—Señorita Johanna Suárez, es usted encontrada culpable del homicidio del productor Vicent castillo —exclamó el señor juez—. Pero debido a que usted es menor de edad, será trasladada al correccional femenil de mujeres hasta cumplir la mayoría de edad. —Terminó el señor juez golpeando el escritorio con el martillo de madera.
—¡No! —un grito invade toda la sala y ese provenía de la madre de Vicent Castillo, que se sentía indignada por la sentencia que le habían dado a la mujer que asesino a su hijo—. ¡Esa mujer debería de ser condenada a la pena de muerte! —dijo la mujer de cabello castaño cubierto con algunas canas. —¡Silencio en la sala! —dijo el juez con voz ronca—. Doy por finalizado este juicio —al terminar de hablar la gente se pone de pie. Dos policías toman del brazo a la joven de quince años de cabello castaño, piel de color medio y de complexión delgada. Que tiene esposas en las muñecas y en los tobillos. Los hombres se llevan a la joven. —¡Te juro que nunca te dejaré en paz! —la voz de la mujer, cargada de odio y sufrimiento, resonó como un eco en la sala—. Tú me arrebataste lo único que me quedaba en la vida… —Sus manos temblaban mientras sus ojos, llenos de lágrimas de rabia, se fijaban en Johanna—. ¡Te haré pagar, m*****a! Aseguraré que ni siquiera puedas soñar con una segunda oportunidad. Johanna ignoró las amenazas de esa mujer, no le importaba lo que hicieran debido a que no se sentía para nada arrepentida de haberse defendido de los abusos de Vicent. Mientras caminaban por los pasillos, ella tenía en su mente, cada recuerdo amargo que había ocasionado ese hombre y cómo ella había sido tan ingenua en caer en sus garras. Los tres salieron del lugar por una puerta trasera, llevándola hasta un auto brindado, metiéndola en su interior y entrando con ella sentándose a su lado. El ronquido del motor se escuchó seguido del movimiento del vehículo. Ella sabía a donde la llevaban y no se sentía mal, entendía que debía de estar ahí. Lo que se lamentaba es de haberle creído a ese hombre, todavía recordaba cómo fue que lo conoció: todo comenzó en una entrevista para un comercial de pasta dental. Johanna estaba en la fila esperando impaciente su turno, cuando le tocó dio todo de sí, al terminar le dijeron que era muy buena, pero que no buscaban a una chica con el cabello castaño y la rechazaron de inmediato. Estaba triste y desanimada al escuchar que por una simple cosa la estaba rechazado, estaba por salir de las instalaciones cuando un hombre corriendo detrás de ella la detuvo. —¿Johanna? —la llamo el hombre alto, fornido, bien vestido, cabello castaño claro y hermosos ojos avellana. —Sí —respondió Johanna con lágrimas en los ojos. —No llores linda, entiendo que este medio es bastante duro con las aprendices —dijo, sonriendo—, aunque la verdad para mí has estado asombrosa y quiero que trabajes para mí. Johanna no se creía lo que escuchaba, dejo de sentirse triste porque un rayo de esperanza la iluminaba y por fin iba a lograr ser una famosa modelo. Las puertas se abrieron, dejando que la luz volviera a entrar a la parte trasera del camión, opacando por un momento la vista de la castaña, hasta que sus ojos lograron acoplarse a la luz, pudo ver a un hombre armado y cubierto por completo del rostro. —¡Abajo! —ordenó un el hombre. Johanna, como buena niña, obedeció la petición de ese desconocido. Bajo del camión sin protestar, seguido de los otros dos que ya estaban con ella y al estar frente a ese nuevo hombre la tomó de la muñeca jalándola hacia el interior de la enorme prisión. Caminaron con calma por los fríos y oscuros pasillos. Hasta que se detuvieron en una pequeña habitación donde una mujer mayor maquillada exageradamente se encuentra frente a una computadora muy antigua. —Señora Olmos —le llamó la atención uno de los hombres. La mujer aparta la vista del monitor mirando hacia nuestra dirección, sonríe satisfecha como si conociera a Johanna. —Tú debes de ser la nueva —expresó la mujer muy sonriente. Teclea algo en su computadora y se escucha el sonido de la impresora. La mujer toma la hoja que ha salido y se aproxima hasta ellos. Saliendo de la pequeña habitación y caminando a la siguiente, donde solo hay una cámara fotográfica y un cartel con rayas. —¡Párate ahí! —uno de los hombres de atrás empuja a la castaña. Johanna se acerca al lugar donde la mujer mayor le está señalando con su huesudo dedo. —Aquí linda —dijo la mujer. Johanna se para en la cruz—. Sujeta esto —la anciana le entra el cartel con el hombre de Johanna Suárez escrito en letras grandes y un número de serie. La anciana con paso de caracol se acerca a la cámara colocándose detrás de ella. Toma la primera imagen. —Sonríe mi niña, por lo menos debes de verte linda en la foto de tu ficha policial —propone la anciana, pero para Johanna no le ve importancia si se ve bien o mal—, está bien como elijas —se enoja la anciana—. Ahora de perfil derecho —ordena. Johanna obedece—. De perfil izquierdo. Perfecto. Al terminar la sección de fotos, la mujer mayor toma el cartel de Johanna dejándolo en una mesa cercana y toma de las manos a la joven. Llevándola consigo hasta otra habitación donde le entrega un par de mantas y un uniforme. —Bienvenida linda —agrega la anciana. Johanna solo la ve con disgusto, pero no le contesta nada. Uno de los policías toma a la joven jalándola hasta entrar al área donde se encuentran todos las reclusas. Caminan por el pasillo viendo desde el primer piso que la prisión está dividida en dos pisos, la superior y la inferior. Johanna sigue de cercas a los hombres mientras que pasan por los pequeños cuartos, algunos desocupados, mientras en otros hay mujeres muy jóvenes un tanto violentas que al verla le lanzas besos o palabras obscenas hasta que llegan a uno de los cuartos donde ve que hay una mujer en su interior. —Este será tu nuevo hogar, a las 7:00 de la mañana es el desayuno y a las 3:00 de la tarde es la comida procura estar puntual porque si no te toca comida ese no es nuestro problema —le informa el hombre—. De las 12:00 de medio día hasta las 2:30 de la tarde podrán salir al patio —sigue hablando—. Y de las 7 a las 8 podrán entrar a las regaderas, pero solo en ese horario. ¡Entendiste! —le grita. —Sí, señor —confirma Johanna. —Perfecto, pelos rojos será tu compañera durante tu instancia con nosotros, así que espero que te lleves bien con ella o no es nuestro problema —el hombre continúa contándole. Mientras que el otro que venía detrás de ella le quita las cadenas de los tobillos y de las muñecas. Empujando a la castaña para que entre en su interior. Cerrando la puerta, dejándola sola con esa mujer de cabello corto. —Hola, tú debes de ser Johanna Suárez, la modelo que mato al productor Vicent Castillo —habla la mujer. —Sí —acepta la castaña. —¿Y es verdad que dicen que lo mataste cortándole el cuello y que té quédate viendo como su alma salía poco a poco? —pregunta la mujer con un tono de voz muy macabro. —Tal vez —Johanna usa el mismo tono que ella e intentando poner una mirada fría. Por un momento ambas mujeres se quedan calladas en un duelo de miradas hasta que la mujer de cabello corto se pone de pie hasta quedar frente a Johanna. Ella tiembla en su interior, espera y que esta mujer no le vaya a hacer daño. —¡Ja, ja, ja! —suelta la carcajada y pasa su brazo por encima de sus hombros—. Me caes bien niña. Creo que seremos buenas amigas. Mi cama es la de arriba, así que te tocara dormir abajo —le aclaro la chica. —Está bien, no tengo problema —acepto gustosa Johanna y es que para ella está bien dormir en esa parte -¿Las chicas de aquí? —Preguntó Johanna fingiendo estar tranquila, la preocupación surgiendo en su corazón—. ¿Son realmente tan malos como dicen? La otra mujer se rió sarcásticamente. - Peor de lo que piensas. Algunos vienen aquí para matar a sus propias familias, otros... por cosas que no mencionaré. Sólo un consejo: mantente alejado de ellos y, si alguien se acerca demasiado, asegúrate de que comprendan que no eres un blanco fácil. Johanna solo asiente y es que lo que menos quiere son problemas. Toma asiento en su cama y solo espera que su madre esté bien porque durante el juicio ella permaneció triste y seria al ver a su hija siendo condenada…> —¡Ah! —Johanna se despertó sobresaltada, su cuerpo empapado en sudor frío. El eco de los gritos de Vicent aún resonaba en su mente. Miró a su alrededor, asegurándose de que estaba en su habitación, no en aquel gabinete de cristal donde él la había arrojado tantas veces. Cerró los ojos por un momento, intentando calmar su respiración mientras sus manos temblorosas buscaban el interruptor de la lámpara de noche. La suave luz iluminó las cicatrices en sus brazos, recordándole que, aunque los años habían pasado, algunas heridas nunca sanaban del todo. Intenta controlar su respiración tan agitada, haciendo sus
Al llegar del trabajo, la casa parecía más fría y silenciosa que de costumbre. Se sentó sola en la mesa, el sonido del reloj de pared era su única compañía. Cada tic-tac parecía marcar no solo el paso del tiempo, sino también la distancia creciente entre ella y su hija. “Siempre sola”, pensó mientras jugaba con el tenedor. La soledad le pesaba como una sombra que nunca se alejaba. La cena insípida le recordaba los años de sumisión en aquella jaula, con Vicent dictando cada aspecto de su vida. Y hoy no es la excepción, su mente viaja a cuando ella siendo una niña aceptó irse a vivir con Vicent estaba alegre porque desde que estaba con él su carrera había mejorado era la chica del momento. Pero cuando estuvo en esa jaula todo cambio, ella como buena chica le preparaba su comida; sin embargo, él siempre le decía que sabía mal o estaba fría, causando que en ocasiones cuando estaba muy caliente se la arrojara intentando quemarla. Ella nunca entendía por qué la trataba así. Incluso de
Johanna no está muy contenta de dejar a su hija, pero su amiga tiene razón durante los dos meses de vacaciones su hija se la pasará con sus abuelos y es que en esa escuela de paga tiene la forma de estudio que una estadounidense y les dan todo ese tiempo. Así que no tendrá nada que hacer más que estar encerrada en su casa. Además, a Valeria no le importa si se va así que precisamente por eso aceptó ir. Preparo sus maletas y ahora están subiendo al vuelo en primera clase. Johanna toma su asiento y su amiga se sienta frente a ella. —No estés triste, Valeria sabe cuidarse bien —añadió su amiga mirándola. —Claro que estoy preocupada, esa familia solo buscan quitarme a mi hija —mencionó la mujer de color de piel medio. —Pero no pueden hacer nada porque el juez ordenó que tú tienes todo para cuidarla y que solamente pasarían los fines de semana con ellos y unas vacaciones sí y una no —dijo—, pero lo que sigo sin entender es como el juez aceptó eso si son unas pésimas personas.
El chico misterioso observó cómo la mujer que acababa de salvar se quedaba inmóvil, perdida en sus pensamientos. Aprovechó ese instante para alejarse rápidamente, pero cada paso lo hacía sentir más intranquilo. “¿Por qué lo hice? Ni siquiera la conozco…” pensó mientras apretaba los puños. Sin embargo, aquella mirada asustada y vulnerable seguía grabada en su mente. “Tal vez solo fue un reflejo, pero… Bueno, pero no dejaría que la atropellaran, en fin es mejor dejar las cosas así. Continúa con su trayecto hasta llegar al estacionamiento privado donde había dejado su motocicleta. Al entrar al lugar la ve a la distancia, se acerca hasta ella y aunque debido a la tela que cubre la mitad de su rostro, no se ve la sonrisa que ha puesto. Pero le alegra ver a su moto y es que a él le encanta sentir la adrenalina. Siendo acompañada del aire que toca su piel. Se coloca su mochila en su espalda, subiendo ahorcajadas sobre ella, poniéndose el casco y enciende el motor escuchándose un ronronea
Después de salir del aeropuerto, las amigas llegaron a la lujosa casa del padre de Min, como le había dicho, él no estaba y decidieron quedarse en la casa para poder descansar. Al día siguiente, ambas mujeres después de un desayuno salieron para que Johanna pudiera conocer un poco de la ciudad. El chofer las llevo a al centro comercial, donde las chicas se la pasaron viendo miles de ropas de marca y lujo. Johanna miraba con atención cada precio y la verdad es que es sumamente caro. Pero Min le ha explicado que aquí lo importante es traer lo que es original y no una copia barata. —¿No te gustaría probarte algo? —preguntó Min al ver cómo Johanna se le queda mirando a un lindo vestido color Borgoña, con la marca corta, sin espalda, falda ancha y escote cuadrado. —Es muy lindo, pero no hay de mi talla —respondió algo triste—. En México soy talla S y aquí no lo sé. La coreana se pone a buscar entre la ropa, como sabe con exactitud las medidas de su amiga, agarra el que sea su
Al día siguiente ambas amigas estás en labor de prepararse para la fiesta. La coreana escogió un típico vestido rosa pálido, con cuello alto de mangas y la falda hasta la rodilla. Con su cabello con pequeñas ondas en las puntas. Mientras la mexicana salió del baño luciendo un bello vestido verde oscuro entallado a su cuerpo, con escote en forma de corazón, dejando al descubierto la espalda y una pierna. La tela es de la que está de moda que asemeja como si el vestido estuviera mojado. —¿Qué te parece? —preguntó Johanna mirando cómo su amiga abre los ojos más de lo que puede. —¡Madre mía! —exclamó Min y no es que no esté acostumbrada a verla así. Si no es que aquí en Corea, eso no es para nada normal. —¿Es mucho? —Diría demasiado, mejor ponte otro que no esté tan revelador o nos sacarán de la fiesta —dijo la coreana con más tranquilidad. —Pero sus reglas aplican para ustedes, no dijiste que no me dirán nada por ser extranjera —protesto Johanna colocando sus manos en su
El hombre desconocido se la ha pasado en su oficina y es que desde muy temprano su madre le mando los perfiles de las chicas. No niega que son hermosas, con excelentes carreras y trabajos. Pero ninguna de ellas le llama la atención y prefiere dejar toda esa información a un lado. Se desploma sobre la silla y es que le estresa demasiado que su madre le esté insistiendo con eso cuando ella sabe mejor que nadie lo mal que se la paso. Vuelve abrir una de las carpetas mirando la foto de la chica, pero su mente recuerda a la mujer que salvo en el aeropuerto y la verdad que era una mujer muy bonita. Con rasgos completamente distintos que lo han dejado impactado. Las puertas se abren haciendo que el hombre regresa a la realidad. A la oficina entra un chico joven con paso apresurado hasta quedar de pie frente a su jefe que se encuentra revisando algunos documentos. —¿Qué ocurre? —preguntó el hombre desconocido. —Señor Kim, la fiesta del señor Park está por comenzar y si no se va
Las dos amigas han decidió retirarse y es que necesitan un poco de aire fresco y una bebida. Cómo son menores solo pueden escuchar las pláticas sin opinar nada y eso es superestresante. Más para Johanna que ella no está acostumbrada a este tipo de situaciones. Cada una se toma una pequeña copa y la coreana deja a su amiga sola porque necesita ir al baño. La mexicana toma la bebida como su amiga le ha indicado que es girar la cabeza ligeramente, llevando el vaso con ambas ambos hacia la boca y al terminar deja la copa sobre la mesa. Johanna ve un pequeño balcón y decide ir a ver qué vista tiene. Camina con calma hasta quedar de pie a pocos centímetros del barandal. Se queda mirando con asombro los lindos jardines y es que Min le ha dicho que tener este tipo de cosas aquí es supercaro y representa mucho el estatus y el dinero. El señor Kim ha logrado separarse del señor Park y no ha perdido de vista a la señorita Suárez. Ahora la ve sola en el balcón y es el mejor momento de acer