Organización para la cita

Al mandarle el último mensaje a la señorita Suárez se pone de pie caminando directo hacia la salida de su oficina donde se acerca al escritorio de su asistente.

—Dong —lo llama por su nombre. El joven se levanta de su asiento haciendo una reverencia y sin mirar a los ojos a su jefe.

—Sí, señor Kim —responde el joven.

—Puedes hacerme una reservación para cenar mañana en la noche en el mejor restaurante de Corea —ordena, el joven asiente—. Mejor háblale al dueño y dile que quiero reservar todo el restaurante para mañana en la noche. No importa el precio pagaré el doble si es necesario. Que solo deje a los trabajadores que sean indispensables y discretos.

—Está bien señor Kim —obedece el joven bien vestido.

—También mándales el contrato de confidencialidad al dueño, que lo firmen todos los que estén presentes y déjales claro que si incumplen con su parte tendrán consecuencias legales —le deja claro para que entienda que esto es de suma delicadeza.

—Sí, señor Kim, yo le dejaré claro todo.

—Gracias —le agradece y se va, el joven hace una reverencia mientras el que jefe se va. Y es que él sabe que va directo a la siguiente reunión.

Entretanto, en la casa de la familia Park, una coreana y una mexicana están en la cocina. Y es que Min me pidió a todos los sirvientes que sí los podían dejar solas un momento.

Y ella empezó a explicarle un poco de cómo debe de comportarse en la mesa.

—¿Entendiste? —preguntó Min mirando a su amiga que está sentada frente a ella.

—Sí —dijo con una voz medio dudosa.

—A ver repite lo que te dije.

—Los palillos son para los platillos, la cuchara es para el arroz y la sopa. No sostengas los palillos y la cuchara al mismo tiempo, nunca usar los palillos como brochetas y no los claves en el plato de arroz. Es mejor dejarlos sobre la mesa —repitió Johanna las indicaciones que le ha dado su amiga.

—Perfecto, continúa.

—Debo de esperar a que la coma primero, si me sirve alguna bebida alcohólica debo de aceptarla con ambas manos y cuando lo tome tengo que voltear ligeramente hacia atrás. Y para las familias que respetan la cultura no se habla durante la comida, pero eso ya dependerá de si el señor Kim se lo permite o no —termino de hablar Johanna—. Odio no hablar y actuar como sumisa a todo esto.

—Lo sé, pero como te digo, él proviene de una familia muy tradicional y es mejor que estés al tanto para que no te tome desprevenida —mencionó Min—. Ahora la siguiente lección —dijo acomodándose en su asiento, Johanna solamente suspira frustrada porque ya llevan un rato así—, nunca rellenes tu vaso solamente, debes de servirle primero a él o preguntarle antes de servirte a ti. No debes de comer ni muy rápido, ni muy lento si no al mismo ritmo de él y no puedes levantarte a menos que el haya terminado y dejas la cuchara y los palillos en el lugar inicial —la mexicana escucha todas esas reglas y hace una expresión de incomodidad porque no sabe cómo le hará para recordar todo sin equivocarse—. También si pide una comida donde la carne venga cruda y ponga alguna patilla o algo así. Tú tendrás que cocinar la carne, dejarla en el punto exacto, cortarla y ofrecérsela a él.

—¡Que!, esto ya parece sumisión —protesto Johanna al escuchar lo que tiene que hacer.

—No lo es o bueno, aquí no lo ven de esa manera. Aunque ahora que lo piensas puede que tengas razón —dijo Min rascándose la barbilla con su pulgar.

—Ya mejor dejemos aquí las lecciones, mañana me sigues diciendo o ahora terminaré loca —expresó Johanna levantándose de la mesa.

—Está bien. ¿Qué te pondrás mañana? —indagó la coreana.

—No lo sé, probablemente uno de los vestidos que traje de México —contestó la mexicana.

—¡No!

—¿Qué tiene de malo que me ponga uno de esos vestidos? —curiosea Johanna cruzándose de brazos.

—Pues a menos que quieras darle un paro cardíaco al señor Kim —dijo la coreana con ironía.

—Ahora que lo dices no sería nada malo —sonrió la castaña.

—¡Johanna! —vociferó Min sonriendo por lo que quiso decir su amiga. Ambas se ven y terminan riendo.

La señora Park baja las escaleras de su casa, está por salir al jardín a tomar aire fresco y cortar algunas rosas. Cuando escucha unas risas provenientes de la cocina. Mira pasar a una de sus sirvientas. Que la chica al verla le hace una reverencia y no la mira a los ojos.

—¿Qué es todo ese escándalo? —preguntó la mujer con un tono firme en su voz.

—Es la señorita Min y la señorita Johanna que están en la cocina —respondió la mujer sin dejar la reverencia. Al oír eso, la señora Park se sorprende a la vez que se enfurece más.

—¿¡Que es lo que están haciendo!?

—No lo sé, señora, solo la señorita Min nos pidió que si las podíamos dejar solas —dijo la chica con voz tímida.

—Está bien, puedes irte —la mujer le hace una señal con la mano y la chica con uniforme blanco se va. La señora Park no puede de vista a la chica hasta que se entra a otra habitación—. Ahora verán esas niñas —murmuro y se fue directo hacia la cocina caminando con paso apresurado. Entre más se acerca, escucha cada vez más fuerte las risas de esas mujeres. Se detiene en las puertas y las abre de sopetón. Haciendo que las dos mujeres en el interior dejen de reír al la expresión de seriedad en el rostro de la señora Park. La mujer camina con mucha elegancia y tranquilidad mientras coloca las manos sobre su falda de una manera sutil. Min se pone de pie y hacen una reverencia. Johanna, al ver a su amiga, hace lo mismo—. ¿Qué hacen aquí?

—Nada madre únicamente le enseño a mi amiga los modales al comer aquí —contestó Min con una voz temerosa y a la vez como si fuera un robot que ya tiene más respuestas listas. Aunque para la señora Park es sumamente extraño y averiguara que es lo que traman estas dos.

—¿Y para qué le estás enseñando? —indagó la mujer mayor. Min se queda callada y es que se da cuenta de que no ha contestado de la mejor manera. Johanna se da cuenta de eso y se le ocurre responder.

—Min me está enseñando como comer porque la vez pasada que salimos a comer la gente se me quedaba viendo de mala manera y además también para al estar en la mesa con usted no faltarle al respeto —la señora Park al oír esa respuesta proviniendo de la mujer mexicana le resulta extraño y es que no entiende por qué su hija no fue capaz de decir algo—. Señora Park no culpe a Min, yo fui la que le pidió que me enseñara, ella se negó, pero la obligué y no se preocupe, no seremos, le haremos ningún ruido.

La mujer continúa viéndolas con indiferencia, ambas mujeres solo permanecen haciendo reverencia y no le dirigen la palabra.

—Está bien, pero salgan de la cocina o serán ustedes las encargadas de la comida y la cena —dijo la mujer haciendo que ambas amigas se queden calladas—. Y una cosa más, no quiero escuchar nada de risas, gritos u otro ruido. ¿Entendieron?

—Sí —replican ambas amigas en unísono.

La mujer les dedica una última mirada, inconforme y se va sin ver atrás. Al estar lo suficientemente lejos, las dos mujeres dejan de hacer reverencia y salen de la cocina.

—Uf de la que me salvaste —agradece Min pasando su mano por su frente.

—De nada, para eso estamos las amigas —Johanna le dedica una sonrisa a Min mientras la toma de la mano.

—Pero vámonos, tenemos que buscar el vestido Perfecto para tu salida —la coreana agarra la mano de su amiga y la jala hacia la salida.

Johanna solo deja salir un suspiro de frustración y es que si en la mesa fueron miles de reglas no se imagina las reglas para la vestimenta…

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