Juego entre amigas

—Aceptó —dijo Johanna decidida y es que no le gusta como su amiga la rete de esa manera.

Así que se puso a contestarle al señor Kim.

💬 —Hola buen día señor Kim, gracias e igualmente que tenga un buen día de trabajo y espero que no esté desvelado por mi culpa. Y vaya a interferir en su rendimiento —al terminar presiona en enviar.

—Ahora solo esperemos —Min le hace una señal a su amiga para que deje su móvil sobre la cama mientras ellas se acomodan a su lado.

Mientras tanto, en la empresa del señor Kim, él está en plena reunión y cuando escucha cómo su móvil suena ligeramente sobre su pecho. Sin dejar de ver hacia el frente, saca con mucho cuidado su teléfono colocándolo en sus piernas.

Enciende la pantalla, mirando despistadamente hacia abajo, mirando el nombre de la señorita Suárez en la pantalla. Hace clic en el mensaje abriéndolo y leyendo lo que dice.

Pero controla sus emociones sin aparentar la felicidad que tiene en el interior y permaneciendo en su porte frío y sereno. Contesta rápido mientras todos están atento en la exposición. Envía su respuesta guardando de nuevo su móvil entre sus manos.

La coreana y la mexicana no aparta su vista del móvil. Han pasado cinco minutos y Johanna ruega porque se tarde más. Pero en eso la pantalla se enciende.

Y ambas se emocionan, Min se lanza de inmediato por el móvil, al igual que Johanna, pero la que gana él la coreana, sin embargo, la mexicana no se deja y empiezan a pelear las dos por la cama.

—Dame eso Min —gruñe Johanna.

—Yo quiero verlo primero —contesta Min sin soltar el teléfono.

—Pero es mi teléfono y con quien habla es conmigo —protesta la mexicana. La coreana no está conforme, pero suelta el teléfono causando que Johanna caiga de espaldas hacia el piso y que solo sus pies queden en la cama.

—Auch —dijo Johanna estando en el suelo. Min camina por la cama en cuatro hasta acercarse al borde y ver a su amiga en el piso.

—¿Estás bien? —preguntó la coreana.

Johanna no alcanza a contestar cuando…

—¡Park Min-Dea, ¿Qué es ese ruido?! —grita la madre de Min muy molesta.

—¡Lo siento, mamá! —responde Min con un tono elevado mientras se baja de la cama.

—¡Cálmense o iré por las dos! —fue lo último que dijo.

—¿Estás bien Johanna? —indagó la coreana. Al llegar al lado de su amiga que está tirada en el piso.

—Anotaste las placas de ese camión llamado Min —dijo con ironía y mirándolo con furia.

—Lo siento, ven, te ayudaré a levantarte —le ofrece su mano que es tomada por la mexicana, pero antes de que logre levantarse jala con fuerza a Min haciendo que caiga de cara al piso—. Ay, ya me arruinaste mi bella cara.

—Te lo merecías por hacerme caer al piso.

Las dos se miran fijamente, sin poner ninguna expresión hasta qué.

—¡Ja, ja, ja! —las dos se ríen en unísono hasta quedar las dos sentadas en el piso.

—¿Qué te dice el señor Kim? —curiosea la coreana porque la verdad sí le interesa saber. Johanna con el móvil en la mano abre el mensaje.

—Claro que no interfiere en nada, mi rutina así es y en este momento estoy en una reunión, al terminar le escribo. Le deseo un feliz almuerzo —lee Johanna en voz alta.

—Te lo dije que está interesado en ti porque si no lo fuera no te hubiera contestado, ya que aquí estar atento en las reuniones es superimportante —comentó Min.

—No lo sé, solo lo hizo para que no lo molestara, quizá y ni me mande nada al rato —contestó la mexicana porque ella sigue con su idea inicial.

—Bueno, veremos si no lo hace —la coreana se pone de pie—. Y apresúrate o llegaremos tarde al desayuno y mi madre se molestará.

—Si está bien, me ducho rápido y bajo —contestó Johanna mientras su amiga se aleja en dirección hacia la puerta. Al quedarse sola, Johanna le contesta rápido al señor Kim.

💬 —Está bien, señor Kim 😊👍🏻.

Fue lo único que le dijo y es que no se le ocurrió nada más que decir. Un remordimiento hace que se arrepienta de haberle mandado ese mensaje que tal y se vea mal por los emojis. Pero ya no puede hacer nada.

Así que solamente deja el móvil en la mesa y corre en dirección hacia el baño. En la oficina, el señor Kim escucha de nuevo el sonido de mensaje, baja la vista y mira el mensaje de la señorita Suárez, haciendo que le cause confusión por el hecho de los emojis, así que frunce el ceño.

—¡Señor Kim! —lo llamo el hombre que está exponiendo y está al otro extremo de él. Pero se dan cuenta todos que él ni los mira—. ¡Señor Kim! —vuelve a llamarlo y ahora Sam levanta la vista.

—Sí —responde ocultando el móvil entre sus manos debajo de la mesa.

—¿Qué le parece el nuevo sistema operativo del teléfono? —preguntó otro hombre.

—Es perfecto, pero creo que necesitaremos que el nuevo modelo tenga una apariencia única, que llame la atención de todos y que así estén tentados a comprarlo —añadió con una voz superprofesional—. Así que quiero para mañana bocetos de futuros modelos.

—Sí, señor —obedecen todos los que estaban en la reunión.

—Continúa —le habla el chico que estaba haciendo la presentación.

Él continúa hablando en coreano, todos voltean a verlo y el señor Kim deja salir un suspiro de alivio porque lo han tomado desprevenido. Lo bueno es que tiene muy buena memoria para recordar cada palabra que le han dicho y no tan fácil lo puede sorprender.

Piensa en el mensaje de Johanna y es que no sabe que es lo que se refieren esos emojis. Una carita sonriente sonrojada y un pulgar hacia arriba. Bueno, el segundo sí puede entender que sea una seña de que entendió lo que le dijo. Sin embargo, el otro no logra comprender su significado.

Será que le alegra mucho que le mande mensajes. Pensar en esa posibilidad siente como si algo se le moviera en el estómago con ganas de sonreír, pero no está en el lugar para hacerlo.

No obstante, también existe otra cuestión que provoca un disgusto en él y es que tal vez esa carita significa que le alegra que no le mande mensajes y es que es muy extraño. Se da un par de cachetadas mentales intentando dejar de pensar en eso y enfocar su mente en la reunión.

Después de una hora se ha dado por finalizada la reunión. Todos regresan a sus puestos y el señor Kim camina por los pasillos de su empresa con un paso firme y delicado que demuestra mucha seguridad en él.

Una mano en el botón que de su saco y la otra suelta pegada a su cuerpo de forma elegante. Y es que con esa forma de caminar hace que todas las chicas que trabajar para él les resulte sumamente difícil no voltear a verlo. Él sabe de todas esas miradas, pero como todo un profesional prefiere ignorarlas hasta que entra a su oficina y se sienta en su silla frente a su escritorio de madera.

Está por seguir con su trabajo cuando un ruido hueco proviene de la puerta.

—¡Adelante! —grito el señor Kim. La puerta se abre y por esta entra su asistente con una charola en sus manos.

—Hola señor Kim, aquí está su desayuno y su café —dijo el chico joven dejando la charola sobre la mesa de centro.

—Gracias.

—¿Necesita algo más? —preguntó el chico sin siquiera mirarlo a los ojos.

—No puedes retirarte —dijo el señor Kim. El chico hace una reverencia y se va directo a la salida.

El señor Kim se pone de pie caminando directo hacia la mesa donde toma la taza de café y le da un pequeño sorbo. Saca su móvil mirando de nuevo el mensaje de la señorita Suárez y las dudas inundan su mente.

Su mirada baja hacia la charola donde hay arroz, sopa, kimchi y otros acompañantes. Y se le ocurre una idea. Deja la taza sobre la mesa y le manda un mensaje a la señorita Suárez…

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