Con sus abuelos

Al llegar del trabajo, la casa parecía más fría y silenciosa que de costumbre. Se sentó sola en la mesa, el sonido del reloj de pared era su única compañía. Cada tic-tac parecía marcar no solo el paso del tiempo, sino también la distancia creciente entre ella y su hija. “Siempre sola”, pensó mientras jugaba con el tenedor. La soledad le pesaba como una sombra que nunca se alejaba. La cena insípida le recordaba los años de sumisión en aquella jaula, con Vicent dictando cada aspecto de su vida.

Y hoy no es la excepción, su mente viaja a cuando ella siendo una niña aceptó irse a vivir con Vicent estaba alegre porque desde que estaba con él su carrera había mejorado era la chica del momento.

Pero cuando estuvo en esa jaula todo cambio, ella como buena chica le preparaba su comida; sin embargo, él siempre le decía que sabía mal o estaba fría, causando que en ocasiones cuando estaba muy caliente se la arrojara intentando quemarla.

Ella nunca entendía por qué la trataba así. Incluso después le prohibía ponerse ropa muy reveladora o muy ajustada porque siempre le gritaba que se la ponía para que todos la vieran. El día que ella se defendió recibió su primera cachetada.

Ella agita la cabeza intentando olvidar esos terribles recuerdos y al terminar de comer se fue hasta la sala de estar donde llamo a su hija.

Se escucha el contante sonido de llamada entrante, hasta que contesta su hija.

—Hola, Valeria. ¿Cómo te ha ido? —la voz de Johanna tembló ligeramente, aunque intentó sonar casual. —Bien —respondió la joven, su tono seco y distante como siempre—. Mis abuelos me llevaron a cenar al restaurante más caro de Jalisco. Johanna apretó los labios, sintiendo el habitual nudo en el estómago. “Conmigo apenas acepta un café, pero con ellos siempre es distinto”. —Qué bien —murmuró, esforzándose por mantener la compostura—. ¿Te gustaría venir conmigo a Corea? —No. —Valeria soltó una risa sarcástica—. Mis abuelos al menos me compran lo que quiero.

—Me alegra saber que te esté divirtiendo, pero te llamaba para decirte que si no te molesta si me voy con mi amiga Min de vacaciones —le empezó a contar.

—¿A dónde irás? —indagó con mucha curiosidad.

—Iré a Corea del Sur —le contestó con cariño.

—Está bien Johanna, puedes irte, ya sabes que me quedaré con mis abuelos durante todas estas vacaciones —le recordó lo que ella ya sabía.

—Está bien —dijo—, ¿no te gustaría ir conmigo? —indagó para saber si su hija está interesada en saber por lo menos a donde va.

—No, prefiero quedarme con mis abuelos ellos si me compran lo que quiero y si voy contigo tú no lo harás —dijo, pero con un tono de voz despreocupado, el cual Johanna entendió perfectamente que su hija no la quiere.

—Mmm, ya veo, disfruta el tiempo con tus abuelos —mencionó Johanna con una voz triste.

—Claro, me traes un recuerdo —manifestó con tono despreocupado.

—Sí —se hace un silencio.

—Bye, Johanna —se despide la adolescente.

—Te am… —no termina la frase cuando escucha el sonido de llamada finalizada.

Separa el móvil de su oído y mira la pantalla que efectivamente ya no tiene la llamada. Solo se queda seria y triste de saber que su hija actúa de ese modo con ella.

Una lágrima baja por su mejilla, es que ella ama mucho a su hija y le duele demasiado eso. Todavía recuerda cuando su hija era una niña de seis años, lo amorosa y tierna. Cuando le tocaba ir con sus abuelos se negaba y hasta lloraba porque no la dejara ir. Cómo le gustaría volver en el tiempo y quedarse ahí con su hija para siempre.

—¡Señora! —la llama la sirvienta. Johanna se limpia rápidamente las lágrimas que han bajado por sus mejillas y se reincorpora rápidamente mirando hacia la mujer joven que está de pie en el umbral de la puerta.

—Sí —responde y la mujer se da cuenta de que su jefa ha estado llorando. Y es que últimamente la señora Johanna se la pasa así.

—Ya acabe de limpiar, necesita algo más antes de que me vaya —mencionó la mujer mirándola con un poco de melancolía.

—No, puedes irte —la sirvienta se da la vuelta—. ¡Alejandra! —la llamo y ella voltea a verla de nuevo —. Me iré unas semanas de vacaciones, te pagaré para que vayas a trabajar con mi madre para que no te quedes sin trabajo —dijo Johanna y es que ya había pensado en Alejandra y no la dejaría sin trabajo.

—Gracias por pensar en mi señora y será un honor en ir a cuidar a la señora María —aceptó la mujer joven de cabello oscuro.

—Puedes retirarte —mencionó con una media sonrisa.

Alejandra no dice nada más y se retira. Pero no puede dejar de pensar en cómo su señora siempre está triste; sin embargo, entiende que todo es culpa de la señorita Valeria y es que desde que se va con sus abuelos solo regresa peor. Con mucho odio hacia su mamá que tanto la ama.

Ella está segura que ellos le han de decir que mato a su padre y cosas así. Solo espera que pronto la señorita Valeria se dé cuenta de que la estupenda madre que tiene.

Entre tanto, la adolescente de ojos claros, cabello café y piel blanca regresa a la mesa con sus abuelos.

—Ya volví —dijo la chica tomando su lugar que hace un instante ocupaba.

—¿Quién te llamó, mi niña? —preguntó Inés, su voz suavemente inquisitiva mientras sus dedos tamborileaban en la mesa de madera. —Johanna —respondió Valeria sin darle importancia. Inés estrechó los ojos por un instante, aunque pronto recuperó su expresión afable. —¿Y qué quería? —continuó con aparente desinterés, pero sus manos se apretaron levemente en su regazo。 —Nada importante —Valeria evadió, mordisqueando su pastel con indiferencia. —Mi amor —interrumpió Anastasio, colocando una mano firme sobre la de su esposa—. Deja que la niña disfrute su postre.

A Inés le molesta ese comportamiento de niña, está por regañarla cuando su esposo le da un golpe en la pierna para que no lo vaya a hacer y ella se detiene.

En ese momento llega el mesero dejando tres pedazos de pastel con muchos frutos. Valeria toma los cubiertos y antes de que el mesero pueda irse ella ya está llenando su boca de pan y fruta.

Ambos hombres mayores miran a su nieta con cierto disgusto y es que ellos han pertenecido a una familia de alta alcurnia durante muchos años. Todos y cada uno de sus integrantes tiene buenos modales en la mesa, pero su nieta todavía no logra entender ese punto. Así que durante estos dos meses que estará con ellos se pondrán manos a la obra para enseñarle.

Al finalizar la cena, los tres van en un auto clásico por las calles de Jalisco con rumbo hacia su lujosa casa que está en uno de los barrios más emblemáticos.

Al auto entra por la reja metálica de color oscuro, al detenerse en la puerta un sirviente bien vestido le abre la puerta bajando las personas de su interior. Valeria camina por el empedrado de la casa al lado de sus abuelos, entran a la casa de dos pisos llevando a su nieta a su habitación y ellos entran a la de ellos.

Dejando salir un fuerte suspiro de alivio y es que es muy difícil a su edad estar lidiando con esa niña. Si bien es hija de su querido y amado hijo. Pero es que la niña es el vivo retrato de su madre solo con los ojos y color de piel de Vicent.

Haciendo que eso le incomode porque odia mucho a esa mujer y si está soportando a Valeria es porque cuando sea mayor de edad hará que ella deje a su mamá y se vaya a vivir con ellos.

Para dejarla así sin nada y es que esa odiosa mujer no se merece nada que no sea la muerte. Aunque al tenerla con ellos no la dejara vivir en su casa, la mandara a un internado donde sea educada de la mejor manera porque esa mujer no lo ha hecho nada bien.

Y en su familia todos deben de tener modales y educación perfecta…

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