2. EL PRÍNCIPE LYCAN

LORIEN

Era un Vehemoth de la Noche, enfurecido, dando vueltas mientras rugía.

Una bestia del Bosque Oscuro, un sitio prohibido dentro del reino, infectado por brujas y seres tenebrosos.

Su cuerpo robusto de cuatro metros de altura, casi siete de largo, pelaje negro tupido, un intimidante cráneo con cuernos.

La larga cola puntiaguda se agitaba a su espalda como un cuchillo en el aire y abanicaba las poderosas alas huesudas y agujereadas.

—¡Agarren las sogas y a mi señal tiren con fuerza! —nos ordenaron.

Miré la soga atada al enorme travesaño de madera y hierro, que hacía de pestillo para la puerta descomunal.

La envolví en mis manos y, a la señal, comenzamos a halar con todas nuestras fuerzas.

Era pesado, demasiado pesado, y el mecanismo apenas se movía.

—¡Tiren más fuerte, maldit4 sea!

¡CHAS, CHAS, CHAS!

El látigo llovía, los resoplidos de esfuerzo, los pies arrastrándose para afianzarse, levantando polvo, rechinando los dientes, dejándonos el pellejo de las manos sobre la soga teñida de carmín.

—¡Trae aquí más hombres, estos no van a poder con la puerta, es demasiado pesada!

—¡No hay tiempo, ya están esperando la aparición del Vehemoth!

—¡¿Qué carajos quieres entonces, que me meta a sacarlo de los cuernos?!

Las discusiones entre ellos seguían, el público afuera acababa de gritar con euforia.

—¡Ya aniquilaron a los Aulladores, joder, joder, el Alfa nos va a asesinar!

—¡Tengo una idea! Tomemos esas lanzas, ven, ven, ¡corre! —a uno de ellos se le ocurrió la idea más desastrosa de todas—. ¡Ustedes sigan tirando!

Y claro, si no teníamos opciones…

Rodearon la jaula, no podía ver sus acciones, pero de un momento a otro, el rugido enfurecido dentro de los barrotes nos hizo estremecer.

¡BAM! ¡BAM!

La puerta se sacudió con un impacto increíble. Observé en pánico al gigantesco Vehemoth Nocturno arremeter contra las rejas.

«¡¡¡GRRROOOAAARRRHHH!!!» Rugió de nuevo, sumido en la ira.

Detrás de él descubrí varas de hierro encendidas al rojo vivo que lo pinchaban y lo obligaban a salir… ¡pero la puerta seguía cerrada!

No importó cuánto nos obligó el látigo, no fuimos capaces de liberarlo.

Y como el Vehemoth no pudo salir por el sitio correcto, buscó el escape por los barrotes más débiles.

Esos… eran donde estábamos los esclavos.

Todo sucedió demasiado rápido. El grito de alarido se escuchó antes de que pudiera correr.

La sangre caliente salpicó el suelo cuando la pezuña de la bestia arremetió contra los hombres frente a mí.

El Vehemoth estaba suelto y nosotros seríamos su comida.

Corrí, como una demente. Todos lo hicimos.

El caos reinó y solo pude encontrar un escape de esas mazmorras: un pasillo que me llevó hacia la arena de pelea.

Algo así como saltar de la sartén, directo a las brasas.

Mi pierna ya estaba anestesiada del dolor, mis pulmones ardían, la claridad me golpeó de repente, nublando mi visión por un segundo.

Miré hacia arriba, el aire abanicando mi rostro sucio. Estaba en medio del foso.

En las alturas, las gradas llenas de refinados nobles, viendo las peleas de las bestias contra los guerreros de la manada.

—¡¿Qué sucedió?!

—¡Son esclavos fugitivos!

—¡No, no, algo viene, una bestia viene detrás de ellos!

—¡El Vehemoth!

Los alaridos se escucharon de todos sitios. Algunos asombrados… otros, con una excitante emoción por el macabro espectáculo.

Yo observé a mi alrededor, buscando un hueco donde esconderme, una salida.

Entonces, mis ojos erráticos se elevaron hasta un palco en las alturas. Allí estaban el Alfa y su Luna, los principales miembros de esta manada… y él.

Supe que era el príncipe lycan en cuanto reparé en su presencia. Sentado en el asiento del centro, imponente y serio, su expresión era indiferente y fría. Parecía aburrido.

Vestido de negro como un guerrero, su cabello largo, en tonos plateados y azulados.

Por un segundo, creí que también me observaba. Que esos ojos índigo se posaban en mí con curiosidad.

Puras ilusiones. ¿Por qué un lycan de la realeza me notaría?

A mí… a la pobre esclava que solo esperaba morir de un momento a otro.

El Vehemoth irrumpió en la arena, claro que sí, y todos los guerreros se abalanzaron a contenerlo. Pero estaba furioso.

Se levantó sobre sus poderosas patas traseras, rugiendo al cielo, esparciendo polvo por todos lados.

Cada vez que bajaba la cabeza y abría las fauces, cosechaba una vida.

Yo solo buscaba escapar.

Corrí hacia un lado de la arena, donde descubrí una pequeña puerta.

Estaba tan cerca... tan cerca... pero antes de llegar, escuché un ruido amenazante a mi espalda. El siseo y arrastre de algo acercándose.

Me giré y vi de frente la cabeza ensangrentada de una horripilante serpiente blanca.

Todos creían que el monstruo anterior había sido eliminado, pero no

Aguardaba para atacar a su próxima víctima. Y yo, en mi afán por escapar, caí en su trampa.

Vi con terror los afilados colmillos goteando veneno púrpura mientras saltaba con la boca abierta. De un solo bocado, podría tragarme entera.

Pasé del miedo paralizante… a la aceptación. Estaba tan cansada, tan harta de luchar por sobrevivir.

Este era el final del camino. El fin de mi angustia.

Caí de rodillas y cerré los ojos, lista para enfrentar mi destino. Pero entonces… Un rugido estremeció los cielos.

Me tapé los oídos, sumida en pánico. Una sombra cubrió por completo mi cuerpo. Pero la muerte nunca llegó.

El olor intenso a sangre fresca se hizo más espeso en el aire. Mis párpados temblorosos al fin se abrieron al... azul.

Intenso azul esponjoso frente a mis pupilas.

Parado en sus cuatro poderosas patas, un lobo de pelaje azulado que brillaba bajo el sol, rugía feroz, peleando encarnizadamente con algo frente a él.

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