Después de detener a la mexicana el señor Kim la mira y nota que ella continúa muy dudosa así que debe de dejarle claro que lo que dice es verdad.
—Lo que le acabo de decir es cierto. No actúe como le dijeron que debería de hacerlo frente a mí, sea usted misma, quiero conocer su verdadero yo y no una falsa apariencia. No se preocupe por lo que pensaré, ya que no la voy a enjuiciar, además siéntase libre de decir y preguntar lo que quiera, quiero que esta cena sea agradable para usted y no un martirio —dijo Sam tomando la carne que hace un instante Johanna agarro y la mete al líquido caliente por unos minutos. Después la saca y la deposita en el plato de arroz de la mexicana que no ha perdido de vista ningún movimiento—. Coma —le ofrece con gentileza. Johanna toma el plato sujetando la cuchara que Min le dijo y metiendo a su boca el pequeño bocado de arroz con la carne. Que al estar dentro, la mastica con cuidado saboreando lo exquisito que es y la suavidad de la carne. —Mmm. Es delicioso —dijo Johanna al terminar el bocado. —Me alegra escucharlo, pero debe de probar esto también —toma una de las hojas verdes, agarra con los palillos un poco de carne, arroz, kimchi y un pimiento verde. Duda si agarrar un trozo de ajo cruzo, pero decide no hacerlo. Se lo ofrece a la mujer linda que tiene enfrente. Ella lo agarra—. Esto se come de un bocado. La extranjera obedece lo que le ha dicho y mete toda la hoja en su boca. Al principio el sabor de la hoja lo hace sentir algo extraño, pero al combinarse con las demás cosas resulta ser una combinación perfecta y muy sabrosa. —Mmm, qué delicia —mencionó Johanna sonriente. Él también sonríe al oír que le agrada la comida. Así que él también comienza a probar la comida. Ambos permanecen en silencio mientras disfrutan de la cena, observa cómo el coreano se pone de pie agarrando la jarra de cobre y llena el vaso de ella. Le hace una señal con la cabeza para que lo pruebe, Johanna toma el pequeño cuenco con el líquido blanco que hace un instante el señor Kim acabó de llenar y lo lleva hasta sus labios. Llenando su boca con una considerable cantidad de líquido, percibiendo un sabor entre dulce y amargo que hacen una combinación perfecta. Lo traga y se le queda viendo por un momento al vaso que trae en su mano. —¿No le gustó? —preguntó Sam al ver que se le ha quedado viendo con detenimiento a la bebida con una expresión seria en el rostro. Johanna al oír esa pregunta vuelta a verlo haciendo contacto visual con esos bellos ojos oscuros. —Si es muy rico, pero solo estaba intentando descifrar de que es —dijo con una voz muy suave. —Es una bebida a base de trigo y arroz con nuruk que le hace tener un ligero sabor dulce —le explico un poco de su composición. Johanna solo asiente y deja el cuenco en la mesa. —¿Es una bebida tradicional? —indagó la mexicana mientras elige que otro platillo probar. —Lo es. —¿Creí que por el lugar la cómoda será más moderna? —curiosea para saber por qué eligió la comida y ahora que le ha dado la oportunidad de preguntar. —Si le molesta podemos pedir otra cosa —propuso el señor Kim. —¡No!, la comida es superrica, solo quería saber por qué escogió estos platillos. —¡Oh!, los escogí para que conociera una comida tradicional y vea lo rica y variada que puede ser —respondió el señor Kim. —Ya lo veo, pero continuemos cenando. Y así pasaron unos cuantos minutos mientras la pareja estaba terminando de cenar. Cuando lo hicieron, el señor Kim llamó al camarero para que se llevara todo mientras ellos se quedan sentados en la mesa y tomando una bebida completamente diferente. Johanna mientras comían estuvo pensado si hacer o no una pregunta que puede ser algo arriesgada, pero después de tanto meditarlo decidió que lo mejor hablar claro con él y saber de una vez sus intenciones. —Señor… —recuerda lo que me dijo—, digo Sam puedo preguntarte algo. —Claro que si —aceptó el señor Kim acomodándose en su silla. —Sé que sonará algo extraño, pero ¿por qué me invito a salir? —el coreano se queda confundido por esa pregunta—. Tanto tú como yo no estamos en la edad de estar jugando juegos de adolescentes. Somos adultos y creo que es mejor dejar claro las verdaderas intenciones. ¿Espero que no le moleste mis palabras? —No para nada, me agradan las personas que son directas, lo único es que… —hace una pausa porque no encuentra como decirlo—, creí que mis intenciones estaban claras. —Me temo que no sé qué intenciones tiene y no quiero hacerme ideas erróneas. Así que prefiero que usted me lo explique —agregó Johanna con calma. —Si la invite a cenar fue porque estoy interesado en usted y no vaya a pensar de una manera inapropiada. Me gustaría conocerla, que sé de la oportunidad de conocerme y vea que no soy un mal hombre —dijo Sam—, le seré sincero, me cuesta mucho explicarlo, pero intentaré hacer el mejor esfuerzo. Me encanta estar junto a usted y siento cosas que no logro comprender con exactitud. Pero que son muy agradables y que quiero seguir sintiendo —Sam fue lo más honesto posible, aunque las palabras usadas no fueron las indicadas. Johanna baja la mirada hacia sus manos que están sobre su regazo, levanta la vista y ve al señor Kim sonriendo sutilmente. —También lo quiero conocer —declaró con cierto temor como si fuera una mujer primeriza en el amor. Al oír esas palabras tan hermosas, el señor Kim sonríe con más claridad. —Entonces si vamos a conocernos es mejor que le diga que tengo una hija, aunque probablemente eso ya lo sepa. —Si lo sé —confirma Johanna. —¿Y le molesta? —indagó el coreano. —No, porque también tengo una hija —también le cuenta por qué sabe que es algo que no se debe de ocultar—. ¿Espero que a usted no le moleste? —No. ¿Qué edad tiene su hija? —curiosea ahora que ya están empezando agarrar confianza. —Mi hija tiene 15 años —al oír esa respuesta Sam frunce el ceño confundido, Johanna se da cuenta de ese gesto y decide explicarle—, si sé que suena difícil de creer, pero tuve a mi hija cuando tenía 16 años y no digo que es un error porque no lo es. Solo fui una niña teniendo intimidad a temprana edad que no se cuidó y eso pasó. —Como le dije no la juzgaré, todos tenemos un pasado que nos ha forjado, pero qué valiente fue al tener a su hija a una edad tan temprana —mencionó Sam intentando evitar hacer preguntas o cometarios que no sé a apropiados y es que él sabe que aquí en Corea eso no pasa o nadie lo dice, pero allá es diferente. —¿Cómo se llama su hija? —interroga Johanna. —Mi niña se llama Kim Ji-Hee. —Que lindo nombre —declaró la mexicana con tranquilidad. —¿Y como se llama su hija? —ahora preguntó Sam. —Valeria Castillo —contestó Johanna y como el coreano es superdetallista nota de inmediato que ese no es el apellido de ella. —¿Castillo es el apellido de su padre? —preguntó medio dudoso de tocar ese tema. —Si es el apellido de su padre —se hace una pausa y es que Sam no sabe si seguí haciendo preguntas sobre eso, así que prefiere no tocar más del tema—. ¿Y dónde está su hija? —Está con mi madre. —¿Con su mamá y la mamá de su hija no pasa tiempo con ella? —Johanna se da cuenta de que ha hablado de más—. Disculpe por mi pregunta es que… —No se preocupe, sé que ha de saber que soy un hombre divorciado y que mi hija pasa más tiempo conmigo, que —hace una pausa—. Seré honesto con usted y le confiaré cosas que nunca antes le he dicho a alguien —dijo Sam—. Mi exesposa no pasa más de dos días al mes con mi hija y hay veces que Hee me pregunta sobre ella y no sé cómo decirle la verdad. Ella entiende que sus padres no están juntos, pero me es difícil encontrar las palabras correctas y no contarle la verdad que su madre no se preocupa por ella —deja salir un suspiro y toma un trago a su cuenco—, así que solo le digo que su madre está ocupada y que por eso no puede venir por ella —termino de hablar y Johanna se compadece por esa pequeña niña que a su corta edad ha estado viviendo lo difícil que es el divorcio. También ve cómo el señor Kim es un hombre muy especial al estar educando a su hija de una muy buena manera. Se acerca hasta tomar su mano que está sobre la mesa, él ha bajado la vista, pero siente el cálido tacto que presiona gentilmente su mano y levanta la vista mirando el rostro de la bella mujer. Quedado mucho más impactado por su belleza…—Eres un padre espectacular —dijo Johanna sin apartar su mano ni su vista de él. —¿Lo soy? —preguntó el coreano muy desconcertado. —Si lo eres, le has enseñado a tu hija a no odiar a su madre sin importar que ella no le importe y ese es un magnífico ejemplo —dijo Johanna olvidando por completo que está hablando con un coreano. El señor Kim no encuentra las palabras adecuadas para responder a lo que ella le ha dicho más por el gesto que hizo, ya que aquí no es nada común, pero le agrada, no sabe por qué, así que solo se limita a voltear su mano y entrelazar sus dedos con los de la extranjera. Volviendo a sentir esa sensación tan extraña, tan profunda, como una electricidad que recorre su extremidad subiendo por su brazo hasta llegar a su pecho donde le hace sentir cosas que no había sentido antes. Johanna siente lo mismo y retira la mano sentándose de nuevo en su silla, dejando al coreano confundido y sin saber qué decir. Mientras que ella siente como sus mejillas se han pue
Al día siguiente las cortinas son corridas haciendo que la luz invada la habitación y por ende impacte en los ojos de la castaña que está tirada sobre la cama. Ella abre poco los ojos intentando acoplarse a la luz, mira una silueta borrosa al lado de la ventana y poco a poco su visión mejora donde se cuenta que la que acaba de abrir las cortinas en su amiga Min. —Feliz cumpleaños Johanna —la felicita—, ¡levántate!—exclamo la coreana frenéticamente. —Buenos días, Min. Gracias, pero ¿a qué se debe que me estés despertando? —preguntó Johanna. —¡Levántate! —vuelve a decir. —¿Dime que pasa o no me levanto? —protesto la mexicana un tanto malhumorada debido a las pocas horas que ha dormido. —Ven, te juro que te va a encantar —Min le ruega tomándola de la mano. Johanna solo la ve mientras ella pone ojos de borrego a medio morir. Así que dejando salir un suspiro aparta la manta de sus piernas poniéndose de pie. Se coloca las pantuflas de color blanco y en cuanto logras colocá
El señor Kim está en su oficina esperando con impaciencia a que su asistente llegue para saber si el regalo que le envío a la señorita Suárez llegó. Está por ponerse de pie para ir a ver si ya ha llegado su asistente, pero en eso las puertas se abren entrando el joven bien vestido que se acerca hasta quedar frente al escritorio del señor Kim y hace una reverencia quedándose en esa posición. El coreano mayor al verlo así se pone de pie acomodando su saco de color oscuro mientras da la vuelta quedando al lado de Dong. —Buenos días, Dong. ¿El regalo fue entregado? —preguntó el señor Kim con una voz firme y fría. —Buenos días, señor Kim. Si el ramo de flores y los Mochi fueron entregados a la dirección que me dio —confirmó el joven sin dejar de hacer reverencia. —Que bueno y ¿tú viste cuidado con no poner mi nombre ni mi apellido en la nota? —continúa interrogando. —Si señor, solo se escribió lo que usted ordenó y no deje ninguna pista que pueda vincularlo a usted —declaró
—Señorita Johanna Suárez, es usted encontrada culpable del homicidio del productor Vicent castillo —exclamó el señor juez—. Pero debido a que usted es menor de edad, será trasladada al correccional femenil de mujeres hasta cumplir la mayoría de edad. —Terminó el señor juez golpeando el escritorio con el martillo de madera. —¡No! —un grito invade toda la sala y ese provenía de la madre de Vicent Castillo, que se sentía indignada por la sentencia que le habían dado a la mujer que asesino a su hijo—. ¡Esa mujer debería de ser condenada a la pena de muerte! —dijo la mujer de cabello castaño cubierto con algunas canas. —¡Silencio en la sala! —dijo el juez con voz ronca—. Doy por finalizado este juicio —al terminar de hablar la gente se pone de pie. Dos policías toman del brazo a la joven de quince años de cabello castaño, piel de color medio y de complexión delgada. Que tiene esposas en las muñecas y en los tobillos. Los hombres se llevan a la joven. —¡Te juro que nunca te deja
> —¡Ah! —gritó exaltada porque siempre sueña con los maltratos de ese monstruo. Intenta controlar su respiración tan agitada, haciendo sus ejercicios de relajación. Cuando logra controlar sus emociones y su acelerado corazón se pone a pensar en cómo han pasado ya 15 años desde la muerte de ese canalla y todavía la sigue atormentado esos terribles sucesos que sigue sintiéndose como si fuera ayer Estira los brazos mirando las varias cicatrices poco visibles que compruebas esos momentos de abuso. ¡Toc! ¡Toc! Se escucha cómo alguien toca la puerta haciendo que se gire dejando de mirar sus brazos. —S
Al llegar del trabajo, como le había ordenado a su sirvienta estaba cenando sola, no le gustaba mucho esa sensación tan extraña, tan lúgubre, nunca le ha agradado estar sola y es que cada vez que está así siempre los terribles momentos del pasado se manifiestan. Y hoy no es la excepción, su mente viaja a cuando ella siendo una niña aceptó irse a vivir con Vicent estaba alegre porque desde que estaba con él su carrera había mejorado era la chica del momento. Pero cuando estuvo en esa jaula todo cambio, ella como buena chica le preparaba su comida; sin embargo, él siempre le decía que sabía mal o estaba fría, causando que en ocasiones cuando estaba muy caliente se la arrojara intentando quemarla. Ella nunca entendía por qué la trataba así. Incluso después le prohibía ponerse ropa muy reveladora o muy ajustada porque siempre le gritaba que se la ponía para que todos la vieran. El día que ella se defendió recibió su primera cachetada. Ella agita la cabeza intentando olvidar eso
Johanna no está muy contenta de dejar a su hija, pero su amiga tiene razón durante los dos meses de vacaciones su hija se la pasará con sus abuelos y es que en esa escuela de paga tiene la forma de estudio que una estadounidense y les dan todo ese tiempo. Así que no tendrá nada que hacer más que estar encerrada en su casa. Además, a Valeria no le importa si se va así que precisamente por eso aceptó ir. Preparo sus maletas y ahora están subiendo al vuelo en primera clase. Johanna toma su asiento y su amiga se sienta frente a ella. —No estés triste, Valeria sabe cuidarse bien —añadió su amiga mirándola. —Claro que estoy preocupada, esa familia solo buscan quitarme a mi hija —mencionó la mujer de color de piel medio. —Pero no pueden hacer nada porque el juez ordenó que tú tienes todo para cuidarla y que solamente pasarían los fines de semana con ellos y unas vacaciones sí y una no —dijo—, pero lo que sigo sin entender es como el juez aceptó eso si son unas pésimas personas.
El chico misterioso al ver que la mujer a la que acaba de salvar se ha distraído aprovecha para salir huyendo del lugar y es que no sabe por qué la salvo y más a una total desconocida. Bueno, pero no dejaría que la atropellaran, en fin es mejor dejar las cosas así. Continúa con su trayecto hasta llegar al estacionamiento privado donde había dejado su motocicleta. Al entrar al lugar la ve a la distancia, se acerca hasta ella y aunque debido a la tela que cubre la mitad de su rostro, no se ve la sonrisa que ha puesto. Pero le alegra ver a su moto y es que a él le encanta sentir la adrenalina. Siendo acompañada del aire que toca su piel. Se coloca su mochila en su espalda, subiendo ahorcajadas sobre ella, poniéndose el casco y enciende el motor escuchándose un ronronear. Saliendo del estacionamiento a una velocidad considerable. Al entrar a las calles de vez en cuando le acelera para sentir esa sensación que tanto le gusta, se detiene al ver el semáforo en rojo y en eso pasa un