La advertencia

Miguel le reclamó a su esposa e hija el comportamiento con su compadre y con su hermano. Luz María respondió:

— ¿Quieres una respuesta? Está bien, te la daré, pero no ahora. Tómate este café para que se te baje la borrachera que traes. Más tarde hablamos, pero ve pensando si quieres a tu familia o a tu hermano Jesús, porque esto que hoy pasó no lo pienso tolerar.

— Mujer, no exageres. Mi compadre es un bocón, pero es buena persona. Seguro andas en tus días y por eso te comportas así.

— ¡¡¡Basta, Miguel!!! Necesito que estés en tus cinco sentidos para hablar. No me hagas ser quien tome cartas en el asunto, porque te aseguro que te vas a arrepentir.

Diciendo esto, Luz María agradeció a P**e y sus hijos por su ayuda y los despidió. Luego llamó a sus hijas y se dirigió a su habitación. Les ordenó a Luz y a su hermana que organizaran una maleta con un par de mudas de ropa y sus artículos escolares. Ellas lo hicieron y esperaron a que amaneciera.

A las 6 de la mañana, Miguel despertó recordando los últimos momentos antes de la advertencia de su esposa. Era consciente de que debió ser algo muy grave lo que pasó para que su mujer le hablara así. Tomó su celular y vio un par de mensajes de su compadre y amigo. El primero decía:

“Discúlpame, compadre. Sé que mi comportamiento con tu mujer no fue el mejor, pero ella me insultó y me echó a mí y a mi hijo. La verdad, eso me molestó bastante y respondí a sus insultos. Sabes que soy muy bocón y creo que me pasé, pero sabes que no lo hago con mala intención.”

Leyó el segundo mensaje que decía:

“Por cierto, yo que tú pondría atención, porque no me parece correcto que a esas horas llegaran a tu casa el novio de tu hija y su padre. ¿Qué va a pensar la gente, compadre?”

Este último comentario le molestó bastante a Miguel. Sabía cómo afectar la estabilidad de Miguel, ya que él era muy celoso tanto con su esposa como con sus hijas. Aunque confiaba en su mujer, le preocupaba mucho el qué dirán. Decidido a aclarar la situación, tomó su celular para llamar a su compadre, pero fue en ese momento cuando vio bajar a su mujer e hijas con unas maletas, lo cual lo alarmó y se apresuró a levantarse.

— Amor, Luzma, ¿qué pasa? ¿Qué significan esas maletas? — preguntó angustiado ante la seriedad en el rostro de su esposa y la cara llorosa de sus hijas.

— Pasa que nos vamos por unos días. Necesito que pienses muy bien lo que vas a hacer. Lo que pasó anoche fue lo último que voy a tolerar de tu “compadre” — mencionó Luz María, haciendo comillas con los dedos.

— Luzma, ya te dije, mi compadre es muy bocón, pero no es para tanto. A ver, dime mujer, ¿qué te pudo decir para que te ofendas así?

Luz se apresuró a contestar por su madre:

— ¿¡¡¡Te parece que exagera!!!? Cuando le ofreció dinero a mi madre para que te abandonara y se llevara a mi hermana. ¡¡O exagera al decirle que tú mereces una mujer más hermosa que te pueda dar hijos varones!!

— Oh, lo olvidé. Quiero que tú me lo digas, papá. ¿Crees que yo necesito un hombre como Jorge, que es el hijo varón que tú hubieras deseado tener y con el cual debería ser complaciente? ¿Dime, papá, es cierto? ¿Mi mamá está exagerando?

Miguel no sabía qué responder. Todo lo que le decía su hija lo tenía en shock. Era cierto que había expresado a su amigo que le hubiera gustado tener un hijo varón, ya que no deseaba que, en caso de faltar él, su mujer e hijas quedaran desamparadas. Incluso le mencionó que ahora con Luis se sentía más seguro en ese aspecto, ya que esperaba que en un futuro se convirtiera en un hijo político y que confiaba en que cuidaría de sus mujeres. Miguel volvió en sí cuando Luz María habló:

— Espero que estos días solo valores a tu familia y evalúes tu comportamiento en las últimas fechas. Tú nunca habías tomado hasta perderte, ni permitías que nadie me faltara el respeto, mucho menos le habías puesto una mano encima a ninguna de tus hijas por un extraño que se dice tu amigo. Quiero que este tiempo lo aproveches para que decidas si realmente quieres que me vaya, como lo dijo tu amigo. Si es así, lo respetaré, pero no creas que te dejaré a Luz. Si yo me voy, será con mis dos hijas.

— Luzma, amor, yo no quiero que te vayas. No entiendo qué me dices. Por favor, hablemos. No te vayas. Mira, no importa lo que diga Jesús. Yo lo haré disculparse y lo de P**e y Luis no me importa.

— ¿Qué de P**e y Luis? No sé de qué hablas, pero veo que ya tu amigo te enredó. — Luz María extendió su mano a Miguel, entregándole un USB. — Mira, ahí tienes las grabaciones de lo que pasó anoche. — Señaló Luz María a la cámara que se encontraba escondida en la esquina de la sala. — Dado que en los últimos meses te has dedicado con tu amigo a conseguir nuevos clientes, dejándonos solas y por los rumores de robos en la colonia, optamos por colocar un par de cámaras en la casa y el negocio.

Miguel se quedó nuevamente en shock, sin saber cómo había llegado a este punto, ni siquiera al tanto de las cámaras. Empezó a reflexionar y se dio cuenta de que había abandonado a su familia por la avaricia de conseguir más contratos. Mientras tanto, Luz tomó el celular de su papá, vio el último mensaje, lo que la hizo enojar más. Lanzándolo al suelo, tomó su maleta y se dirigió hacia afuera diciendo:

— Por cierto, padre, si Luis y su padre estaban aquí anoche fue porque yo los llamé, ya que nos encontrábamos solas y escuché unos gritos y objetos cayendo. Me alarmé y pensé que era un ladrón, cuando en realidad era un tipo que estaba a punto de golpear a mi madre. — Miguel sentía que su corazón se rompía al escuchar la frialdad en las palabras de su hija, recibiendo la estocada final al escuchar lo siguiente: — Ah, por cierto, renuncio. No pienso estar en un lugar donde se encuentren esas personas.

— Bien, creo que ya está todo dicho. Nos vemos en un par de días. Cualquier cosa, escríbele por favor a Mariana o P**e. Ellos nos darán asilo. Además, me comentó Mariana que su hermano es abogado y nos puede ayudar con el divorcio si al final decides seguir la propuesta de tu amigo.

— Luzma, ¿qué dices? ¿De qué divorcio hablas, mujer? — le decía Miguel mientras iba tras ella, viendo cómo su esposa e hijas caminaban hacia el coche de Mariana que ya las esperaba.

— El nuestro, Miguel. Te lo dije, esto fue lo último que toleré. Si tú no eres capaz de poner un alto a tu comportamiento y darnos tu lugar como tu familia, no tiene sentido seguir juntos. Puedes seguir tu camino, buscar una mujer a tu gusto y que te dé todos los hijos que quieras. — Fue lo último que dijo mientras cerraba la puerta y el coche de Mariana avanzaba.

— Luzma, espera por favor. No te vayas.

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