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Contuvo el aliento cuando me incliné sobre ella y volví a percibir ese rastro floral en su esencia, que eclipsaba al láudano. Fue como si jalara de mí hacia su cabello. Olí su cara con lentitud, intentando identificar ese aroma, que pareció hacerse un poco más discernible. Era lo más delicado que oliera jamás. ¿Sería ésta su verdadera esencia, libre de miedo y dolor físico?

Llevé mi nariz a bajar por su cuello pálido, terso, y el aroma se intensificó. Me corrí para oler su piel de hombro a hombro. Parecía imposible, pero cuando mi aliento tocaba su piel, regresaba a mi nariz mezclado con esa fragancia fresca, un poco dulce.

Aparté sus manos y los pliegues del corpiño cayeron abiertos. La sentí estremecerse y su pecho pareció alzarse al encuentro de mi aliento. Se cubrió la boca y vi que en su cara tan pá

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