—Eres un padre espectacular —dijo Johanna sin apartar su mano ni su vista de él.
—¿Lo soy? —preguntó el coreano muy desconcertado. —Si lo eres, le has enseñado a tu hija a no odiar a su madre sin importar que ella no le importe y ese es un magnífico ejemplo —dijo Johanna olvidando por completo que está hablando con un coreano. El señor Kim no encuentra las palabras adecuadas para responder a lo que ella le ha dicho más por el gesto que hizo, ya que aquí no es nada común, pero le agrada, no sabe por qué, así que solo se limita a voltear su mano y entrelazar sus dedos con los de la extranjera. Volviendo a sentir esa sensación tan extraña, tan profunda, como una electricidad que recorre su extremidad subiendo por su brazo hasta llegar a su pecho donde le hace sentir cosas que no había sentido antes. Johanna siente lo mismo y retira la mano sentándose de nuevo en su silla, dejando al coreano confundido y sin saber qué decir. Mientras que ella siente como sus mejillas se han puesto calientes, pero intenta controlar sus emociones y voltea a verlo como si no estuviera pasando nada. —No eres el único qué ha pasado por cosas difíciles. El padre de mi hija no fue un hombre bueno, durante nuestra relación fue bastante difícil, ya que él abusaba mucho de mí, me dañó física y emocionalmente —dijo Johanna muy triste y al oír eso el coreano se molesta porque no puede creer que alguien la haya dañado. —Espero que ese hombre esté en prisión pagando por lo que le hizo —mencionó el señor Kim con su tono frío y a la vez molesto. —No, él no está en prisión —dijo con una voz débil. —¿Y dónde está? —indagó con rabia e inconforme. —Él murió antes de que supiera que estaba embarazada —piensa si decirle lo demás, pero prefiere no hacerlo y es que es demasiado pronto para que él se entere de que fue a prisión por la muerte de ese canalla—, por eso críe a mi hija sola, pero me alegra de hacerlo fue lo mejor para que ella no viera esos abusos o quizá tal vez en estos momentos ya estaría muerta. —No digas eso Johanna, tú estás viva porque eres una buena persona y el muerto por ser una terrible persona y es lo que se merecía —la consuela y Johanna se sorprende porque ella ha visto muchos k-dramas y los hombres son muy gentiles, pero que dijeran esas palabras nunca los escucho. —Gracias Sam, pero me sorprenden sus palabras. —¿Por qué? —indagó el coreano con mucha curiosidad. —No lo sé, creí que… no nada —se niega a decirle. —Estamos en un momento de confianza, dígame —insiste el señor Kim. —Bueno, creí que los coreanos no mostraban sus sentimientos —se sincera Johanna esperando a que no se vaya a enojar. —Tiene razón, no lo somos y lo que demuestran en las series de televisión muchas no son verdaderas. Pero usted no es una coreana, me siento más libre de decir cosas que probablemente no diría por qué sé que usted no me juzgará —expresó con la voz supertranquila. —Es verdad no lo criticaré porque usted puede decir lo que sea frente a mí sin tener miedo a lo que yo pueda pensar. Ambos se miran a la vez que Johanna toma de su cuenco, inténtenlo ocultar su sonrisa y su sonrojes que es causada a la mirada profunda del señor Kim. —¿Qué le parece si nos vamos? —preguntó el señor Kim y es que ha visto en su reloj que trae en la muñeca que faltan pocos minutos para las 12. —Si vámonos —Johanna acepta poniéndose de pie y tomando su bolso. El coreano hace lo mismo. Ambos caminan hasta que están casi por salir. —Espérame aquí ahorita vuelvo —le dijo mientras que Johanna solo asiente quedando de pie junto a la puerta de cristal. Mientras observa cómo el señor Kim se aleja. Su mirada no se despega de la ancha espalda y delgada cintura de ese hombre. Que camina con una elegancia alejándose cada vez más. Pasan unos minutos y el hombre camina directo a la mujer con una mano atrás y la otra agarrando su saco. La mexicana se queda embobada al verlo, viendo como se ve tan sexy con la camisa ligeramente abierta, su mirada baja por su cuerpo hasta depositarse en sus pies que traen unos zapatos oscuros superelegantes notando que son de un calzado algo grande. Haciendo que algunas preguntas inunden su mente y es que en México se dice que: si calzas grandes es porque escondes algo bueno entre las piernas. Pero también puede ser lo contrario; sin embargo, se da cuenta de lo que está considerando y le da mucha pena estar pensado en esa parte del señor Kim. Así que coloca su mano en su frente, intentando ocultar su rostro. El coreano al terminar de pagar se acerca hacia donde está la señorita Suárez, notando que se le queda viendo muy directo sin aparentar haciendo que él haga lo mismo. Y ver sus delicadas piernas, siendo cubiertas por esa fina tela que entre más sube más se le ajusta a la figura de su cuerpo, haciendo que se vea superatractiva. Su vista llega a su pecho que es más pronunciado de lo que se acostumbra aquí en Corea; sin embargo, le llama demasiado la atención. Nota que ella deja de verlo cubriéndose con su mano, ese gesto también lo trae a la realidad y termina de llegar a su lado. Actuando como si nada hubiera pasado. —Vámonos —habla primero, Johanna camina delante del señor Kim. —¡Espere! —la llamo tomando su mano, ella voltea a verlo—. Te tengo un pequeño regalo —dejo sobre su palma una pequeña cajita blanca y soltando su mano. —¿Qué es? —curiosea la mexicana. —Ábralo —Johanna hace lo que le dice y abre la diminuta caja mirando en su interior una pequeña bolita como si fuera masa—. Recordé que nuestra primera charla me dijo que le gustaban los postres, aquí le traje uno para que lo pruebe —ella saca la pequeña bolita dándole un mordisco, el coreano no aparta la vista de ella. —Mmm, qué rico, ¿cómo se llama? —Mochi —contestó el coreano. —Ahora el mochi es mi postre favorito —sonrió mirándolo con una tierna mirada haciendo que el coreano sienta una emoción en su interior. Johanna se da cuenta de su mirada tan directa y prefiere salir de esa situación—. Nos vamos —camina frente a él. Haciendo que él tenga una buena vista de su cuerpo, pero su mirada se posa sobre sus glúteos que logra apreciarlos sutilmente haciendo que su imaginación vuele y es que tenía mucho tiempo que no se sentía tan atraigo por una mujer. Deja de verla al salir por la puerta principal donde el KIA del señor Kim ya está en la entrada. —¿Quiere que la lleve? —propone el señor Kim muy cortésmente. Johanna está dudosa que responder porque no hablo con Min sobre cómo llegar a la casa de regreso—. Será más rápido que esperar el taxi. —Está bien —acepta Johanna gustosa. —Perfecto, suba —el coreano camina dándola la vuelta por enfrente del auto hasta entrar al lado del chofer y Johanna solo entra al lado del pasajero. Se queda algo confundida al ver que él no le abrió la puerta. Pero decide mejor no hacer preguntas. Al estar en el interior ambos se abrochan los cinturones, el hombre presiona el botón que enciende el motor del auto con un leve y pequeño ruido. Él la mira una última vez para comprobar que está bien y pone en marcha el vehículo. Durante el trayecto, Johanna mira por la ventana impactada de la belleza de ese país. El señor Kim, a pesar de tener la vista fija en la calle de reojo, ve cómo la mujer que lo acompaña sonríe sutilmente. Él no entiende como es que le gusta verla sonreír, haciendo que ese momento se vuelva tan especial. Durante un momento Johanna se ha dado cuenta de que están por llegar y recuerda rápido sobre cómo es la madre de Min y no quiere que la vea llegar con él. —Me puede dejar aquí —dijo la mexicana y el señor Kim se detiene a un lado junto a la banqueta. —¿Por qué si la puerta está a unos metros? —preguntó el señor Kim porque no quiere dejarla aquí y que camine hasta allá. —Le seré honesta, he oído por ahí que su mamá es supertradicional, no se sea bueno que ella se entere de que salió con una extranjera y además no creo que sea bueno que la señora Park no vea llegar juntos. Y pueda ocasionarle problemas con su madre —dijo Johanna pensado en cada una de sus palabras. —¿Entonces ya sabe lo de mi madre? —Si lo sé —aceptó la mexicana. —¿Y aun sabiendo todo eso, aceptó salir conmigo? —curiosea mirándola con una expresión seria. —Sí, no iba a juzgarlo sin conocerlo primero —miente Johanna y es que no quiere decir que Min casi la obligo. Al oír esa respuesta, el señor Kim sonríe sutilmente. Sus miradas se entrelazan un momento más hasta que Johanna decide que es el mejor para irse—, gracias por todo, por la linda cena y por una noche excepcional —Johanna abre la puerta, pero el señor Kim estira agarrando con firmeza su mano y al sentir su tacto ella vuelta a verlo. —Espere —al oír esa palabra cierra la puerta—. Esta noche me la pasé espectacular y ¿me gustaría invitarla a salir mañana? —preguntó el señor Kim. La extranjera sonríe delicadamente mientras lo ve y su contacto no se rompe. —Sí —responde con amabilidad. —Perfecto, pasaré por usted mañana en la tarde en este mismo lugar —le explico el señor Kim. —Está bien. —Y una cosa más, procure usar un calzado más cómodo —dijo mirando hacia sus pies. —Gracias por decírmelo, que pase feliz noche y nos vemos mañana —se despidió Johanna y salió del auto. —Hasta mañana Johanna —también se despide y la mexicana cierra la puerta caminando hacia la casa. Él se queda viéndola hasta que la pierde de vista y toma su móvil mandando un mensaje. Y marchándose de ahí…Al día siguiente las cortinas son corridas haciendo que la luz invada la habitación y por ende impacte en los ojos de la castaña que está tirada sobre la cama. Ella abre poco los ojos intentando acoplarse a la luz, mira una silueta borrosa al lado de la ventana y poco a poco su visión mejora donde se cuenta que la que acaba de abrir las cortinas en su amiga Min. —Feliz cumpleaños Johanna —la felicita—, ¡levántate!—exclamo la coreana frenéticamente. —Buenos días, Min. Gracias, pero ¿a qué se debe que me estés despertando? —preguntó Johanna. —¡Levántate! —vuelve a decir. —¿Dime que pasa o no me levanto? —protesto la mexicana un tanto malhumorada debido a las pocas horas que ha dormido. —Ven, te juro que te va a encantar —Min le ruega tomándola de la mano. Johanna solo la ve mientras ella pone ojos de borrego a medio morir. Así que dejando salir un suspiro aparta la manta de sus piernas poniéndose de pie. Se coloca las pantuflas de color blanco y en cuanto logras colocá
El señor Kim está en su oficina esperando con impaciencia a que su asistente llegue para saber si el regalo que le envío a la señorita Suárez llegó. Está por ponerse de pie para ir a ver si ya ha llegado su asistente, pero en eso las puertas se abren entrando el joven bien vestido que se acerca hasta quedar frente al escritorio del señor Kim y hace una reverencia quedándose en esa posición. El coreano mayor al verlo así se pone de pie acomodando su saco de color oscuro mientras da la vuelta quedando al lado de Dong. —Buenos días, Dong. ¿El regalo fue entregado? —preguntó el señor Kim con una voz firme y fría. —Buenos días, señor Kim. Si el ramo de flores y los Mochi fueron entregados a la dirección que me dio —confirmó el joven sin dejar de hacer reverencia. —Que bueno y ¿tú viste cuidado con no poner mi nombre ni mi apellido en la nota? —continúa interrogando. —Si señor, solo se escribió lo que usted ordenó y no deje ninguna pista que pueda vincularlo a usted —declaró
—Señorita Johanna Suárez, es usted encontrada culpable del homicidio del productor Vicent castillo —exclamó el señor juez—. Pero debido a que usted es menor de edad, será trasladada al correccional femenil de mujeres hasta cumplir la mayoría de edad. —Terminó el señor juez golpeando el escritorio con el martillo de madera. —¡No! —un grito invade toda la sala y ese provenía de la madre de Vicent Castillo, que se sentía indignada por la sentencia que le habían dado a la mujer que asesino a su hijo—. ¡Esa mujer debería de ser condenada a la pena de muerte! —dijo la mujer de cabello castaño cubierto con algunas canas. —¡Silencio en la sala! —dijo el juez con voz ronca—. Doy por finalizado este juicio —al terminar de hablar la gente se pone de pie. Dos policías toman del brazo a la joven de quince años de cabello castaño, piel de color medio y de complexión delgada. Que tiene esposas en las muñecas y en los tobillos. Los hombres se llevan a la joven. —¡Te juro que nunca te deja
> —¡Ah! —gritó exaltada porque siempre sueña con los maltratos de ese monstruo. Intenta controlar su respiración tan agitada, haciendo sus ejercicios de relajación. Cuando logra controlar sus emociones y su acelerado corazón se pone a pensar en cómo han pasado ya 15 años desde la muerte de ese canalla y todavía la sigue atormentado esos terribles sucesos que sigue sintiéndose como si fuera ayer Estira los brazos mirando las varias cicatrices poco visibles que compruebas esos momentos de abuso. ¡Toc! ¡Toc! Se escucha cómo alguien toca la puerta haciendo que se gire dejando de mirar sus brazos. —S
Al llegar del trabajo, como le había ordenado a su sirvienta estaba cenando sola, no le gustaba mucho esa sensación tan extraña, tan lúgubre, nunca le ha agradado estar sola y es que cada vez que está así siempre los terribles momentos del pasado se manifiestan. Y hoy no es la excepción, su mente viaja a cuando ella siendo una niña aceptó irse a vivir con Vicent estaba alegre porque desde que estaba con él su carrera había mejorado era la chica del momento. Pero cuando estuvo en esa jaula todo cambio, ella como buena chica le preparaba su comida; sin embargo, él siempre le decía que sabía mal o estaba fría, causando que en ocasiones cuando estaba muy caliente se la arrojara intentando quemarla. Ella nunca entendía por qué la trataba así. Incluso después le prohibía ponerse ropa muy reveladora o muy ajustada porque siempre le gritaba que se la ponía para que todos la vieran. El día que ella se defendió recibió su primera cachetada. Ella agita la cabeza intentando olvidar eso
Johanna no está muy contenta de dejar a su hija, pero su amiga tiene razón durante los dos meses de vacaciones su hija se la pasará con sus abuelos y es que en esa escuela de paga tiene la forma de estudio que una estadounidense y les dan todo ese tiempo. Así que no tendrá nada que hacer más que estar encerrada en su casa. Además, a Valeria no le importa si se va así que precisamente por eso aceptó ir. Preparo sus maletas y ahora están subiendo al vuelo en primera clase. Johanna toma su asiento y su amiga se sienta frente a ella. —No estés triste, Valeria sabe cuidarse bien —añadió su amiga mirándola. —Claro que estoy preocupada, esa familia solo buscan quitarme a mi hija —mencionó la mujer de color de piel medio. —Pero no pueden hacer nada porque el juez ordenó que tú tienes todo para cuidarla y que solamente pasarían los fines de semana con ellos y unas vacaciones sí y una no —dijo—, pero lo que sigo sin entender es como el juez aceptó eso si son unas pésimas personas.
El chico misterioso al ver que la mujer a la que acaba de salvar se ha distraído aprovecha para salir huyendo del lugar y es que no sabe por qué la salvo y más a una total desconocida. Bueno, pero no dejaría que la atropellaran, en fin es mejor dejar las cosas así. Continúa con su trayecto hasta llegar al estacionamiento privado donde había dejado su motocicleta. Al entrar al lugar la ve a la distancia, se acerca hasta ella y aunque debido a la tela que cubre la mitad de su rostro, no se ve la sonrisa que ha puesto. Pero le alegra ver a su moto y es que a él le encanta sentir la adrenalina. Siendo acompañada del aire que toca su piel. Se coloca su mochila en su espalda, subiendo ahorcajadas sobre ella, poniéndose el casco y enciende el motor escuchándose un ronronear. Saliendo del estacionamiento a una velocidad considerable. Al entrar a las calles de vez en cuando le acelera para sentir esa sensación que tanto le gusta, se detiene al ver el semáforo en rojo y en eso pasa un
Después de salir del aeropuerto, las amigas llegaron a la lujosa casa del padre de Min, como le había dicho, él no estaba y decidieron quedarse en la casa para poder descansar. Al día siguiente, ambas mujeres después de un desayuno salieron para que Johanna pudiera conocer un poco de la ciudad. El chofer las llevo a al centro comercial, donde las chicas se la pasaron viendo miles de ropas de marca y lujo. Johanna miraba con atención cada precio y la verdad es que es sumamente caro. Pero Min le ha explicado que aquí lo importante es traer lo que es original y no una copia barata. —¿No te gustaría probarte algo? —preguntó Min al ver cómo Johanna se le queda mirando a un lindo vestido color Borgoña, con la marca corta, sin espalda, falda ancha y escote cuadrado. —Es muy lindo, pero no hay de mi talla —respondió algo triste—. En México soy talla S y aquí no lo sé. La coreana se pone a buscar entre la ropa, como sabe con exactitud las medidas de su amiga, agarra el que sea su