incluso la comida, a pesar de ser un poco picante. Lo lleva a la pequeña empresa que tiene, donde el filipino se quedó mucho más impactado de la hermosa e inteligente mujer que tiene a su lado, quedando mucho más enamorado de ella. Al estar solos en la oficina de Min, se detiene en la enorme ventana de cristal viendo la hermosa vista que tiene de la ciudad. —Min —la llama; ella voltea a verlo. —Sí. —Desde que me invitaste a venir estuve pensando y lo que es seguro es que no me quiero regresar sin ti. —Así que le dije a mi padre que dejaría la empresa para venirme con
Los años han pasado, para ser más exactos, 4 años. Johanna y Sam ya tienen un hermoso niño de 2 años de ojos cafés y cabello oscuro. Que se llama Kim Ji-Hajun. Aunque a Johanna no le agradó mucho el nombre porque es muy difícil de pronunciar, al final aceptó. El pequeño tiene muchos rasgos coreanos, pero los ojos un poco más abiertos que los coreanos de sangre limpia. También tiene rasgos latinos que lo hacen ver un niño superlindo y tierno. Valeria y Hee son las más felices del mundo de tener a un hermanito pequeño con quien jugar y cuidar. Lo consienten como si fuera un pequeño príncipe. Johanna se siente feliz de ver lo atento que es Sam porque desde los nueve meses de embarazo se comportó como todo un caballero, con decir que cuando le dijo, se puso a brincar de alegría y durante todo el tiempo no quería ni tocarla, pero al final ella supo cómo convencerlo, aunque un tanto dudoso. Para ella tener un hijo en este país fue toda una experiencia completamente nueva en comparación
—Señorita Johanna Suárez, es usted encontrada culpable del homicidio del productor Vicent castillo —exclamó el señor juez—. Pero debido a que usted es menor de edad, será trasladada al correccional femenil de mujeres hasta cumplir la mayoría de edad. —Terminó el señor juez golpeando el escritorio con el martillo de madera. —¡No! —un grito invade toda la sala y ese provenía de la madre de Vicent Castillo, que se sentía indignada por la sentencia que le habían dado a la mujer que asesino a su hijo—. ¡Esa mujer debería de ser condenada a la pena de muerte! —dijo la mujer de cabello castaño cubierto con algunas canas. —¡Silencio en la sala! —dijo el juez con voz ronca—. Doy por finalizado este juicio —al terminar de hablar la gente se pone de pie. Dos policías toman del brazo a la joven de quince años de cabello castaño, piel de color medio y de complexión delgada. Que tiene esposas en las muñecas y en los tobillos. Los hombres se llevan a la joven. —¡Te juro que nunca te dejaré
> —¡Ah! —Johanna se despertó sobresaltada, su cuerpo empapado en sudor frío. El eco de los gritos de Vicent aún resonaba en su mente. Miró a su alrededor, asegurándose de que estaba en su habitación, no en aquel gabinete de cristal donde él la había arrojado tantas veces. Cerró los ojos por un momento, intentando calmar su respiración mientras sus manos temblorosas buscaban el interruptor de la lámpara de noche. La suave luz iluminó las cicatrices en sus brazos, recordándole que, aunque los años habían pasado, algunas heridas nunca sanaban del todo. Intenta controlar su respiración tan agitada, haciendo sus
Al llegar del trabajo, la casa parecía más fría y silenciosa que de costumbre. Se sentó sola en la mesa, el sonido del reloj de pared era su única compañía. Cada tic-tac parecía marcar no solo el paso del tiempo, sino también la distancia creciente entre ella y su hija. “Siempre sola”, pensó mientras jugaba con el tenedor. La soledad le pesaba como una sombra que nunca se alejaba. La cena insípida le recordaba los años de sumisión en aquella jaula, con Vicent dictando cada aspecto de su vida. Y hoy no es la excepción, su mente viaja a cuando ella siendo una niña aceptó irse a vivir con Vicent estaba alegre porque desde que estaba con él su carrera había mejorado era la chica del momento. Pero cuando estuvo en esa jaula todo cambio, ella como buena chica le preparaba su comida; sin embargo, él siempre le decía que sabía mal o estaba fría, causando que en ocasiones cuando estaba muy caliente se la arrojara intentando quemarla. Ella nunca entendía por qué la trataba así. Incluso de
Johanna no está muy contenta de dejar a su hija, pero su amiga tiene razón durante los dos meses de vacaciones su hija se la pasará con sus abuelos y es que en esa escuela de paga tiene la forma de estudio que una estadounidense y les dan todo ese tiempo. Así que no tendrá nada que hacer más que estar encerrada en su casa. Además, a Valeria no le importa si se va así que precisamente por eso aceptó ir. Preparo sus maletas y ahora están subiendo al vuelo en primera clase. Johanna toma su asiento y su amiga se sienta frente a ella. —No estés triste, Valeria sabe cuidarse bien —añadió su amiga mirándola. —Claro que estoy preocupada, esa familia solo buscan quitarme a mi hija —mencionó la mujer de color de piel medio. —Pero no pueden hacer nada porque el juez ordenó que tú tienes todo para cuidarla y que solamente pasarían los fines de semana con ellos y unas vacaciones sí y una no —dijo—, pero lo que sigo sin entender es como el juez aceptó eso si son unas pésimas personas.
El chico misterioso observó cómo la mujer que acababa de salvar se quedaba inmóvil, perdida en sus pensamientos. Aprovechó ese instante para alejarse rápidamente, pero cada paso lo hacía sentir más intranquilo. “¿Por qué lo hice? Ni siquiera la conozco…” pensó mientras apretaba los puños. Sin embargo, aquella mirada asustada y vulnerable seguía grabada en su mente. “Tal vez solo fue un reflejo, pero… Bueno, pero no dejaría que la atropellaran, en fin es mejor dejar las cosas así. Continúa con su trayecto hasta llegar al estacionamiento privado donde había dejado su motocicleta. Al entrar al lugar la ve a la distancia, se acerca hasta ella y aunque debido a la tela que cubre la mitad de su rostro, no se ve la sonrisa que ha puesto. Pero le alegra ver a su moto y es que a él le encanta sentir la adrenalina. Siendo acompañada del aire que toca su piel. Se coloca su mochila en su espalda, subiendo ahorcajadas sobre ella, poniéndose el casco y enciende el motor escuchándose un ronronea