Cita parte 4

—Eres un padre espectacular —dijo Johanna sin apartar su mano ni su vista de él.

—¿Lo soy? —preguntó el coreano muy desconcertado.

—Si lo eres, le has enseñado a tu hija a no odiar a su madre sin importar que ella no le importe y ese es un magnífico ejemplo —dijo Johanna olvidando por completo que está hablando con un coreano.

El señor Kim no encuentra las palabras adecuadas para responder a lo que ella le ha dicho más por el gesto que hizo, ya que aquí no es nada común, pero le agrada, no sabe por qué, así que solo se limita a voltear su mano y entrelazar sus dedos con los de la extranjera. Volviendo a sentir esa sensación tan extraña, tan profunda, como una electricidad que recorre su extremidad subiendo por su brazo hasta llegar a su pecho donde le hace sentir cosas que no había sentido antes.

Johanna siente lo mismo y retira la mano sentándose de nuevo en su silla, dejando al coreano confundido y sin saber qué decir. Mientras que ella siente como sus mejillas se han puesto calientes, pero intenta controlar sus emociones y voltea a verlo como si no estuviera pasando nada.

—No eres el único qué ha pasado por cosas difíciles. El padre de mi hija no fue un hombre bueno, durante nuestra relación fue bastante difícil, ya que él abusaba mucho de mí, me dañó física y emocionalmente —dijo Johanna muy triste y al oír eso el coreano se molesta porque no puede creer que alguien la haya dañado.

—Espero que ese hombre esté en prisión pagando por lo que le hizo —mencionó el señor Kim con su tono frío y a la vez molesto.

—No, él no está en prisión —dijo con una voz débil.

—¿Y dónde está? —indagó con rabia e inconforme.

—Él murió antes de que supiera que estaba embarazada —piensa si decirle lo demás, pero prefiere no hacerlo y es que es demasiado pronto para que él se entere de que fue a prisión por la muerte de ese canalla—, por eso críe a mi hija sola, pero me alegra de hacerlo fue lo mejor para que ella no viera esos abusos o quizá tal vez en estos momentos ya estaría muerta.

—No digas eso Johanna, tú estás viva porque eres una buena persona y el muerto por ser una terrible persona y es lo que se merecía —la consuela y Johanna se sorprende porque ella ha visto muchos k-dramas y los hombres son muy gentiles, pero que dijeran esas palabras nunca los escucho.

—Gracias Sam, pero me sorprenden sus palabras.

—¿Por qué? —indagó el coreano con mucha curiosidad.

—No lo sé, creí que… no nada —se niega a decirle.

—Estamos en un momento de confianza, dígame —insiste el señor Kim.

—Bueno, creí que los coreanos no mostraban sus sentimientos —se sincera Johanna esperando a que no se vaya a enojar.

—Tiene razón, no lo somos y lo que demuestran en las series de televisión muchas no son verdaderas. Pero usted no es una coreana, me siento más libre de decir cosas que probablemente no diría por qué sé que usted no me juzgará —expresó con la voz supertranquila.

—Es verdad no lo criticaré porque usted puede decir lo que sea frente a mí sin tener miedo a lo que yo pueda pensar.

Ambos se miran a la vez que Johanna toma de su cuenco, inténtenlo ocultar su sonrisa y su sonrojes que es causada a la mirada profunda del señor Kim.

—¿Qué le parece si nos vamos? —preguntó el señor Kim y es que ha visto en su reloj que trae en la muñeca que faltan pocos minutos para las 12.

—Si vámonos —Johanna acepta poniéndose de pie y tomando su bolso. El coreano hace lo mismo. Ambos caminan hasta que están casi por salir.

—Espérame aquí ahorita vuelvo —le dijo mientras que Johanna solo asiente quedando de pie junto a la puerta de cristal. Mientras observa cómo el señor Kim se aleja.

Su mirada no se despega de la ancha espalda y delgada cintura de ese hombre. Que camina con una elegancia alejándose cada vez más. Pasan unos minutos y el hombre camina directo a la mujer con una mano atrás y la otra agarrando su saco. La mexicana se queda embobada al verlo, viendo como se ve tan sexy con la camisa ligeramente abierta, su mirada baja por su cuerpo hasta depositarse en sus pies que traen unos zapatos oscuros superelegantes notando que son de un calzado algo grande.

Haciendo que algunas preguntas inunden su mente y es que en México se dice que: si calzas grandes es porque escondes algo bueno entre las piernas. Pero también puede ser lo contrario; sin embargo, se da cuenta de lo que está considerando y le da mucha pena estar pensado en esa parte del señor Kim. Así que coloca su mano en su frente, intentando ocultar su rostro.

El coreano al terminar de pagar se acerca hacia donde está la señorita Suárez, notando que se le queda viendo muy directo sin aparentar haciendo que él haga lo mismo. Y ver sus delicadas piernas, siendo cubiertas por esa fina tela que entre más sube más se le ajusta a la figura de su cuerpo, haciendo que se vea superatractiva.

Su vista llega a su pecho que es más pronunciado de lo que se acostumbra aquí en Corea; sin embargo, le llama demasiado la atención. Nota que ella deja de verlo cubriéndose con su mano, ese gesto también lo trae a la realidad y termina de llegar a su lado. Actuando como si nada hubiera pasado.

—Vámonos —habla primero, Johanna camina delante del señor Kim.

—¡Espere! —la llamo tomando su mano, ella voltea a verlo—. Te tengo un pequeño regalo —dejo sobre su palma una pequeña cajita blanca y soltando su mano.

—¿Qué es? —curiosea la mexicana.

—Ábralo —Johanna hace lo que le dice y abre la diminuta caja mirando en su interior una pequeña bolita como si fuera masa—. Recordé que nuestra primera charla me dijo que le gustaban los postres, aquí le traje uno para que lo pruebe —ella saca la pequeña bolita dándole un mordisco, el coreano no aparta la vista de ella.

—Mmm, qué rico, ¿cómo se llama?

—Mochi —contestó el coreano.

—Ahora el mochi es mi postre favorito —sonrió mirándolo con una tierna mirada haciendo que el coreano sienta una emoción en su interior. Johanna se da cuenta de su mirada tan directa y prefiere salir de esa situación—. Nos vamos —camina frente a él.

Haciendo que él tenga una buena vista de su cuerpo, pero su mirada se posa sobre sus glúteos que logra apreciarlos sutilmente haciendo que su imaginación vuele y es que tenía mucho tiempo que no se sentía tan atraigo por una mujer. Deja de verla al salir por la puerta principal donde el KIA del señor Kim ya está en la entrada.

—¿Quiere que la lleve? —propone el señor Kim muy cortésmente. Johanna está dudosa que responder porque no hablo con Min sobre cómo llegar a la casa de regreso—. Será más rápido que esperar el taxi.

—Está bien —acepta Johanna gustosa.

—Perfecto, suba —el coreano camina dándola la vuelta por enfrente del auto hasta entrar al lado del chofer y Johanna solo entra al lado del pasajero. Se queda algo confundida al ver que él no le abrió la puerta. Pero decide mejor no hacer preguntas.

Al estar en el interior ambos se abrochan los cinturones, el hombre presiona el botón que enciende el motor del auto con un leve y pequeño ruido.

Él la mira una última vez para comprobar que está bien y pone en marcha el vehículo. Durante el trayecto, Johanna mira por la ventana impactada de la belleza de ese país. El señor Kim, a pesar de tener la vista fija en la calle de reojo, ve cómo la mujer que lo acompaña sonríe sutilmente. Él no entiende como es que le gusta verla sonreír, haciendo que ese momento se vuelva tan especial.

Durante un momento Johanna se ha dado cuenta de que están por llegar y recuerda rápido sobre cómo es la madre de Min y no quiere que la vea llegar con él.

—Me puede dejar aquí —dijo la mexicana y el señor Kim se detiene a un lado junto a la banqueta.

—¿Por qué si la puerta está a unos metros? —preguntó el señor Kim porque no quiere dejarla aquí y que camine hasta allá.

—Le seré honesta, he oído por ahí que su mamá es supertradicional, no se sea bueno que ella se entere de que salió con una extranjera y además no creo que sea bueno que la señora Park no vea llegar juntos. Y pueda ocasionarle problemas con su madre —dijo Johanna pensado en cada una de sus palabras.

—¿Entonces ya sabe lo de mi madre?

—Si lo sé —aceptó la mexicana.

—¿Y aun sabiendo todo eso, aceptó salir conmigo? —curiosea mirándola con una expresión seria.

—Sí, no iba a juzgarlo sin conocerlo primero —miente Johanna y es que no quiere decir que Min casi la obligo. Al oír esa respuesta, el señor Kim sonríe sutilmente. Sus miradas se entrelazan un momento más hasta que Johanna decide que es el mejor para irse—, gracias por todo, por la linda cena y por una noche excepcional —Johanna abre la puerta, pero el señor Kim estira agarrando con firmeza su mano y al sentir su tacto ella vuelta a verlo.

—Espere —al oír esa palabra cierra la puerta—. Esta noche me la pasé espectacular y ¿me gustaría invitarla a salir mañana? —preguntó el señor Kim.

La extranjera sonríe delicadamente mientras lo ve y su contacto no se rompe.

—Sí —responde con amabilidad.

—Perfecto, pasaré por usted mañana en la tarde en este mismo lugar —le explico el señor Kim.

—Está bien.

—Y una cosa más, procure usar un calzado más cómodo —dijo mirando hacia sus pies.

—Gracias por decírmelo, que pase feliz noche y nos vemos mañana —se despidió Johanna y salió del auto.

—Hasta mañana Johanna —también se despide y la mexicana cierra la puerta caminando hacia la casa.

Él se queda viéndola hasta que la pierde de vista y toma su móvil mandando un mensaje. Y marchándose de ahí…

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