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Creo que nunca antes me sentí tan feliz de que mi anca se hubiera recuperado del lanzazo, y que nunca antes corrí tanto y tan rápido por la nieve, ansioso por llegar al castillo.

Fui directamente a los baños, avisándole a madre y a mis hermanos que había regresado y que no me molestaran hasta la cena.

Dormí hasta el anochecer, un sueño pesado y sin imágenes del que desperté sintiéndome restaurado. Y famélico. Imaginé que madre querría saber sobre la muchachita, de modo que me vestí con lo primero que hallé y recorrí la galería hasta sus aposentos. Me alegró encontrar allí a Mora, y me senté a devorar cuanta comida me pusieron delante mientras hablábamos.

Mi hermana me refirió que había designado a las muchachas directamente al servicio de cocina, sin permitirles sumarse a las demás elegidas

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