Ambas amigas van rumbo a la sorpresa que le tiene preparada la coreana. Cuando Johanna se le viene a la mente que ayer, Min fue con la amiga de su madre y no le ha preguntado cómo le fue o que paso. —Min —la llama haciendo que la coreana voltee a ver a su amiga. —Sí. —No me has contado cómo te fue ayer con la amiga de tu madre —dijo Johanna y es que también es justo que así como ella le cuenta todo, ella también lo haga. —Mejor de lo que esperaba —declaró Min. —¡Que! ¿De qué me perdí? —indago la mexicana en total asombro. —Ayer ya no te conté por qué me dijiste lo que paso con el señor Kim y la verdad eso era mucho más interesante. Pero te lo diré, ayer que llegue al lugar, me encontré con un joven bastante atractivo, pensé que se había equivocado de mesa; sin embargo, resultó que era el hijo y claro empecé hacer reverencia comportándome como se debe —hizo una pausa para tomar aire—. Aun así me dijo que no lo hiciera, que me olvidara de esas regalas y que lo llamara por
El coreano no soportó ningún minuto más y es que odia no saber de Johanna. Su interés es cada vez más fuerte y pensó en enviarle un mensaje, pero por lo que pasó entre ellos, quizá ya sea mejor escuchar su voz. —Hola —responde Johanna con voz gentil. —Hola, Johanna, qué gusto escucharte, ayer sin saber de ti fue algo bastante duro —declaró Sam con algo de miedo, pero sabe que Johanna no lo tomará a mal. —Me hubieras mandado un mensaje —dijo la mexicana con voz suave y tranquila. —Si lo quería hacer, pero no quise molestar tu día especial con la señorita Park y es que aquí en Corea es importante no molestarte durante tu espacio personal —Ya sabes que no soy coreana y no pienso en eso —agregó Johanna y es que no entiende cómo es que piensan en esas cosas. —Sí, lo sé, pero es difícil cambiar lo que por años te han dicho hacer —intenta disculparse y es que todavía no se acostumbra. —Es cuestión de tiempo. —Lo sé, ¿pero quería saber si estás libre para irnos? —indagó
Mientras tanto, la pareja conformada por la coreana y el filipino, ambos están sentados en una silla debajo de la sombra de un árbol. Mientras que a varios metros de ellas, ambas madres de ellos que los miran con detenimiento a la vez que murmuran entre ellas. —Te apuesto a que debes de estar planeando nuestra boda y nuestra vida juntos —murmuro Min bajando la vista para aparentar que no las está viendo. —Y también han de estar planeando cuantos hijos tendremos —susurra Alim en forma de burla—. Yo quiero tres y un perro —al oír esa declaración Min voltea a verlo con una expresión inexplicable que Alim logra apreciar—. Solo bromeaba, ¡ja, ja, ja! —suelta la carcajada, la coreana solo sonríe forzadamente y es que para ella hablar de ese tema no es nada fácil porque la verdad es que tiene ningún interés en tener hijos. —¿De verdad quieres tener tres hijos? —cuestionó Min con un tono muy serio. —No sé si tres hijos, pero tal vez en un futuro posiblemente uno —respondió Alim con
Han pasado un par de minutos desde que dieron de la casa, este paseo para el señor Kim se ha vuelto muy interesante y es que la tiene a pocos centímetros de ella. Puede oler su sutil fragancia que lo tiene tan loco, ver la delicada piel de su cuello que le hace estar sumamente tentado a depositar un beso en esa zona, pero debe de dejar de pensar en eso y mantener la mente tranquila. Se separa de ella, intentando dejar un poco de distanciamiento entre ellos y fija su vista hacia el frente. —¿Espero que esté disfrutando de esta salida? —habló el señor Kim para dejar de pensar en cosas que probablemente no le den buena impresión a la señorita Suárez. —Me está encantando, tiene una residencia muy bella y, por más intento ver hasta dónde termina, no logró encontrarla —contestó Johanna y es que sí le ha gustado mucho esta experiencia. —Y eso no es todo, sosténganse fuerte —le avisa y hace que el caballo empiece a correr. Debido a la falta de experiencia en montar caballo, la ext
Johanna intenta procesar lo que el señor Kim le acaba de decir, pero su mente está totalmente nublada por el momento tan fuerte que acaba de pasar. —¿Y cómo pasaría eso si estamos en medio de la nada? —preguntó Johanna algo aturdida por el momento. —Los periodistas saben volar helicópteros por la propiedad en busca de algún chisme que contar y no quiero arriesgarme —vuelve a colocar la tela sobre el atributo de la mexicana, le cierra la camisa, pero sin abrocharla y se acomoda el pantalón—, así que ven —se separa de ella ofreciendo su mano Johanna solo lo ve desorientada—. Si quieres estar conmigo, quiero que ese momento sea mágico y especial —la extranjera toma su mano bajando de donde estaba mientras caminan, toman sus abrigos y continúan con su trayecto en completo silencio hasta llegar al caballo, lo desamarra. Ambos suben al animal—. Sostente porque llegaremos más rápido de lo que esperes. Al terminar de decir eso, el señor Kim hace que el corcel empiece a correr. Johann
Él continúa en lo que estaba, tocando y acariciando. Apartando la tela de esa parte, percibiendo con los dedos cómo no tiene ningún vello, al contrario, es totalmente liso, causando que se vuelva mucho más interesante y la desee más. Prosigue abriéndose paso hasta tocar su cálido y húmedo interior. Johanna, siente cómo el coreano introduce un dedo en su interior haciendo que arquee la espalda y un jadeo salga de su boca. El señor Kim pega su elevación contra la zona media de la castaña, provocando mucha más excitación en Johanna, aferrándose con más fuerza a sus hombros. Busca ese punto que sobresale de su pecho y metiéndolo en su boca, jugando con él. Después de unos minutos de juego, el cuerpo de Johanna está completamente apoderado por el deseo y el señor Kim, al sentir cómo su parte comienza a palpitar, se levanta rápido de la cama buscando algo en el cajón. Vuelve a ver a Johanna que está tirada en la cama sin perderlo de vista. El coreano se despoja de la última prenda q
Al salir de la habitación, ambos vistiendo unas simples batas de baño blancas que a Johanna le quedan muy grandes, pero no dice nada y únicamente continúa siguiendo al coreano que no le ha soltado la mano. Caminan descalzos por los pasillos de la casa, bajando las escaleras con calma, hasta llegar al primer piso, donde continúan caminando y entran a la cocina que es hermosa. Con toques antiguos y a la vez modernos. El señor Kim lleva a Johanna para que tome asiento en una silla alta cerca de la cocina, le da un beso gentil en la frente y se aleja de ella. La mexicana no pierde de vista cómo él se adentra a la cocina sacando un sartén y algunas cosas del refrigerador. —¿Tú cocinas? —Sí, desde que era joven me interesó mucho la cocina, diría que es mi sueño frustrado por culpa de mi padre, pero si no hubiera sido el CEO de la empresa familia, me hubiera gustado convertirme en chef profesional —le platica una de sus primeras opciones de carrera que quería tomar. —Puedo ayu
El momento es interrumpido de nuevo por el constante hervor de la cazuela que está a pocos pasos de la pareja. —Ve a sentarte, la sopa está lista —dijo el señor Kim, y Johanna solo asiente caminando de nuevo a la silla que hace un instante ocupaba. Observa cómo el coreano, que únicamente usa una bata blanca, saca dos platos hondos tomando la cuchara y sirviendo la comida en ellos. Los deja en la mesa frente a la extranjera con un par de palillos—. Espera —la detiene antes de que ella pueda dar el primer bocado. Al regresar trae con él una botella de aceite, sirviendo un poco en cada plato—, ahora si comamos. El coreano se sienta frente a ella, ambos usan los palillos, él espera a que ella sea la primera en probarlo y ella se da cuenta de su mirada, así que le sopla a la comida para enfriarla metiendo el bocado a la boca. —Mmm… no lo sé —dijo Johanna dudosa. Él se quedó helado ante esa respuesta. —¿No me digas que sabe mal? —No es cierto —declaró Johanna metiendo otro boc