LORIEN
No importaba cuán rápido o poderoso fuera. Ellos… por salvarme… recibieron el impacto directo de esas llamas que devoraban todo a su paso. Solo pude correr, con las lágrimas rodando por mis mejillas, en medio del caos y el terror de este incendio tan extraño. ¿Quiénes nos invadían? ¿Dónde estaban los guerreros enemigos? A través de la cortina de humo, solo veía a los propios miembros de esta manada consumiéndose por el fuego. Del cielo llovía el ataque infernal. Buscaba desesperada un refugio. Pensé en el bosque, así que tracé una vía. Las personas, en su afán de salvarse, te pasaban por encima si era necesario. Una escuálida Omega como yo casi pereció muchas veces y lo peor fue que, cuando llegué con sacrificio a los lindes del bosque, tampoco vi una salida. Los árboles ardían como antorchas. Estábamos atrapados en un círculo de la muerte. —¡Aahahh! —grité cuando un lobo pasó por mi lado, arrojándome brutalmente al suelo sobre unos cadáveres. Aún el humo salía de ellos. Me horroricé al ver tan de cerca la piel quemada y la expresión distorsionada de dolor. Busqué incorporarme con rapidez, pero algo agarró mi tobillo, clavándome las uñas. —¡Suéltame! —grité, pateando a ciegas, levantándome para descubrir qué intentaba apresarme. Una carita ennegrecida por el hollín me miraba desde el suelo, con los ojos oscuros desencajados del pánico. Su pequeño cuerpo yacía atrapado bajo dos cadáveres. —Ayu…dame… por favor… —suplicó en un susurro ahogado. Era ese niño del granero… el que me había salvado en la selección. Los segundos apremiaban. Las llamas avanzaban desde el bosque. Sabía que perdía tiempo, pero no pude dejarlo morir calcinado. Me abalancé sobre esos dos machos y los empujé con todas mis fuerzas, rechinando los dientes. El sudor empapando mi ropa. —¡Aaagggrr! —dando un último rugido que me salió del alma, logré liberarlo de su prisión, extendiendo mi mano para ayudarlo a incorporarse. —¿Estás bien? Debemos irnos, el fuego avanza, pronto estaremos rodeados… —Mi abuela… cof, cof… —me tomó de la muñeca, poniéndose de pie con esfuerzo. —No la vas a encontrar en medio de este caos, ¡debemos irnos! —No, ven, ven… —me arrastró del brazo y lo seguí. Al final, no tenía un rumbo fijo; él buscaba a su abuela y yo, una manera de escapar. Nos perdimos entre las callejuelas de la manada, bordeando el bosque incendiado. A menos que nos salieran alas y echáramos a volar, no sabía cómo nos libraríamos de esta. Llegamos corriendo a un lugar más desierto, detrás del granero donde nos tenían como esclavos. —¡Aquí, aquí…! —me señaló una puerta de metal en el suelo, la entrada a algún depósito subterráneo. De repente, mi esperanza se avivó. Si no podíamos sobrevivir sobre el suelo, ¡quizás en las profundidades habría una manera! Miré a mi alrededor, buscando algo con qué romper el candado, y encontré un pesado leño aún intacto. ¡BAM! ¡BAM! ¡BAM! Comencé a golpearlo como una loca. Él me ayudaba. Entre los dos batallamos con la cerradura, tosiendo y lagrimeando. —¡Ábrete, m*****a sea, ábrete! — grité enfurecida. ¡CRAC! El candado se abrió a la fuerza. —¡Siiiii! —exclamamos felices, mirándonos. Diosa, estábamos hechos un desastre. Agarrando los bajos del vestido, toqué las manijas calientes para jalar la puerta y exponer la entrada. Repentinamente, un crujido sobre nuestras cabezas nos hizo actuar con más premura. El techo de paja amenazaba con desmoronarse. —¡Entra, entra deprisa! —le grité, viendo cómo se colaba con habilidad hacia el interior. Yo hice lo mismo, casi arrojándome de cabeza. ¡BAM! La puerta cayó de golpe a mi espalda, sumiéndonos en la oscuridad. Solo rezaba por no habernos encerrado en nuestra propia tumba. ***** Tomados de la mano, no sabía hacia dónde el cachorro me guiaba. Con tanta piedra a mi alrededor estaba más relajada, deberíamos permanecer a salvo. La temperatura se sentía fresca. Los pasillos se entrelazaban entre celdas oscuras hasta que, al final del camino, una luz abrió paso hacia una enorme sala. —¡Abuela! —el niño me soltó y corrió. Descubrí que había esclavos encadenados a las paredes, acurrucados, consumidos por el miedo y el hambre. —¿Qué… qué sucede arriba? Escuchamos ruidos… —Es el nieto de Hilda… ¿y quién es esa mujer? De repente, todas las miradas se posaron en mí. Eran alrededor de veinte almas olvidadas en ese subterráneo. —La manada fue atacada. Arriba, el bosque y los edificios están en llamas. Mi respuesta provocó discusiones. Algunos maldijeron con júbilo, diciendo que era un castigo divino merecido. Otros, preocupados, debatían cómo escapar. Me aparté y caminé hacia el rincón donde el niño había corrido. Un cuerpo yacía tendido en mantas viejas y el pequeño sollozaba sobre el pecho de una anciana. Me detuve, sintiéndome una intrusa, la escuchaba consolarlo con voz débil. Iba a dar la vuelta y marcharme cuando su voz cansada me llamó: —No te vayas… ven, acércate… por favor… Con pasos lentos, me agaché a su lado.LORIEN—Hija, Soren me dijo que le salvaste la vida. Esta vieja loba… te está muy agradecida —tomó mis manos entre las suyas rugosas.—Mi nombre es Hilda, ¿cómo te llamas?Sus ojos oscuros, idénticos a los del niño, me observaron con gentileza. Se veía demacrada. Su vida se apagaba a cada segundo.— Me llamo Lorien… Yo… hice lo que cualquiera haría. Él también me salvó.Miré al cachorro, dándole una pequeña sonrisa para animarlo.—Debemos mantenernos fuertes. La Diosa tendrá misericordia de nosotros —ella agregó esas palabras de aliento. Yo no estaba muy segura.Me senté, apoyando la espalda contra la fría pared y abrazando mis piernas, mientras escuchaba la algarabía de la celda.Los esclavos, al comprender que sus amos posiblemente murieron, enloquecieron. Intentaban romper los grilletes a la fuerza con algunos pedruscos.La Sra. Hilda no tenía ninguno, quizás porque no representaba un peligro.—¿Eres esclava de nacimiento?—su pregunta me tomó un poco desprevenida.—Sí. Mi madre era
LORIENHilda me gritó y nos abalanzamos sobre la pequeña barca que transportaba suministros de un lado al otro del río.El hecho de que Soren le hiciera recados a los guerreros, había servido para conocer de su existencia.Corté la soga con la daga, justo a tiempo para ser arrastrados por el empuje de las aguas.—¡Los remos, ayúdenme con los remos! —les grité con la adrenalina corriendo por mis venas.Ellos remando de un lado y yo del otro, nos internamos en la niebla que se elevaba sobre la fría superficie, ocultándonos de los hombres que habían llegado a la orilla vociferando maldiciones.Ya era muy tarde, nosotros fuimos más rápidos.Siguiendo las corrientes vigorosas, continuamos el camino, recorriendo las montañas, hasta la manada de Hilda.*****La situación de la anciana empeoraba conforme pasaban las horas. Temblaba, acurrucada sobre la madera. Soren intentaba darle algo de embutido que encontramos en una caja.Ni siquiera tenía fuerza para tragar, la carrera en el bosque le h
LORIEN—Sí, señora, muchas gracias por recibirme en su manada —la saludé con respeto, apretando mis manos sudadas.Aún luchaba contra el impulso de inclinarme frente a los demás, de no hablar más de lo necesario y mirar sus zapatos.—¿Por qué abandonaste a tu hijo? ¿Dónde está tu espíritu de loba? —su tono era despectivo.—Yo… encontré a mi verdadero mate y no quería al cachorro de mi difunta pareja, así que se lo dejé a mi madre…—Eso solo explica que eres una pésima madre, pero ¿dónde está tu loba interior?Se acercó y me olfateó con una mueca de disgusto. El sudor frío me rodaba por la espalda.—Tuve un accidente cerca del Bosque Oscuro, fui mordida por un insecto Guo…En cuanto dije eso, dio un paso atrás con cara asqueada.—¿No tendrás ninguna plaga de esas raras, no? ¡Si es así, te vas de mi manada!—Luna, ella no tiene nada de eso, ya la examiné —Maggi intervino a mi favor, relajando el ambiente.—Mi loba fue herida gravemente por ayudarme a combatir el veneno y está recuperánd
LORIEN—Vaya, veo que tiene gustos peculiares —el comerciante notó de inmediato mi interés por el príncipe.—Él… ¿de dónde lo sacó? —me atreví a preguntar.Mi mente iba a toda marcha; mi cerebro no podía procesar lo que veía.—Ah no, señora, esto no funciona así. Solo puedo decirle que, a pesar de su aspecto, es fuerte como una mula y aguanta bien los golpes… ¡Oye, no me robes la clientela! —gritó de repente hacia otro chico que intentaba alejar a una mujer interesada en comprar.—¡Piénsalo, preciosa! ¡Te hago precio si lo quieres! —me ofreció antes de alejarse.Me acerqué a la jaula, el corazón latiéndome desbocado. Él había vuelto a bajar la cabeza. Su aura no se sentía tan afilada y peligrosa, pero seguía siendo imponente.—¿Su maj…? —Miré a mi alrededor. Solo Soren estaba cerca. Aun así, no me atreví a pronunciar su título; nadie parecía reconocerlo—. ¿Señor?Me aferré a los barrotes y le susurré, haciéndole preguntas sin revelar demasiado. Entonces, levantó el rostro de golpe y d
EL PRÍNCIPE LYCANApreté los dientes, aguantando el dolor lacerante del collar. Al poseer intenciones asesinas contra mi dueña, me estaba suprimiendo sin piedad.Las gotas de sudor corrían por mi sien, pero las garras de mis manos iban acercándose implacables a ella, hasta que me detuve en el aire, dudando.Se alejó y cerró la puerta a su espalda, sin enterarse de lo cerca que estuvo de morir.Volví a arrojarme sobre la cama, tragándome el gruñido de dolor. Parecía que me habían desollado toda la piel.Lo peor era el vacío en mi mente y ese profundo agujero en mi pecho que no sabía cómo llenar.¿Quién soy? ¿A dónde pertenezco? ¿Qué me sucedió realmente?Esa hembra parece conocerme, y solo por eso le daré una oportunidad de vivir… por ahora.No tengo recuerdos de nada, pero sí algo bien claro: no nací para ser el esclavo de nadie.***** LORIENAl cerrar la puerta, un escalofrío recorrió mi columna vertebral. ¿De dónde salió esa corriente helada?Girándome para observar la puerta con a
LORIENDe un momento a otro, la posada se revolucionó. Algo sucedía en el piso de arriba y el pánico atenazó mi alma, pensando que podía tratarse de Soren.Corrí hacia las escaleras sin pensármelo dos veces, acompañada por más curiosos.—¡Se escaparon los animales, cuidado! —alguien gritó, y me pegué a la pared del pasillo, protegiéndome la cabeza cuando algunos bichos con alas pasaron chillando, sobrevolando escaleras abajo y armando un desastre.El pasillo estaba lleno de personas que salían huyendo de sus cuartos. Ellos iban en una dirección y yo en la contraria, luchando por llegar hasta Soren.Al pasar frente a la habitación contigua a la nuestra, vi marcas de garras y sangre en los tablones del piso, también plumas esparcidas por doquier.Mis ojos se desviaron hacia el interior y encontré algunas jaulas abiertas y el cadáver de un hombre en el suelo, devorado por alguna bestia.—¡Soren! — grité en pánico. ¡Por todos los cielos! La puerta estaba astillada, casi salida de las bisa
LORIENAfortunadamente, el paso del posadero fue hacia atrás.No era lo mismo una Omega sola que una acompañada por un guerrero capaz de asesinar a esa furia salvaje.—Bien, pero lo quiero fuera de mi posada ahora mismo —me dijo hoscamente, dándome la espalda para marcharse.Me preguntaba si no nos iban a escupir la comida. Era increíble su cambio de actitud.La gente se fue despejando, excepto el boticario, que seguramente subió impulsado por el escándalo.—Aquí tienes el ungüento —me dijo, pasándome un frasco. Su mirada no dejaba de posarse en el cuerpo del animal.—Gracias, ya le pago…—¿Tienes pensado dónde venderla? —me interrumpió cuando fui a sacar las monedas de mi bolsillo—. Porque supongo que la quieres para eso, ¿no?—Bueno, sí… creo que en el mercado negro…—Yo estoy interesado. Se sacan muchos buenos medicamentos de ella y es difícil de hallar. Te doy 25 monedas de oro y el ungüento gratis.Me quedé asombrada ante su propuesta.Mi mente, llena de dinero, hizo los cálculos
LORIENAl final, se la quitó él mismo.La tomó en sus manos con sumo cuidado. Me extrañé, incluso, por la delicadeza con la que la acariciaba, como si fuese valiosa para él.—Busca… busca mi nombre, está bordado en una esquina por dentro —le indiqué, tragando. El corazón golpeaba acelerado contra mi pecho.Rezaba para que no se hubiese dañado, aunque, increíblemente, la herencia de mi madre estaba en perfectas condiciones.No importaban las circunstancias, esa cinta carmín siempre volvía a mí, y esta vez trajo con ella a un príncipe amnésico.—¿Lo ves? —le señalé las letras, que se quedó mirando fijamente—. Yo te la anudé en el cabello antes de que nos separáramos en el Bosque Oscuro…—¿Qué me sucedió entonces? ¿Por qué estoy así? No te recuerdo, ni nada de mi pasado… —Por primera vez, sus palabras sonaron vulnerables.Confieso que me dio lástima, él me salvó de ese ataque. Lo compré porque me sentía responsable. Pero nada de eso podía ser revelado.—No lo sé. Fui atacada por un insec