La confrontación

Habían pasado ya un par de meses desde que Luz y Luis regresaron del viaje de generación. Ambos estaban muy ansiosos: Luz por ingresar a la universidad y Luis por regresar a clases acompañado de su novia.

Para Luz, fue muy complicado hablar con Jorge debido al cariño que le tenía. Sin embargo, lo hizo, dejando claro que ellos dos eran amigos y nada más. Estableció límites que le parecían adecuados, buscando dejar en claro que no debía permitirse atrevimientos que no le correspondían. Desde su regreso, Jorge buscaba cualquier oportunidad para estar con Luz. Le llevaba flores o chocolates, la invitaba a comer o al cine e incluso insistía en que aún podía cambiarse de universidad.

Estas últimas acciones de Jorge sorprendieron a Luz, pero estaba clara en que no podía volver a ilusionarse, porque se daba cuenta de que esto era más por molestar a Luis que por demostrar interés en ella. Además, había notado que su padre últimamente veía con cierto recelo a Luis, lo contrario a lo que pasaba con Jorge. Incluso en algunas ocasiones llegó a insinuar que Jorge era más afín con ella que Luis, lo cual no le agradó mucho a Luz.

También Luz María se percató de que la actitud de su esposo estaba cambiando. Pasaba mucho tiempo con Jesús, situación que a él le agradaba mucho, ya que era un hombre un tanto machista. Cada vez que estaba de visita en su casa, trataba a Luz María con desdén o hacía comentarios fuera de lugar, situación que no le agradaba a Miguel, pero que al final lo permitía porque Jesús era como su hermano.

Así mismo, con el pretexto de conseguir nuevos contratos de asesoría, Jesús llevaba a Miguel a cenas o comidas con nuevos prospectos de clientes, propiciando que Miguel llegara borracho en varias ocasiones.

No es que Miguel tomara demasiado, pero al no ser una persona acostumbrada a la bebida, con un par de cervezas perdía la conciencia. Luz María, varias veces habló con Miguel, pidiéndole que no lo hiciera, porque, aunque ella no tenía estudios universitarios, era inteligente y se daba cuenta de que Jesús aprovechaba esa inconsciencia de Miguel para obtener los contratos, beneficiándose él y dejando el trabajo pesado a Miguel.

La actitud de Miguel con su esposa e hija estaba cambiando mucho. Incluso empezó a actuar como Jesús y a ver mal la relación de su hija con Luis, ya que consideraba que Jorge era más digno de ser su yerno.

En una ocasión, siendo aproximadamente las 3 de la mañana, Luz María esperaba a Miguel en la sala. Miguel, quien en ese momento iba entrando en brazos de Jesús, se sentía dueño y señor de la casa. Jesús le dijo a Luz María:

—Ah, estás aquí. Qué bien, lleva a Miguel a su habitación y baja, que tengo mucha hambre. Sirve de algo, mujer. No sé cómo mi compadre te tolera, no sirves para nada, ni siquiera como mujer. No fuiste capaz de darle un hijo varón que continuara con su legado, pura mujercita. Por eso su familia no te tolera. Pero no te preocupes, que mi hijo se encargará. Ya verás.

Jesús decía esto dejando que el alcohol le soltara la lengua y dejara ver a Luz María las intenciones que tenía con su familia. Luz María podría parecer una mujer sumisa y tranquila, pero tenía un carácter fuerte y saltaba a defender a los suyos. Esta acción fue lo último que iba a tolerar de Jesús y, tomando una escoba, le dijo:

—Primero que nada, tú no eres quien para venir a mi casa a mandarme nada. Si tantas ansias tienes de que Miguel esté en su habitación, llévalo tú.

—Segunda, si tienes hambre, ve a tu casa con tu mujer que te atienda. Esta es mi casa y, si Miguel no me manda, tú menos.

—Y que sea la última vez que insinúas algo así. Mi hija es mucho más capaz que tus hijos, porque a Miguel le puedes dorar la píldora, pero muchos de los proyectos en los que han trabajado han sido resueltos por mi esposo y mi hija, y ustedes solo los demeritan.

Jesús, molesto, se levantó y lanzó un par de objetos que estaban en la mesa de la sala. Estaba a punto de lanzarse sobre Luz María, cuando Luz y Elisa bajaban las escaleras. Luz, al escuchar ruidos, se alarmó, fue a la habitación de sus padres y, al percatarse de que no había nada, supuso que su padre aún no llegaba y su madre debía estar esperándolo en la sala. Ante este escenario, la chica pensó que se trataba de ladrones, ya que su padre no sería capaz de agredir a su madre. Por lo que, sin titubear, llamó a su novio, quien le dijo que llegaría en unos minutos. Luz tomó las llaves de su casa y las arrojó al jardín de la entrada, para que Luis y su padre pudieran entrar sin problema.

A pesar de que Luis le pidió que no bajara y se mantuviera resguardada, Luz y Elisa eran igual de voluntariosas que su madre. Por eso, acompañadas de sus mascotas, un perro labrador y un husky, ambas chicas bajaron con sigilo las escaleras, llevando consigo un b**e que esperaban les sirviera para defenderse, mientras llegaban Luis y su padre.

Luz, al percatarse de que Don Jesús estaba a punto de golpear a su madre, le ordenó a los perros atacar.

Don Jesús, al percatarse de la presencia de las chicas, trató de justificarse, diciendo que estaba muy borracho y que se iba a caer.

Luz María, de inmediato, le dijo que no mintiera, que por favor se fuera, que esto ya estaba fuera de control. Jesús, al ver que no podría convencerlas, mostró su verdadera personalidad.

—Está bien, veo que no hay manera de conciliar. A ver, niña, ven aquí —dijo dirigiéndose a Luz—. Ve a prepararme algo de cenar, ya que la inútil de tu madre ni para eso sirve.

Luz, cerrando los puños, se preparaba para encararlo. Su madre le hizo una seña para que se calmara y le pidió que fuera a la cocina por un café para él y para su padre. Luz fue caminando apresuradamente, rogando porque su novio llegara cuanto antes. Iba regresando cuando se percató de que Jorge estaba entrando.

Desde la posición de Jorge, no se percató de que detrás de él se encontraba Luz, y Don Jesús ya estaba sintiendo nuevamente los efectos del alcohol. Por lo que escuchó lo que ambos le decían a su madre.

—Ves, mujer, aquí se hace lo que yo diga y muy pronto mi hijo hará lo mismo. Deja la rebeldía y alinéate. O mejor aún, vete. Él no es feliz, merece una mejor mujer, que le dé hijos varones, más hermosa y con clase, no una india disfrazada. Es más, ¿por qué no me dices una cantidad? ¿Cuánto quieres por dejar a Miguel y llevarte a esta chiquilla? A Luz me la dejas para mi rey —dijo Jesús palmeando la espalda de su hijo.

—¡Estás loco! No quiero tu cochino dinero. Si Miguel quiere que me vaya, está bien, yo no lo voy a retener, pero que sea él quien me lo diga, no un estúpido machista como tú. Además, te voy a pedir que con mis hijas no te metas.

—Sí, señora. Don Miguel nos ha comentado que le hubiera gustado tener un hijo varón, que le encantaría un hijo como yo y, dado que usted ya no puede o no quiere, pues la mejor manera es que me quede con su hija.

—Eso lo veremos, muchachito. Mi hija tiene ya un hombre a su lado y sería una estúpida si lo cambia por un títere de su padre como tú.

—Por favor, señora, Luis es un chiquillo que apenas cumplió la mayoría de edad y está iniciando la carrera. No tiene el porte que tengo yo y, por su hija, no se preocupe. Mientras sea complaciente, no tendrá problema conmigo. Así que le aconsejo, señora, que se deje de estupideces y mejor evalúe la propuesta de mi padre. Mejor váyase con su escuincla, suficiente tenemos con estar soportando al padre y la hija.

En ese momento, Luz iba entrando, lanzando las tazas de café a Jorge y Don Jesús, y volvió a lanzarle a los perros porque quería sacarlos de su casa. En ese momento iban llegando Luis y su padre, y Miguel, tras el alboroto, despertó y solo vio cuando su hija lanzaba el café a su amigo y compadre. Por lo que, con dificultad, se levantó y dio un chiflido para detener el ataque de los perros, dando un tirón al brazo de su hija, que estaba ya lanzando golpes a Jorge y Don Jesús.

Luis, al ver el estado de su suegro y que estaba a punto de abofetearla, se interpuso, recibiendo él el golpe. Luz María, tomando el b**e, corrió nuevamente hacia Don Jesús y su hijo.

P**e, padre de Luis, llegó a tiempo para controlar la situación y detener la pelea. Aun así, Don Jesús no paraba de insultar y menospreciar a Luz, llamándola de todo, mientras Miguel trataba de contener a su hija y a Luis, quien se encontraba con la cara hinchada por los golpes recibidos. Jesús se fue de la casa dando un portazo y, mientras Luz María trataba de calmar a su esposo y a su hija, se escuchó el llanto de Elisa, quien había estado escondida en la habitación por el escándalo.

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