El sonido de los cubiertos chocando suavemente contra los platos era lo único que llenaba el aire mientras cenaban. Por primera vez, no había largas mesas de lujosas ni la formalidad opresiva de la mansión Hammond. La pequeña mesa de madera en la cocina apenas dejaba espacio entre ellos, un contraste total con los grandes comedores a los que Anfisa estaba acostumbrada. Aquí, Thomas estaba cerca. Demasiado cerca. Las dos mujeres encargadas de la casa se acercaron a la puerta, listas para retirarse. “Señor Hammond, señorita, nos vamos. Si necesitan algo, estaremos temprano en la mañana.” Thomas asintió sin dejar de lado su porte imponente. “Bien. Descansen.” Las mujeres salieron, y la puerta se cerró con un leve sonido sordo. La casa quedó en completo silencio. Anfisa bajó la mirada a su plato, girando distraídamente el tenedor entre los dedos. El ambiente se sentía distinto. No solo porque era la primera vez que cenaban fuera del frío lujo de la mansión, sino porque ah
Thomas la miró en silencio, fijamente. Sin apartar la vista de sus ojos que, a pesar de lo que intentaba ocultar, revelaban un anhelo evidente. Era el mismo deseo que él sentía, pero había algo en ella que lo hacía aún más intenso. La calma de la noche se había desvanecido, reemplazada por la creciente tensión entre los dos. Anfisa no lo apartaba de sí, y eso le hizo entender algo que no había querido aceptar hasta ahora: Ella estaba lista, y lo que más le aterraba de la idea de tomarla, era de no ser lo suficientemente cuidadoso. A medida que sus ojos recorrían su rostro, una parte de él quería ceder a la tentación y poseerla. La cercanía de su cuerpo le hablaba más que cualquier palabra. Pero había algo más en juego aquí. No era solo el deseo que lo quemaba, sino la sensación de responsabilidad que sentía por ella. No era un deseo egoísta. Quería que ella se sintiera como una princesa, que fuera un acto de adoración a ella. No solo un deseo saciado. Sin decir una palabra,
“La mansión sigue en calma, señor. No ha habido movimientos sospechosos en los alrededores, y la seguridad sigue reforzada. Sin embargo…” Henry hizo una breve pausa, y Thomas sintió que venía algo más. “He hablado con los detectives esta mañana. No hay avances concretos sobre la nota, pero creen que podría tratarse de alguien con acceso a información privada.” Thomas frunció el ceño, tensando la mandíbula. “¿Acceso a información privada? ¿Eso significa que alguien dentro de nuestros círculos podría estar detrás de esto?” “Es una posibilidad que no descartan,” continuó Henry. “No encontraron huellas en la nota, lo que indica que quien la dejó sabía lo que hacía. Y lo más inquietante… no fue una simple amenaza.” Thomas entrecerró los ojos, sintiendo el peso de esas palabras. “¿Qué quieres decir?” “La redacción de la nota… no advertía de un peligro inminente. Más bien, parecía una declaración de intenciones. Como si la persona que la dejó no quisiera asustarlo, sino que estuvi
Anfisa sonreía mientras observaba la escena. El aire estaba lleno de risas y música, y aunque no entendía cada palabra de lo que decían, la atmósfera era tan animada que no necesitaba saber más. Los hombres morenos y carismáticos se movían al ritmo de la música, algunos de ellos ya un poco borrachos, haciendo bromas y bailes torpes pero divertidos. La vista era tan distinta de lo que estaba acostumbrada. En la mansión de Thomas, todo era tan silencioso, tan contenido. Pero aquí, el bullicio, la risa, los colores de la noche la hacían sentirse parte de algo más grande, más libre. Sus ojos se encontraron con los de Thomas, quien parecía observarla con la misma intensidad con la que la veía en esos momentos tranquilos de la mansión. La mezcla de emociones en su pecho le hizo sonreír. Pero entonces, uno de los chicos guapos de la fiesta, el más carismático de todos, se acercó a ella con una sonrisa encantadora y extendió la mano. “¿Bailas?” le preguntó, con una voz profunda y cáli
“Resístelo un poco más…” murmuró. Tras acariciar lentamente su sensible capullo, Thomas sintió las caderas de Anfisa arquearse en su mano que masajeaba su rosado nudo, buscando más. Podía ver las perlas de sudor brillantes formándose en su piel, oír sus gemidos de placer. Su aroma era embriagador, llevándolo al borde de la locura; casi sentía que era otro de sus sueños húmedos, verla así. Thomas no pudo contener un gemido al ver cómo los muslos temblorosos de Anfisa se estremecían con la creciente tensión. Podía sentir su creciente sequedad cubriendo sus dedos, su cuerpo delatando su desesperada necesidad de liberación. Inclinándose, su aliento rozó su piel caliente, provocándola sin piedad. “Estás lista”, susurró con la voz ronca por el deseo. “Déjame saborear tu dulzura”. Sopló suavemente sobre su sensible hendidura, observándola temblar y gemir bajo él. Thomas sabía que estaba jugando con fuego, pero verla retorcerse de placer era embriagador. Anfisa sentía un torbellino de e
La morgue estaba silenciosa, el aire denso, casi pesado. Thomas caminaba por el pasillo con su rostro impasible, pero por dentro sentía una mezcla de incomodidad y curiosidad. Los detectives que lo acompañaban murmuraban entre sí mientras avanzaban hacia la mesa de autopsias. Allí, tendido bajo una sábana blanca, estaba el cadáver de alguien que conocía de sobra.Pero algo no cuadraba. El hombre que antes había sido conocido por su cabello versátil y su sonrisa maníaca, ahora presentaba un cambio radical. Su cabello, que en vida había sido su sello distintivo, estaba teñido de un rubio cenizo, casi blanco, y la mitad de su rostro estaba quemada, las cicatrices y marcas dejando al descubierto la desfiguración. El color que antes dominaba su personalidad ahora era un gris sombrío que parecía más una mofa de su propia existencia. "¿Qué diablos ocurrió aquí?", preguntó uno de los detectives, observando las quemaduras que marcaban la piel del hombre de manera tan grotesca.Thomas permanec
Un hombre se encontraba de pie sobre un techo, mirando hacia el cielo nocturno sin estrellas. Su postura era dura y degradante, aterradora en cierto modo. Era temprano de madrugada y respiraba profundamente, aunque se sobresaltó cuando escuchó movimiento detrás de él. Sus ojos se abrieron un poco.Thomas giró bruscamente la cabeza. “¿Hola? ¿Quién anda ahí?”, dice con voz ronca y amenazante."Detective tonto", lo llamó la mujer sonriendo y levantando las manos, estaba indefensa, no era una amenaza en ese momento, por ahora.Los hombros de Thomas se relajaron un poco, aunque permaneció en guardia. "Lorena", dice en voz baja. "¿Qué estás haciendo aquí?", pregunta con los ojos entrecerrados. "¿Y dónde está Vito?", pregunta con cautela."Yo que sé, la última vez que nos vimos casi me mata." Se encogió de hombros restándole importancia, no quería hablar de eso ahora y se sentó en una banca de concreto que había allí. "Por otro lado mírate, viejo, hace años que no te veo. Los años ya habían
“Tu padre ha sido condenado a muerte por todos sus crímenes.” Dijo Thomas en medio de la comida con un tono serio y duro mientras la miraba fijamente, Anfisa sostenía los cubiertos y se había llevado un trozo de carne a la boca. Thomas quería ver su reacción ante la nueva noticia sobre su padre, para ver si sentía algo.Anfisa tragó saliva con cuidado al escuchar la abrupta noticia que Thomas le había dicho en medio del comedor y pudo sentir la mirada de todos los que servían en el comedor.Maldita sea, no se esperaba eso.Puso con cuidado sus cubiertos sobre la mesa para tomar el vaso de agua y no atragantarse con la comida.Thomas se quedó mirándola con sus ojos azules, mientras esperaba una reacción de ella. Tenía que ver si todavía había algún amor por él, o si ella también lo odiaba, y era hora de averiguarlo de una vez por todas. Tenía las manos sobre el regazo, mostrando modales perfectos.Anfisa se quedó allí quieta por unos momentos mientras dejaba el vaso sobre la enorme m