Con sus abuelos

Al llegar del trabajo, como le había ordenado a su sirvienta estaba cenando sola, no le gustaba mucho esa sensación tan extraña, tan lúgubre, nunca le ha agradado estar sola y es que cada vez que está así siempre los terribles momentos del pasado se manifiestan.

Y hoy no es la excepción, su mente viaja a cuando ella siendo una niña aceptó irse a vivir con Vicent estaba alegre porque desde que estaba con él su carrera había mejorado era la chica del momento.

Pero cuando estuvo en esa jaula todo cambio, ella como buena chica le preparaba su comida; sin embargo, él siempre le decía que sabía mal o estaba fría, causando que en ocasiones cuando estaba muy caliente se la arrojara intentando quemarla.

Ella nunca entendía por qué la trataba así. Incluso después le prohibía ponerse ropa muy reveladora o muy ajustada porque siempre le gritaba que se la ponía para que todos la vieran. El día que ella se defendió recibió su primera cachetada.

Ella agita la cabeza intentando olvidar esos terribles recuerdos y al terminar de comer se fue hasta la sala de estar donde llamo a su hija.

Se escucha el contante sonido de llamada entrante, hasta que contesta su hija.

—Hola Johanna —respondió su hija con su típica voz fría y es que ella no la llama mamá desde hace años. Y prefiere llamarla por su nombre.

—Hola hija, ¿cómo te va? —preguntó Johanna para saber cómo es que la están tratando.

—Bien Johanna, mis abuelos me sacaron a cenar a uno de los restaurantes más prestigiosos de aquí de Jalisco —dijo su hija feliz su madre de inmediato noto ese rápido cambio de actitud en su voz, haciéndola sentir mal porque con ella es muy diferente.

—Me alegra saber que te esté divirtiendo, pero te llamaba para decirte que si no te molesta si me voy con mi amiga Min de vacaciones —le empezó a contar.

—¿A dónde irás? —indagó con mucha curiosidad.

—Iré a Corea del Sur —le contestó con cariño.

—Está bien Johanna, puedes irte, ya sabes que me quedaré con mis abuelos durante todas estas vacaciones —le recordó lo que ella ya sabía.

—Está bien —dijo—, ¿no te gustaría ir conmigo? —indagó para saber si su hija está interesada en saber por lo menos a donde va.

—No, prefiero quedarme con mis abuelos ellos si me compran lo que quiero y si voy contigo tú no lo harás —dijo, pero con un tono de voz despreocupado, el cual Johanna entendió perfectamente que su hija no la quiere.

—Mmm, ya veo, disfruta el tiempo con tus abuelos —mencionó Johanna con una voz triste.

—Claro, me traes un recuerdo —manifestó con tono despreocupado.

—Sí —se hace un silencio.

—Bye, Johanna —se despide la adolescente.

—Te am… —no termina la frase cuando escucha el sonido de llamada finalizada.

Separa el móvil de su oído y mira la pantalla que efectivamente ya no tiene la llamada. Solo se queda seria y triste de saber que su hija actúa de ese modo con ella.

Una lágrima baja por su mejilla, es que ella ama mucho a su hija y le duele demasiado eso. Todavía recuerda cuando su hija era una niña de seis años, lo amorosa y tierna. Cuando le tocaba ir con sus abuelos se negaba y hasta lloraba porque no la dejara ir. Cómo le gustaría volver en el tiempo y quedarse ahí con su hija para siempre.

—¡Señora! —la llama la sirvienta. Johanna se limpia rápidamente las lágrimas que han bajado por sus mejillas y se reincorpora rápidamente mirando hacia la mujer joven que está de pie en el umbral de la puerta.

—Sí —responde y la mujer se da cuenta de que su jefa ha estado llorando. Y es que últimamente la señora Johanna se la pasa así.

—Ya acabe de limpiar, necesita algo más antes de que me vaya —mencionó la mujer mirándola con un poco de melancolía.

—No, puedes irte —la sirvienta se da la vuelta—. ¡Alejandra! —la llamo y ella voltea a verla de nuevo —. Me iré unas semanas de vacaciones, te pagaré para que vayas a trabajar con mi madre para que no te quedes sin trabajo —dijo Johanna y es que ya había pensado en Alejandra y no la dejaría sin trabajo.

—Gracias por pensar en mi señora y será un honor en ir a cuidar a la señora María —aceptó la mujer joven de cabello oscuro.

—Puedes retirarte —mencionó con una media sonrisa.

Alejandra no dice nada más y se retira. Pero no puede dejar de pensar en cómo su señora siempre está triste; sin embargo, entiende que todo es culpa de la señorita Valeria y es que desde que se va con sus abuelos solo regresa peor. Con mucho odio hacia su mamá que tanto la ama.

Ella está segura que ellos le han de decir que mato a su padre y cosas así. Solo espera que pronto la señorita Valeria se dé cuenta de que la estupenda madre que tiene.

Entre tanto, la adolescente de ojos claros, cabello café y piel blanca regresa a la mesa con sus abuelos.

—Ya volví —dijo la chica tomando su lugar que hace un instante ocupaba.

—¿Quién era mi niña? —curiosea la mujer mayor de con canas en el cabello.

—Era Johanna —responde la pregunta. La anciana al escuchar ese nombre aprieta la quijada de rabia.

—¿Qué quería? —indagó Inés con curiosidad porque quería saber que es lo que quería esa mujer.

—Nada importante —Valeria no quiere hablar de eso y es que odia cuando su abuela se la pasa interrogándola cada vez que su madre le llama.

La señora Castillo intentará seguir investigando que es lo que su nieta no le quiere decir, pero justo está por hablar cuando su esposo la interrumpe.

—Mi amor deja a la niña en paz, mejor disfrutemos de la cena y es que ya mande pedir el postre —mencionó el señor Anastasio. Valeria se emociona porque le encanta mucho la parte del postre—. Y es tu favorito mi niña, pastel de frutos rojos —declaró el hombre mayor.

—¡Sí! —grito frenéticamente la adolescente.

A Inés le molesta ese comportamiento de niña, está por regañarla cuando su esposo le da un golpe en la pierna para que no lo vaya a hacer y ella se detiene.

En ese momento llega el mesero dejando tres pedazos de pastel con muchos frutos. Valeria toma los cubiertos y antes de que el mesero pueda irse ella ya está llenando su boca de pan y fruta.

Ambos hombres mayores miran a su nieta con cierto disgusto y es que ellos han pertenecido a una familia de alta alcurnia durante muchos años. Todos y cada uno de sus integrantes tiene buenos modales en la mesa, pero su nieta todavía no logra entender ese punto. Así que durante estos dos meses que estará con ellos se pondrán manos a la obra para enseñarle.

Al finalizar la cena, los tres van en un auto clásico por las calles de Jalisco con rumbo hacia su lujosa casa que está en uno de los barrios más emblemáticos.

Al auto entra por la reja metálica de color oscuro, al detenerse en la puerta un sirviente bien vestido le abre la puerta bajando las personas de su interior. Valeria camina por el empedrado de la casa al lado de sus abuelos, entran a la casa de dos pisos llevando a su nieta a su habitación y ellos entran a la de ellos.

Dejando salir un fuerte suspiro de alivio y es que es muy difícil a su edad estar lidiando con esa niña. Si bien es hija de su querido y amado hijo. Pero es que la niña es el vivo retrato de su madre solo con los ojos y color de piel de Vicent.

Haciendo que eso le incomode porque odia mucho a esa mujer y si está soportando a Valeria es porque cuando sea mayor de edad hará que ella deje a su mamá y se vaya a vivir con ellos.

Para dejarla así sin nada y es que esa odiosa mujer no se merece nada que no sea la muerte. Aunque al tenerla con ellos no la dejara vivir en su casa, la mandara a un internado donde sea educada de la mejor manera porque esa mujer no lo ha hecho nada bien.

Y en su familia todos deben de tener modales y educación perfecta…

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