LORIEN
El pesado cuerpo de la bestia cayó inerte sobre el suelo, y vi rodar la cabeza de la Serpiente Aulladora. Ahora sí que estaba más que muerta, pero aun así me arrastré hacia atrás para alejarme, gateando sobre mi trasero. El tiempo pareció detenerse cuando ese lobo se giró a mirarme fijamente, tan intenso y despiadado. Sus pupilas rojas se estrecharon. Paso a paso, se acercaba. El líquido carmesí aún goteaba de sus fauces mortales. Cerré los ojos, temblando, cuando su enorme cabeza se inclinó sobre la mía. "No me asesines, por favor… no me asesines…" le supliqué en mi mente. El botón oscuro de su nariz se hundió en el hueco de mi cuello, justo donde mi arteria latía frenética, a punto de reventar. Lo sentí aspirando, resopló con molestia, obligándome a exponer más mi cuello. Mi debilidad. Y lo hice… giré la cabeza a un lado, mientras su pelaje me hacía cosquillas en la piel. Mis oídos solo captaban sus profundas respiraciones. La algarabía a nuestro alrededor se había desvanecido. Como si todos se hubieran quedado en silencio. De repente, algo suave lamió mi clavícula, haciéndome estremecer. ¿Me estaba… lamiendo? —Ulric, ya basta —una voz ronca lo detuvo. Escuché al lobo gruñir amenazante, parecía un poco enojado, pero se apartó a un lado, dándole paso a un hombre alto. Bajé enseguida la mirada, fijándome en sus botas. Era él. El príncipe lycan. Lo sentí inclinarse. No sabía qué pretendía, pero sus dedos callosos atraparon mi barbilla y me obligaron a alzar la cabeza. Mis ojos se encontraron con las profundidades de esas frías y hermosas pupilas color índigo. Jamás había conocido a un hombre tan arrasador. De esos que dejan una huella imborrable en la memoria. Su belleza masculina estaba cargada de seducción… y peligro. Rasgos afilados, boca sensual, nariz recta, el ceño fruncido. El largo cabello, del mismo color que su lobo, caía sobre la túnica negra que se ceñía a sus músculos poderosos. Su estatura imponente, su aura dominante… Justo como lo llamaban: un guerrero sanguinario. Me sonrojé bajo su intensa mirada. No sabía qué buscaba. ¿Por qué no me mataban de una vez? —¿La quieres? —preguntó a la nada, su mirada vagando por mi cuerpo maltrecho. Un gruñido bajo resonó a su lado. Venía de su lobo. Parecía responderle. Lo entendí en ese instante, ese era su animal interior. La familia real es especial. A diferencia del resto, ellos podían manifestar a sus lobos fuera de sus cuerpos. Cuando se combinaban, la unión del hombre y la bestia los transformaba en algo más… Un salvaje lycan. Solo los de linaje real poseían ese poder. Y este hombre, sin duda, estaba en la cima de la evolución. —¡Su Majestad, por la Diosa… lamento tanto este altercado! Enseguida limpiaremos la arena, esta esclava… —Es mía —interrumpió, tajante. El hombre de cabello negro que se acercó con prisas se quedó mudo. Era el Alfa de los Lobos Rojos. —Sí, sí, por supuesto. La lavaremos y la enviaremos a su recámara… —Nadie la toca —su voz se filtró con peligro al incorporarse —. Me retiro. Termina con este circo. El Alfa palideció. Podía oler su miedo. Se disculpaba repetidamente, inclinándose, aunque sabía cuánto le costaba a un Alfa hincarse ante otro macho. Mi situación había cambiado. Y si tenía dudas, al ser alzada en sus brazos y colocada sobre el lomo de su lobo gigantesco, me quedó muy claro. Caí de lado entre el pelaje y sus muslos cuando se trepó. Sentí su mano aferrarse con posesividad a mi cintura, asegurándome para que no cayera. El lobo azul se elevó en toda su altura. El suelo se mostró lejano de repente. Cerré los ojos con miedo de caerme de cabeza y solo sentí cómo nos alejábamos de la arena. Había sobrevivido. Pero ahora me encontraba prisionera de un príncipe cruel y caprichoso. ***** Atravesamos las calles de esta poderosa manada, la más grande del sur del reino, hasta llegar a la mansión asignada al príncipe. Escuchaba los murmullos de los sirvientes al vernos pasar, las pisadas del lobo resonando sobre las baldosas. Finalmente, alcanzamos la habitación privada de su majestad. El animal se echó en un exuberante jardín interior. Cuando el príncipe descendió, intenté rodar para bajar también, pero antes de tocar el suelo, unos brazos fuertes me sostuvieron contra su cuerpo masculino. Me cargó, llevándome hacia la recámara. Giré la cabeza, sintiendo la dureza de su pecho. No me atreví a moverme. Mis brazos rígidos, mi corazón latiendo desbocado. A través de mis pestañas temblorosas, vi los tatuajes tribales azulados asomándose bajo su túnica. Aspiré con disimulo. Su piel bronceada por el sol estaba a centímetros de la punta de mi nariz. Olía a limpio, a ropa recién lavada, a algodón y frescura. Una colonia tan suave en un hombre tan sanguinario. "¿A qué olerán realmente sus feromonas?" Porque esto era una colonia sin dudas. Yo no podía oler a los machos. Ah, claro. Un detalle muy importante sobre mí: además de ser esclava y omega, no tenía loba interior. Nunca apareció. Era raro… pero podía suceder. Esperé toda mi vida a cumplir los dieciocho años con el anhelo de que despertara. Desde que mi madre murió cuando yo tenía trece, me quedé sola en este mundo cruel. Ahora con veinticinco años, ya me había cansado de esperar imposibles. No sé si fue la desnutrición, mi espíritu débil… o quizás la Diosa nunca me consideró digna de ese honor. —Esta será tu habitación por ahora. La voz profunda del príncipe me sacó de mis pensamientos oscuros. Me depositó en un pequeño cuarto de servicio. —¿Cuál es tu nombre? —Lo… Lorien, su majestad —contesté, con la vista clavada en las losas de granito. —Límpiate y deshazte de esos harapos. Te traerán ropa. Asentí con prisa y escuché sus botas alejarse cerrando la puerta a su espalda. Por fin estaba sola. así que exploré a mi alrededor. Era un cuarto simple con otra puerta que, supuse, llevaba al baño. Había una cama individual, un sillón en la esquina y un pequeño tocador con espejo. Me acerqué a él. No recordaba la última vez que me había visto reflejada. —Creo que lo mejor era quedarte con la duda —murmuré, haciendo una mueca sarcástica al ver el desastre frente a mí. Una mujer delgada me devolvió la mirada, de apenas un metro sesenta y tres. Debía verme como una enana frente a los casi dos metros de su majestad. Cabello desordenado, de un extraño tono caoba y rubio. Ojos grises en un rostro pequeño, labios gruesos, pero cuarteados. Piel blanca, cubierta de suciedad y cicatrices… no me consideraba para nada linda. No entendía qué vio el príncipe en mí. Quizás solo necesitaba una sirvienta. Nada de las indecencias que me imaginaba. Nunca había tenido un amo masculino. Por suerte, siempre asistí a mujeres. No sabía qué esperar de sus intenciones. Un golpe en la puerta me sobresaltó. Pensé que sería su majestad. ¡No me había dado tiempo de asearme! Pero, al abrir, descubrí que se trataba de una sirvienta acompañada por varios mozos, quienes pasaron al baño y comenzaron a llenar una pequeña tina con agua caliente. —Disculpa… ¿su majestad se va a bañar aquí? —me atreví a preguntar.LORIENLa chica me lanzó una mirada despectiva de arriba abajo. Me arrepentí de inmediato.—Eres tonta. ¿Cómo se te ocurre que el príncipe se bañaría en este cuchitril? ¡Vamos!Los mozos salieron tras ella, riéndose de mi ignorancia. Ya estaba más que acostumbrada al desprecio. Miré la tina de madera frunciendo el ceño. El vapor ascendía en volutas tentadoras, impregnando el aire con un aroma delicioso a sales de baño."¿Esto es para mí?"Cerré la puerta, aún incrédula. Con temor a equivocarme. Incluso habían puesto un jabón de tocador.Me desvestí, dejando caer sobre las baldosas mi vestido destrozado y retiré la cinta roja de satín enredada en mi pecho.Jamás me deshacía de ella. Era un regalo de mi madre.Siseé de dolor al tocar la herida en mi muslo. La envolví con un trozo de tela limpio para no lastimarme por las altas temperaturas.Con el corazón aún lleno de dudas, pasé una pierna sobre el borde de la tina y me sumergí en la deliciosa agua.—Mmmm… —gemí de placer. Mis poros s
LORIENMis gemidos se fundieron con sus gruñidos excitados. El aroma de su colonia se concentraba más intenso en el aire.Su musculoso cuerpo comenzó a empujarme por la habitación hasta pegar mi espalda a la pared y cubrirme con su dominación.No paraba de darse un festín con mis pechos, los sonidos eróticos vibrando en su garganta me hacían enrojecer.Experimentaba tantas nuevas sensaciones… Mis temores se mezclaban con un morboso deseo de que no se detuviera.Su abultada erección se meneaba contra mi cadera. Se había desatado los primeros botones del pantalón, mostrando una indecente porción de la pelvis tatuada.Su mano volvió a hundirse entre mis piernas. Mis muslos se abrieron un poco, recordando las sensaciones de sus caricias.—Aaahh… —gemí contra su cabello, apretando mis manos en puños sobre la pared cuando un dedo curioso penetró la pequeña hendidura.Entraba con fluidez, adentro y afuera. La palma callosa de su mano estimulaba ese botón que me tenía moviendo la pelvis hacia
LORIENNo importaba cuán rápido o poderoso fuera. Ellos… por salvarme… recibieron el impacto directo de esas llamas que devoraban todo a su paso.Solo pude correr, con las lágrimas rodando por mis mejillas, en medio del caos y el terror de este incendio tan extraño.¿Quiénes nos invadían? ¿Dónde estaban los guerreros enemigos?A través de la cortina de humo, solo veía a los propios miembros de esta manada consumiéndose por el fuego.Del cielo llovía el ataque infernal.Buscaba desesperada un refugio. Pensé en el bosque, así que tracé una vía. Las personas, en su afán de salvarse, te pasaban por encima si era necesario.Una escuálida Omega como yo casi pereció muchas veces y lo peor fue que, cuando llegué con sacrificio a los lindes del bosque, tampoco vi una salida.Los árboles ardían como antorchas. Estábamos atrapados en un círculo de la muerte.—¡Aahahh! —grité cuando un lobo pasó por mi lado, arrojándome brutalmente al suelo sobre unos cadáveres.Aún el humo salía de ellos. Me hor
LORIEN—Hija, Soren me dijo que le salvaste la vida. Esta vieja loba… te está muy agradecida —tomó mis manos entre las suyas rugosas.—Mi nombre es Hilda, ¿cómo te llamas?Sus ojos oscuros, idénticos a los del niño, me observaron con gentileza. Se veía demacrada. Su vida se apagaba a cada segundo.— Me llamo Lorien… Yo… hice lo que cualquiera haría. Él también me salvó.Miré al cachorro, dándole una pequeña sonrisa para animarlo.—Debemos mantenernos fuertes. La Diosa tendrá misericordia de nosotros —ella agregó esas palabras de aliento. Yo no estaba muy segura.Me senté, apoyando la espalda contra la fría pared y abrazando mis piernas, mientras escuchaba la algarabía de la celda.Los esclavos, al comprender que sus amos posiblemente murieron, enloquecieron. Intentaban romper los grilletes a la fuerza con algunos pedruscos.La Sra. Hilda no tenía ninguno, quizás porque no representaba un peligro.—¿Eres esclava de nacimiento?—su pregunta me tomó un poco desprevenida.—Sí. Mi madre era
LORIENHilda me gritó y nos abalanzamos sobre la pequeña barca que transportaba suministros de un lado al otro del río.El hecho de que Soren le hiciera recados a los guerreros, había servido para conocer de su existencia.Corté la soga con la daga, justo a tiempo para ser arrastrados por el empuje de las aguas.—¡Los remos, ayúdenme con los remos! —les grité con la adrenalina corriendo por mis venas.Ellos remando de un lado y yo del otro, nos internamos en la niebla que se elevaba sobre la fría superficie, ocultándonos de los hombres que habían llegado a la orilla vociferando maldiciones.Ya era muy tarde, nosotros fuimos más rápidos.Siguiendo las corrientes vigorosas, continuamos el camino, recorriendo las montañas, hasta la manada de Hilda.*****La situación de la anciana empeoraba conforme pasaban las horas. Temblaba, acurrucada sobre la madera. Soren intentaba darle algo de embutido que encontramos en una caja.Ni siquiera tenía fuerza para tragar, la carrera en el bosque le h
LORIEN—Sí, señora, muchas gracias por recibirme en su manada —la saludé con respeto, apretando mis manos sudadas.Aún luchaba contra el impulso de inclinarme frente a los demás, de no hablar más de lo necesario y mirar sus zapatos.—¿Por qué abandonaste a tu hijo? ¿Dónde está tu espíritu de loba? —su tono era despectivo.—Yo… encontré a mi verdadero mate y no quería al cachorro de mi difunta pareja, así que se lo dejé a mi madre…—Eso solo explica que eres una pésima madre, pero ¿dónde está tu loba interior?Se acercó y me olfateó con una mueca de disgusto. El sudor frío me rodaba por la espalda.—Tuve un accidente cerca del Bosque Oscuro, fui mordida por un insecto Guo…En cuanto dije eso, dio un paso atrás con cara asqueada.—¿No tendrás ninguna plaga de esas raras, no? ¡Si es así, te vas de mi manada!—Luna, ella no tiene nada de eso, ya la examiné —Maggi intervino a mi favor, relajando el ambiente.—Mi loba fue herida gravemente por ayudarme a combatir el veneno y está recuperánd
LORIEN—Vaya, veo que tiene gustos peculiares —el comerciante notó de inmediato mi interés por el príncipe.—Él… ¿de dónde lo sacó? —me atreví a preguntar.Mi mente iba a toda marcha; mi cerebro no podía procesar lo que veía.—Ah no, señora, esto no funciona así. Solo puedo decirle que, a pesar de su aspecto, es fuerte como una mula y aguanta bien los golpes… ¡Oye, no me robes la clientela! —gritó de repente hacia otro chico que intentaba alejar a una mujer interesada en comprar.—¡Piénsalo, preciosa! ¡Te hago precio si lo quieres! —me ofreció antes de alejarse.Me acerqué a la jaula, el corazón latiéndome desbocado. Él había vuelto a bajar la cabeza. Su aura no se sentía tan afilada y peligrosa, pero seguía siendo imponente.—¿Su maj…? —Miré a mi alrededor. Solo Soren estaba cerca. Aun así, no me atreví a pronunciar su título; nadie parecía reconocerlo—. ¿Señor?Me aferré a los barrotes y le susurré, haciéndole preguntas sin revelar demasiado. Entonces, levantó el rostro de golpe y d
EL PRÍNCIPE LYCANApreté los dientes, aguantando el dolor lacerante del collar. Al poseer intenciones asesinas contra mi dueña, me estaba suprimiendo sin piedad.Las gotas de sudor corrían por mi sien, pero las garras de mis manos iban acercándose implacables a ella, hasta que me detuve en el aire, dudando.Se alejó y cerró la puerta a su espalda, sin enterarse de lo cerca que estuvo de morir.Volví a arrojarme sobre la cama, tragándome el gruñido de dolor. Parecía que me habían desollado toda la piel.Lo peor era el vacío en mi mente y ese profundo agujero en mi pecho que no sabía cómo llenar.¿Quién soy? ¿A dónde pertenezco? ¿Qué me sucedió realmente?Esa hembra parece conocerme, y solo por eso le daré una oportunidad de vivir… por ahora.No tengo recuerdos de nada, pero sí algo bien claro: no nací para ser el esclavo de nadie.***** LORIENAl cerrar la puerta, un escalofrío recorrió mi columna vertebral. ¿De dónde salió esa corriente helada?Girándome para observar la puerta con a