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A la mañana siguiente, cuando logré dejarlo ir y volver mi mente a las tareas del día, comprobé que la mayoría de las medicinas eran para mujeres que trabajaban por la mañana, incluidos los baños.

Como tendría que aventurarme por encima de mi escondite en el subsuelo, volví a vestirme como la noche anterior. Marla y sus sanadoras dedicaron varios minutos a alborotar sobre lo bien que me veía, y mientras desayunábamos, me indicaron cómo llegar a las dependencias de limpieza en el primer nivel, y de allí, a los baños. Antes que me fuera, Ronda me entregó otra cesta de lociones.

—Ya que irás por allí —terció con un guiño—. Y pregúntales si precisan algo más para la tarde.

Marla me detuvo para ajustar la cadena de mi pendiente de adularia, cerrando el broche en otro eslabón de manera que quedara m

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