Sorpresa

Está casi por ser la hora que el señor Kim le dijo a la Johanna que pasaría por ella, la mexicana está lista y vestida con el atuendo que su amiga le sugirió.

Ella se mira por el espejo dándose los últimos retoques cuando a través del espejo ve el rostro pensativo de su amiga y es que es raro verla así porque en estos momentos estaría muy emocionada por ella o incluso dándole lecciones, pero esta vez no le dice nada.

Johanna deja la brocha en su lugar y camina directo hacia su amiga que está sentada sobre la cama. Se detiene al lado de ella.

—¿Todo bien? —preguntó Johanna con preocupación. Min al oír la voz de su amiga voltea a verla.

—No —contesta con la verdad. Johanna se sienta a un lado de ella.

—¿Qué ocurre? —pregunto Johanna con preocupación.

—Hace un instante le pregunté a mi madre porque estaba tan obsesionada con que me casara y lo que me dijo me dejó muy sorprendida —comentó Min con voz triste.

—¿Qué te dijo? —indagó la mexicana.

—Que mi familia está casi en el borde de la quiebra y que si no me caso con un hombre adinerado en menos de un año todas las empresas de mi padre aquí en Corea serán cerradas —le dice toda la verdad—. Mi madre está poniendo todo el peso sobre mis hombros y no sé qué hacer —expresó Min cubriéndose el rostro con ambas manos sollozando.

—¡Que poca madre tiene, no puede dejarte todo esto a ti sola! —vociferó la castaña con rabia poniéndose de pie y mirando cómo su amiga llora. Así que se vuelve a sentar a su lado abrazando a su amiga intentando mostrarle que no está sola—. No tienes que hacerlo si no quieres no te pueden obligar, eres mayor de edad y puede elegir por ti misma —dijo Johanna intentando tranquilizarla.

—Pero tengo que hacer algo no puedo dejar a mis padres solos a la deriva —añadió la coreana quitando las manos de su rostro y volteando a ver a su amiga con los ojos llenos de lágrimas.

—Si lo sé Min, pero no puedes casarte con cualquier desconocido y que te vaya a tratar mal. Piensa en eso porque no quiero que te pase lo mismo que a mí me paso con ese animal —dijo tragando saliva de la rabia de tal solo pensar en ese hombre.

—Lo sé, por eso he decidido aceptar, conocer al hijo de la amiga de mi madre y si no me gusta buscaré otra opción —declaró Min con voz triste.

—Hay amiga, pero piensa con mucho cuidado lo que harás yo quiero verte feliz y no triste —dijo Johanna con voz melancólica.

—Gracias, amiga —dijo Min limpiándose las lágrimas y poniéndose de pie—, pero ya es ahora que te vayas, ya te he dicho que aquí la puntualidad es una prioridad muy importante y además no hagas esperar al señor Kim —dijo la coreana cambiando a su actitud normal.

—Tienes razón es mejor que ya me vaya —aceptó Johanna levantándose de la cama y tomando su bolso—. Deséame suerte.

—No la necesitas amiga, el señor Kim está entre tus manos —añadió Min sonriendo y agarrando sus manos. Ambas se dan un beso y Johanna sale de la habitación, siendo seguida por Min que la acompaña hasta la salida.

La coreana ve cómo su amiga se va mientras que ella se queda de pie en la entrada mirándola hasta que la pierde de vista. En eso ella se sube al auto dándole indicaciones al chofer y es que necesita ir a ese encuentro, ya que dijo que le daría una oportunidad.

Sube al auto, el hombre de mediana edad pone en marcha el vehículo, conduciendo con calma saliendo de la residencia de la familia Park e incorporándose a la calle.

Johanna después de caminar por unos minutos llega al mismo sitio donde anoche la dejó el señor Kim. Al instante ve el vehículo KIA oscuro, con los cristales polarizados, ella se detiene esperando de que él sea y justo en eso las luces delanteras parpadean y un mensaje llega a su móvil.

La mexicana saca su móvil de su bolso y ve la pantalla leyendo lo que dice.

💬 —Hola Johanna, soy yo, entra —es lo único que dice, la extranjera sonríe y guarda su móvil. Caminando directo hacia el auto.

Abriendo la puerta entrando en su interior acomodándose en el asiento y abrochando su cinturón. Viendo al bellísimo hombre que hay en su interior con un traje negro bien arreglado como siempre.

—Hola Sam. Gracias por los regalos eran hermosas y muy ricos —saludo y agradeció Johanna.

—Qué gusto verte de nuevo y me alegra saber que te gustaron —dijo Sam sin apartar la vista de ella.

—Igualmente —contesta la castaña.

—¿Estás lista? —pregunta el coreano.

—Claro que si —aceptó ella gustosa sonriendo mal ampliamente.

—Entonces vámonos —el señor Kim pone en marcha el vehículo.

Entre tanto Min ha llegado al restaurante donde se verá con la amiga de su madre, entra al lugar y en la entrada es recibida por una joven coreana. Ella le habla en su idioma diciendo que tiene reservación a nombre de Yun que es el apellido de la amiga de su madre.

—Si aquí está, él ya la está esperando. Pase es la mesa que están junto al balcón —dijo la chica haciendo que Min mientras camina se encuentre dudosa, si escucho bien a la mejor se equivocó así que solo se encoge de hombros y decide seguir.

Al llegar al balcón observa a la espalda de un hombre y decide caminar hasta él.

—Oye, creo que estás en una mesa equivocada —mencionó Min mientras ve que el hombre está atento a su teléfono. Él levanta la cabeza mirando a la joven que se le ha acercado. La coreana se da cuenta de que es un hombre bastante atractivo y también observa que sus rasgos no son precisamente coreanos.

—Me temo decirle que no me he equivocado, estoy esperando a una mujer —hablo el hombre con una voz fuerte y algo aguda. Dejando a Min, asombrada por su seductora voz.

—¿Eres el hijo de la señora Yun?

—Sí —confirmó el hombre haciendo Min quede en shock porque nunca imagino que el hijo de esa señora tan mandona sería tan guapo—. ¿Tú eres la señorita Park Min-Dea? —preguntó el hombre trayendo a la coreana a la realidad.

—Sí y es un gusto, señor Yun —Min hace una reverencia.

—No necesitas hacer reverencia, no soy nadie importante como para hacerlo y creo que sabes que en otras partes del mundo no lo hacen —dijo el hombre y es que a pensar que él sea criado en Corea todavía recuerda de donde proviene y sabe que de donde es no se usa eso.

—Eres mayor y mereces respeto —protesto Min.

—Olvídate de eso, no soy coreano y creo que ya te diste cuenta —mencionó el hombre con voz firme.

—Si me di cuenta, señor Yun.

—Mi nombre es Alim Yun, puedes llamarme por mi nombre, no tengo problema —el hombre se presenta.

—¿Me permites llamarte por tu nombre? —indagó Min con mucho asombro.

—Claro, me siento mejor que me llames por mi nombre al de mi apellido —añadió Alim.

—¿Pero tu madre? —dijo Min y es que no se la puede creer, tal vez sea parte de una trampa.

—Olvídate de mi madre, sé que ella puede ser un tanto dura y estricta. Pero no está aquí —aclaro el hombre.

—No me refiero a eso, pensé que me vería con tu madre, no contigo —declaró la coreana sin dejar de ver al hombre.

—Tampoco sabía que tenía que venir, pero esta mañana mi madre me dijo que era mejor idea que nos conociéramos de una vez y que yo mismo dijera que opino sobre ti —expresó el hombre que no ha dejado de ver a la coreana. En eso ella entiende que probablemente sea idea de sí madre porque ella fue la que le hablo a la señora Yun tal vez le dijo que viniera él. Pero decide olvidar eso y enfocarse en las últimas palabras que él ha dicho.

—¿Y qué opinas? —curiosea Min.

—Eso depende de lo que ocurra y si es que quieres quedarte —sonríe el hombre mirándola de una manera muy seductora. Min capta esas miradas y la verdad no desaprovechará la ocasión de conocer más a este tentador hombre. Así que se acerca a la silla frente a él, tomando asiento—. ¿Puedo llamarte Min?

—Claro que sí —confirmó la coreana—. ¿Y de dónde eres?

—Soy Filipino —contestó Alim.

—Que interesante un filipino viviendo y siendo criado por coreanos.

—Es una larga historia —agregó el hombre tomando a su vaso.

—Creo que tenemos bastante tiempo —agregó Min—. Pidamos algo y comencemos.

Alim sonríe con sutileza y asiente. Presiona un botón sobre la mesa para llamar al camarero. Mientras que ellos no apartan esa conexión visual que se vuelve cada vez más intrigante y cautivadora…

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