CAPITULO XLII
Thomas exhaló lentamente mientras ajustaba los puños de su camisa. La luz tenue del estudio proyectaba sombras suaves en su rostro, resaltando el cansancio en su expresión. No estaba preocupado, pero tampoco era algo que pudiera ignorar.

“¿Ya está todo listo?” preguntó, sin apartar la vista de los documentos sobre su escritorio.

“Sí, señor,” respondió Alfred con la precisión de siempre. “El equipaje está en el auto y la casa ya fue preparada para su llegada.”

Thomas asintió con un leve movimiento de cabeza. No solía huir, no era su estilo. Pero después de encontrar esa nota en su auto, prefirió mantener a Anfisa fuera del peligro hasta que la policía pudiera rastrear su origen.

Se pasó una mano por el rostro, sintiendo la tensión acumulada en su cuerpo. No estaba preocupado por él mismo. Estaba acostumbrado a las amenazas, a los mensajes velados. Pero Anfisa…

Ella no tenía idea de en qué tipo de mundo estaba pisando.

“¿Está lista?” preguntó finalmente.

“Subió a cam
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