Cita parte 2

Pasan unos dos minutos el coreano se da cuenta de que Johanna lo mira despistadamente, pero cuando él voltea a verla y sus ojos hacen contacto visual, ella rápido baja la vista provocando que esa actitud le cause gracia y es que pareciera como una jovencita que está viendo a alguien que ha sido descubierta.

Sonríe con sutileza, pero decide cubrir ese pequeño gesto que se dibuja en su rostro usando el menú para que ella no pueda ver lo que acaba de suceder. Recobra la compostura y baja el menú.

—¿Ya sabe que ordenas, señoría Suárez? —preguntó el coreano recobrando la compostura.

—La verdad no sé qué elegir, no conozco mucho de estos platillos, todos se ven muy ricos, pero no sé cuál sea el más adecuado —dijo Johanna y es que no miente si se ven muy ricos. No obstante, no sabe cuál seleccionar y es que no quiere algo demasiado grande.

—¿Qué le parece si ordenó algo especial para los dos, bueno, si no le molesta? —indagó el señor Kim con una voz cortés.

—No me molesta.

—Perfecto —él voltea con el mesero. Johanna escucha que hablan en coreano, cosa que todavía no logra comprender, después observa cómo el joven toma los menús, hace una reverencia y se va dejándolos solos—. Espero que le guste lo que ordene.

—Si me gustara, la comida de aquí es superrica y es que su gastronomía es muy variada —alago la mexicana.

—¿Me imagino que en México también ha de ser superrica la comida? —mencionó el señor Kim y Johanna no sabe cómo tomar ese comentario. Pero decide no pensar en doble sentido.

—Si es deliciosa también, hay demasiada variedad, al igual que aquí —contestó Johanna.

Pero antes de que el señor Kim pueda seguir hablando, el joven ha regresado con una jarra de cobre, dejando unos pequeños platos del mismo material y vuelve hacer otra reverencia para irse.

La mexicana se queda sorprendida al ver qué utensilios tan más llamativos y es que en México casi ya no hay cosas de este material.

El señor Kim mira con detenimiento a Johanna como arruga la nariz, haciendo que se va tan tierna y es que parece una niña que está intentando descifrar algo.

El joven camarero regresa, pero ahora es acompañado de otro hombre más mayor, que traen bandejas en sus manos y al estar cercas de la mesa dejan varios platos con diferentes comidas. Algunos platos con lechuga y unas hojas extrañas que Johanna nunca antes había visto.

Pero lo que más le sorprende es que en el centro de la mesa dejan una pequeña parrilla, encima de ella colocan una cazuela más grande con un líquido medio blanco amarillo con tonalidades rojizas y encienden la parrilla saliendo una diminuta flama que hace que el líquido permanezca a una temperatura.

La mexicana voltea a ver que están dejando un plato con unos trozos de carne cruda al ver eso, de inmediato ella entra en pánico porque fue lo que Min le dijo, pero es que ella no se siente segura para cocinar esa comida y saber el punto exacto en el que debe de cocinarla.

Sin embargo, intenta mantenerse tranquila con la esperanza de que logre encontrar la forma de cocinar esa carne. Los dos hombres al dejar todos los platos vuelve a repetir la reverencia y se van dejando a la pareja solos. El señor Kim mira con detenimiento, Johanna siente esa mirada sobre ella e intenta procesar que es lo que debe de hacer.

Gira el rostro hacia la garra y seduce que primero debe de servir. Así que se levanta de la silla, toma la agarradera y se acerca al plato vaso del señor Kim. Sirviendo con cuidado e intentando estar tranquila, pero los nervios la están matando y en un movimiento erróneo de la muñeca vierte más de lo normal causando que el líquido blanco se tire sobre la mesa.

—Lo siento, señor Kim —se disculpa Johanna tomando una pequeña tela que dejaron los camareros sobre la mesa y la usa para limpiar con rapidez. El coreano se da cuenta de su extraño comportamiento notando que se encuentra algo alterada, para el que haya derramado su bebida no significa nada y es un simple accidente que a todos les puede pasar.

—No se preocupe, señorita Suárez, a todos nos pasa —intenta consolarla para que no se sienta mal.

Johanna solo lo mira un leve segundo y es que está un poco más cercas de lo habitual. Pero ella regresa a la realidad regresando a su asiento. Se hace un silencio, el señor Kim se da cuenta de eso y ve cómo la extranjera se le queda viendo constantemente a la comida que hay frente a ellos. Toma los palillos como Min le había dicho, agarra unos trozos de carne y está por sumergirlos en el líquido caliente. Cuando una pequeña burbuja se forma en el agua, explotando y cayendo algunas gotas calientes en la mano y provocando que el terrible momento que vivió con Vicent llegue a su mente quedándose completamente como piedra.

El coreano se da cuenta de que ella se ha quedado quieta con la mirada perdida y una expresión seria en su rostro.

—Señorita Suárez —la llamo, pero ella no se inmuta—, señorita Suárez —vuelve a hablarle y no pasa nada—. Johanna —le hablo por su nombre.

La mexicana entra en razón haciendo que los trozos de carne caigan de una altura bastante alta y el líquido salpique por todas partes. Que por poco y quema al señor Kim. Johanna se da cuenta lo que ha hecho sintiendo mucha vergüenza y es que el coreano se le queda viendo con una mirada extraña que deduce que tal vez esté molesto por lo que hizo.

—De nuevo lo siento, señor Kim, por mi comportamiento y mi falta de modales. No sé qué me paso —se disculpó mientras limpia las gotas de agua que cayeron frente a él. Sin embargo, Johanna se ha dado cuenta de que no está saliendo para nada bien. Así que decide sincerarse con él—. Esto es un desastre, le dije a Min que no lograría hacerlo, además que no entiendo nada de esto, no sé cómo se cocina o que hacer. Soy un desastre y entendería perfectamente bien si usted se quiere marchar —dijo mirando de vez en cuando al hombre frente a él, pero él no dice nada, haciendo que para Johanna el momento se vuelva más y más incómodo—. Es mejor que me vaya. No hago nada más que estropear las cosas —Johanna toma su bolso y está por irse.

Pero el señor Kim al ver que si está decidida a irse entra en acción levándose de su asiento y tomándola de la mano. Johanna siente ese firme y cálido agarre. Rápido voltea a verlo mirándose los dos fijamente por un instante hasta que el coreano rompe el silencio.

—No se vaya —dijo con un tono gentil, y aun tomando su brazo. La mexicana al oír eso gira todo su cuerpo, quedando de pie frente a él y sin apartar la vista de él. En eso siente como él baja su agarre hasta que llega a su mano donde ambos se sostienen con delicadeza. Él empieza a sentir un poco de calor al tenerla tan cercas, sentir su suave y pequeña mano. Su mirada se fija en sus labios que están ligeramente abiertos haciendo que el traje saliva. Al sentir que su entrepierna empieza a reaccionar, regresa a la realidad antes de que sea demasiado tarde.

—¿No quiere que me vaya, señor Kim? —preguntó la mexicana, observado que ahora él se ha quedado serio e inmóvil.

—No.

—Pero acabo de cometer varios errores fatales que son faltas enormes de respeto —agregó Johanna sin soltar su mano.

—No me ha faltado el respeto para nada, como le dije la vez pasada que hablamos, entiendo que es extranjera y no conozca las reglas de aquí —dijo—, pero hagamos algo. Empecemos de nuevo, pero olvídese de todas las reglas o cosas que le dijo su amiga e ignoré que soy un coreano, imaginé que soy un hombre normal —propuso el señor Kim.

—Pero señor Kim…

—Y dígame Sam o Ji-Sam, aquí no hay nadie y no me molesta que me hable por mi nombre. ¿Entendido? —añadió porque quiere que ella le hable por su nombre.

—Sí, Sam, pero para estar iguales usted llámeme por mi nombre —dijo Johanna y el señor Kim asiente.

—Tome asiento Johanna y no se preocupe por las reglas que le haya dado la señorita Park con respecto a la hora de comida. Yo me encargaré de todo, tú eres mi invitada —Sam la jala de la mano para llevarla hacia la mesa donde cada uno toma su lugar y él suelta su agarre, no muy feliz de hacerlo...

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