CAPITULO XXXVI

¿Estaba soñando de nuevo?

La tenía contra la estantería del estudio, atrapada entre su cuerpo y la madera oscura, con su respiración entrecortada mezclándose con la de él.

Anfisa estaba tan cerca que podía sentir sus pechos rozando su torso con cada tembloroso respiro. No llevaba sostén, lo supo en el instante en que su cuerpo chocó contra el suyo y ese maldito detalle lo estaba volviendo loco.

Thomas intentaba contenerse, sus manos firmes en los hombros de ella, un agarre que no sabía si pretendía apartarla o sujetarla aún más. Sus dedos se crispaban, queriendo deslizarse por sus brazos, bajar a su cintura, sentir la suavidad de su piel bajo sus palmas.

Pero no.

Los labios de Anfisa se movieron con torpeza sobre los suyos, desesperados, ansiosos, como si estuviera intentando seguir un ritmo que apenas estaba descubriendo. Era atrevida, sí, pero inexperta, y eso lo desesperaba más que cualquier otra cosa.

Su respiración era errática, sus manos temblaban ligeramente mientras
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