CAPITULO XXXV

Pasaron un par de días y Anfisa aún no se atrevía a abrir el libro de nuevo. Lo había dejado sobre su mesita de noche, como si al hacerlo pudiera ignorar las preguntas que revoloteaban en su cabeza.

Pero esa noche, con el silencio cubriendo la casa y la tenue luz de su lámpara encendida, sus dedos lo buscaron casi por inercia. Abrió las páginas y dejó que sus ojos se deslizaran por las palabras, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza mientras la historia se volvía más y más intensa.

Había leído novelas románticas antes, pero esto… esto era diferente. No eran solo besos y miradas furtivas. No era la tímida exploración del amor juvenil. Eran palabras directas, describiendo deseos y sensaciones que jamás se había permitido imaginar con claridad.

¿Thomas… deseaba esto? El pensamiento la golpeó con fuerza. Su estómago se revolvió, una mezcla de curiosidad, vergüenza y algo que no sabía nombrar.

Thomas no estaba en edad de romances dulces e inocentes como los que ella solía imag
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