Pasan unos dos minutos el coreano se da cuenta de que Johanna lo mira despistadamente, pero cuando él voltea a verla y sus ojos hacen contacto visual, ella rápido baja la vista provocando que esa actitud le cause gracia y es que pareciera como una jovencita que está viendo a alguien que ha sido descubierta. Sonríe con sutileza, pero decide cubrir ese pequeño gesto que se dibuja en su rostro usando el menú para que ella no pueda ver lo que acaba de suceder. Recobra la compostura y baja el menú. —¿Ya sabe que ordenas, señoría Suárez? —preguntó el coreano recobrando la compostura. —La verdad no sé qué elegir, no conozco mucho de estos platillos, todos se ven muy ricos, pero no sé cuál sea el más adecuado —dijo Johanna y es que no miente si se ven muy ricos. No obstante, no sabe cuál seleccionar y es que no quiere algo demasiado grande. —¿Qué le parece si ordenó algo especial para los dos, bueno, si no le molesta? —indagó el señor Kim con una voz cortés. —No me molesta. —
Después de detener a la mexicana el señor Kim la mira y nota que ella continúa muy dudosa así que debe de dejarle claro que lo que dice es verdad. —Lo que le acabo de decir es cierto. No actúe como le dijeron que debería de hacerlo frente a mí, sea usted misma, quiero conocer su verdadero yo y no una falsa apariencia. No se preocupe por lo que pensaré, ya que no la voy a enjuiciar, además siéntase libre de decir y preguntar lo que quiera, quiero que esta cena sea agradable para usted y no un martirio —dijo Sam tomando la carne que hace un instante Johanna agarro y la mete al líquido caliente por unos minutos. Después la saca y la deposita en el plato de arroz de la mexicana que no ha perdido de vista ningún movimiento—. Coma —le ofrece con gentileza. Johanna toma el plato sujetando la cuchara que Min le dijo y metiendo a su boca el pequeño bocado de arroz con la carne. Que al estar dentro, la mastica con cuidado saboreando lo exquisito que es y la suavidad de la carne. —Mmm. E
—Eres un padre espectacular —dijo Johanna sin apartar su mano ni su vista de él. —¿Lo soy? —preguntó el coreano muy desconcertado. —Si lo eres, le has enseñado a tu hija a no odiar a su madre sin importar que ella no le importe y ese es un magnífico ejemplo —dijo Johanna olvidando por completo que está hablando con un coreano. El señor Kim no encuentra las palabras adecuadas para responder a lo que ella le ha dicho más por el gesto que hizo, ya que aquí no es nada común, pero le agrada, no sabe por qué, así que solo se limita a voltear su mano y entrelazar sus dedos con los de la extranjera. Volviendo a sentir esa sensación tan extraña, tan profunda, como una electricidad que recorre su extremidad subiendo por su brazo hasta llegar a su pecho donde le hace sentir cosas que no había sentido antes. Johanna siente lo mismo y retira la mano sentándose de nuevo en su silla, dejando al coreano confundido y sin saber qué decir. Mientras que ella siente como sus mejillas se han pue
Al día siguiente las cortinas son corridas haciendo que la luz invada la habitación y por ende impacte en los ojos de la castaña que está tirada sobre la cama. Ella abre poco los ojos intentando acoplarse a la luz, mira una silueta borrosa al lado de la ventana y poco a poco su visión mejora donde se cuenta que la que acaba de abrir las cortinas en su amiga Min. —Feliz cumpleaños Johanna —la felicita—, ¡levántate!—exclamo la coreana frenéticamente. —Buenos días, Min. Gracias, pero ¿a qué se debe que me estés despertando? —preguntó Johanna. —¡Levántate! —vuelve a decir. —¿Dime que pasa o no me levanto? —protesto la mexicana un tanto malhumorada debido a las pocas horas que ha dormido. —Ven, te juro que te va a encantar —Min le ruega tomándola de la mano. Johanna solo la ve mientras ella pone ojos de borrego a medio morir. Así que dejando salir un suspiro aparta la manta de sus piernas poniéndose de pie. Se coloca las pantuflas de color blanco y en cuanto logras colocá
El señor Kim está en su oficina esperando con impaciencia a que su asistente llegue para saber si el regalo que le envío a la señorita Suárez llegó. Está por ponerse de pie para ir a ver si ya ha llegado su asistente, pero en eso las puertas se abren entrando el joven bien vestido que se acerca hasta quedar frente al escritorio del señor Kim y hace una reverencia quedándose en esa posición. El coreano mayor al verlo así se pone de pie acomodando su saco de color oscuro mientras da la vuelta quedando al lado de Dong. —Buenos días, Dong. ¿El regalo fue entregado? —preguntó el señor Kim con una voz firme y fría. —Buenos días, señor Kim. Si el ramo de flores y los Mochi fueron entregados a la dirección que me dio —confirmó el joven sin dejar de hacer reverencia. —Que bueno y ¿tú viste cuidado con no poner mi nombre ni mi apellido en la nota? —continúa interrogando. —Si señor, solo se escribió lo que usted ordenó y no deje ninguna pista que pueda vincularlo a usted —declaró
Está casi por ser la hora que el señor Kim le dijo a la Johanna que pasaría por ella, la mexicana está lista y vestida con el atuendo que su amiga le sugirió. Ella se mira por el espejo dándose los últimos retoques cuando a través del espejo ve el rostro pensativo de su amiga y es que es raro verla así porque en estos momentos estaría muy emocionada por ella o incluso dándole lecciones, pero esta vez no le dice nada. Johanna deja la brocha en su lugar y camina directo hacia su amiga que está sentada sobre la cama. Se detiene al lado de ella. —¿Todo bien? —preguntó Johanna con preocupación. Min al oír la voz de su amiga voltea a verla. —No —contesta con la verdad. Johanna se sienta a un lado de ella. —¿Qué ocurre? —pregunto Johanna con preocupación. —Hace un instante le pregunté a mi madre porque estaba tan obsesionada con que me casara y lo que me dijo me dejó muy sorprendida —comentó Min con voz triste. —¿Qué te dijo? —indagó la mexicana. —Que mi familia está cas
La mexicana y el coreano, después de conducir un par de minutos por fin, se han estacionado en la entrada del lugar. Ambos bajan del vehículo, Johanna mira el edificio enorme y espectacular. Con las letras en coreano, así que no sabe lo que quiere decir. Los dos caminan directo a la entrada de cristal, Johanna queda superimpresionada por el lugar que es bastante grande y repleto de flores de todo tipo de colores. En el centro hay un pequeño estanque con lindos capullos de loto y nenúfares. —¡Oh! —exclamó la mexicana con asombro—. Qué hermoso. —Lo es, en esta temporada del año las flores florecen, viéndose en su total esplendor —dijo el señor Kim sin perderse ninguno de los gestos de su acompañante. —¿Entonces porque el lugar está solo? ¿Que no debería de estar lleno de gente presenciando esta belleza? —preguntó la mexicana. —Siempre está lleno, pero lo reservé especialmente para ti —declaró el señor Kim. Johanna al oír esa revelación voltea a verlo de reojo notando que l
El señor Kim por fin regresa a la realidad y ve lo que ha hecho. Se separa precipitado de ella como si hubiera cometido un crimen atroz. Tomando unos dos metros de distancia de ella. —Perdón, Johanna, no sé qué me paso —se disculpa con ella bajando la vista, sintiéndose muy avergonzado. La mexicana mira esa actitud y admite que sí fue algo muy inesperado, pero no es para que él se sienta mal. Ella se acerca a él acortando ese alejamiento y sujeta su mano. El señor Kim siente su agarre levantando la vista. —No tiene por qué disculparse no hizo nada malo —dijo Johanna intentando mantenerse tranquila. —¡Si lo hice la bese sin su consentimiento! —vociferó el señor Kim desesperado y angustiado. —Sam, sé que ustedes respetan mucho el espacio personal de las personas y que no se dan un beso en su segunda cita —declaró la castaña con un tono de voz que es y tranquilo. Él la ve totalmente serio—, no obstante recuerda que no soy coreana y de donde vengo no hay reglas que digan cuando