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—¿Una fiesta? ¿Aquí?

Las sanadoras sonrieron al ver mi expresión de terror.

—Es la Luna de las Flores, el plenilunio de mayo —explicó Marla con la paciencia afectuosa que la caracterizaba—. Los pasos de la montaña ya han vuelto a abrirse, de modo que recibimos invitados de los valles vecinos.

—¿Más lobos?

Sus risas no apaciguaron mis temores.

—Es una ocasión muy especial —continuó Marla, acallando a sus sanadoras—. Es la única vez al año que nuestra madre se presenta en público, para agasajar a nuestros parientes y aliados con una cena.

—Entiendo. Precisarán ayuda en la cocina. —Sus expresiones me hicieron suspirar desalentada—. ¿Dónde me necesitan?

—En los baños.

Abrí los ojos como platos y meneé la cabeza con vehemencia.

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