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El sendero corría paralelo a las montañas orientales del Valle, que descendían hacia el norte a convertirse en colinas. Los humanos ignoraban su existencia, y aunque agregaba varios kilómetros de camino, nos permitía ir y venir entre el castillo y el Bosque Rojo sin ser vistos. Milo ya había conducido a los nuestros por allí en la víspera, y seguía lo bastante despejado de nieve para que lanzáramos nuestros caballos al galope. Si queríamos llegar frescos para la lucha, lo mejor era dejar esa carrera de cuatro horas a nuestras cabalgaduras y ahorrar nuestra energía.

Pasamos inadvertidos al otro lado de los campos de cultivo de la aldea al atardecer, y apenas nos reunimos con los nuestros, dejé a Kellan a cargo de los caballos para ir a reunirme con mi hermano. Declan llegaría en poco más de una hora, pues se había atrasado para acompañar a Brenan hasta el Atal

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