22. UNA VIRGEN CON UN HIJO

LORIEN

Giré la cabeza a un lado. Las llamas danzaron en mis ojos. Estaba acostada en el fondo de una pequeña cueva.

Gregory asaba un animal, dándole vueltas en la pica de madera, y Soren le arrojaba ramitas a la fogata.

Mi mano subió lentamente a mi garganta; me estremecí al tocar la cicatriz.

Recordaba ese momento de profunda desesperación, pero luego… nada.

Mis dedos se desviaron a mis labios. Un regusto metálico quedaba en mi boca, me sentía llena de energía.

¿El príncipe lycan me habrá salvado con su preciada sangre?

Mis ojos regresaron a él. Llevaba el torso desnudo, con los sexis músculos brillando de sudor.

Maldit4 sea, que hasta lleno de cicatrices y en su peor momento, se veía re bueno el muy condenado.

¡Espera!… ¿Ese es mi vestido secándose sobre una piedra?

Bajé la cabeza de golpe para verme solo cubierta por la camisa hecha harapos de Don Príncipe.

¡Iba casi desnuda!

—¡LORIEN!

El grito de Soren llamó mi atención.

Se levantó corriendo hacia mi posición.

Los ojos de Gregory
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