LORIEN
—Sí, señora, muchas gracias por recibirme en su manada —la saludé con respeto, apretando mis manos sudadas. Aún luchaba contra el impulso de inclinarme frente a los demás, de no hablar más de lo necesario y mirar sus zapatos. —¿Por qué abandonaste a tu hijo? ¿Dónde está tu espíritu de loba? —su tono era despectivo. —Yo… encontré a mi verdadero mate y no quería al cachorro de mi difunta pareja, así que se lo dejé a mi madre… —Eso solo explica que eres una pésima madre, pero ¿dónde está tu loba interior? Se acercó y me olfateó con una mueca de disgusto. El sudor frío me rodaba por la espalda. —Tuve un accidente cerca del Bosque Oscuro, fui mordida por un insecto Guo… En cuanto dije eso, dio un paso atrás con cara asqueada. —¿No tendrás ninguna plaga de esas raras, no? ¡Si es así, te vas de mi manada! —Luna, ella no tiene nada de eso, ya la examiné —Maggi intervino a mi favor, relajando el ambiente. —Mi loba fue herida gravemente por ayudarme a combatir el veneno y está recuperándose —dije la peor mentira de todas. Hilda y Maggi me aconsejaron ocultar la verdad. Era muy peligroso decir que no tenía loba en absoluto; eso me hacía vulnerable y rara. —¿Tu macho sobrevivió al ataque? —de repente, el Beta me interrogó. —Yo… no lo sé… — Iba a decir directamente que murió, pero algo en su mirada intensa me hizo dudar. Siempre me sentía inquieta cada vez que nos encontrábamos. —Por ahora estás sola y sabrás lo difícil que es la vida de una viuda —la Luna retomó la conversación—. No esperes ayuda del Alfa, porque solo te quedarás debido a Soren. Tú nunca perteneciste a esta manada —me dijo tajante. —Gracias, Luna, gracias… —le agradecí entre dientes, soportando. Jamás pensé en mendigar comida tampoco. —Me lo agradecerás más aportando cachorros a nuestro grupo de hombres lobo, así que espero que estés receptiva a aceptar otro compañero… —Luna, ella quedó con secuelas del veneno —Maggi volvió a hablar por mí—. No creo que pueda tener más cachorros, contrajo el Síndrome de Luna Rota. Bajé la cabeza, fingiendo vergüenza, pero capté la expresión ceñuda del Beta. —Diosa, eres una calamidad. Bueno, mientras no molestes, sobrevive como puedas —y con esas palabras se marcharon por donde mismo vinieron. Antes de irse, recibí un último vistazo de ese hombre. —Ten cuidado con Orión, lo veo muy interesado en ti. Espero que no te importe la enfermedad que te inventé. La verdad, lo dije por instinto, pero también alejará a otros machos… —Fue perfecto —la tranquilicé. Esa enfermedad tan temida me venía como anillo al dedo. Era un “repele hombres” ideal. No estaba buscando compañía. El Síndrome de Luna Rota representaba la peor afección que podía sufrir una loba. Se atrofiaban los músculos de la vagina en la hembra, haciéndolos extremadamente sensibles, dolorosos y sin lubricación. Aparearse era una tortura para las parejas. —Maggi, necesito un último favor tuyo —le pedí mirando a Soren. Debía comenzar a planificar nuestro futuro. —. Quiero vender unas cosas, ya sabes, para reparar la casa y que el cachorro y yo podamos comer… —Entiendo, no tienes que explicarme —asintió—. Necesitas hacerlo en una manada más desarrollada. Mi hijo te llevará hasta el camino donde pasa la carreta. Tengan cuidado Lorien y regresen a salvo. ***** Así fue como Soren y yo nos embarcamos en “el transporte” que llevaba a la feria de la manada vecina. Acurrucados en un rincón, acompañados de más personas de otras manadas, con el vaivén y el traqueteo de las ruedas, atravesamos el bosque y llegamos a los altos muros que cerraban la manada “Alce Salvaje”. Me bajé un poco nerviosa, sujetando la mano de mi muchachito, perdida entre tanta gente que iban cargadas con cestas y bolsas. —Disculpe, señor, ¿dónde puedo encontrar el mercado? —me acerqué al cochero antes de que se marchara. —En esa dirección, recto —señaló una calle a la derecha. Le agradecí y pregunté cuándo regresaría a buscar personas. Me temía que tendríamos que pasar la noche aquí, ya era avanzada la tarde. —En la mañana temprano estaré esperando en este punto, ¡no se retrasen! —me gritó antes de arriar la mula y alejarse. —Soren, vamos a cambiar las cosas y luego a tener una rica comida—le sonreí al pequeño para animarlo. No había dicho palabra en todo el trayecto. Sus ojitos tristes me miraron, disimulando su pesar, y me regaló una tímida sonrisa. Sujetándolo con fuerza, nos internamos en la vorágine de personas. Pronto, los pregones de los vendedores llegaron a nuestros oídos. Había mesitas con todo tipo de artículos distribuidos a los costados de la calle comercial y el aroma delicioso de la comida flotaba desde los pequeños puestos y tabernas. Nuestros estómagos rugieron hambrientos. Indagando con disimulo por aquí y por allá, me indicaron dónde podía encontrar una casa de cambio. Caminamos por una callejuela, algo alejada del bullicio. Comencé a preocuparme de haber sido engañada, el ambiente estaba demasiado tranquilo. Pensaba en el broche y la daga que llevaba escondidos en mi vestido. Apresuramos el paso hasta que la callejuela se abrió a otra plaza. Solo que me congelé en el acto al descubrir lo que vendían allí. Era un mercado de esclavos. Horribles jaulas repletas de personas sentadas en el suelo, desahuciadas, mientras el amo anunciaba sus precios y edades, sus habilidades y ventajas. Miles de pensamientos traumáticos pasaron por mi mente. Comencé a temblar de pánico, temiendo que alguien me reconociera y me volvieran a encarcelar. —Vámonos, Lorien, vámonos… —la voz apremiante de Soren atravesó mis pesadillas. Di media vuelta, decidida a marcharme apresuradamente de ese horrendo sitio, pero uno de los vendedores me cerró el paso. —¿Busca una esclava, señora? ¿O quizás un esclavo macho? —me ofreció con un tono sugerente. —No, no quiero… — Mire, tengo aquí mismo mi jaula. Están todos en buenas condiciones —insistió, enredándome con su palabrería barata. Lo odié tanto. —¡Le dije que…! —le grité, zafando mi brazo de su agarre, cuando mis ojos se cruzaron con los de un esclavo dentro de la jaula. Estaba sentado, harapiento y cubierto de una capa negra de hollín y sangre seca. Su rostro arruinado por una profunda y feroz herida que lo atravesaba. Sin embargo, levantó la mirada por un instante… y fue suficiente para reconocer esos ojos índigos tan profundos, que ahora me observaban opacos y confundidos. ¡No podía creérmelo! Tenía que ser una ilusión, porque si no… ¡¿Qué hacía el príncipe lycan Damon de Wynter siendo vendido como un esclavo?!LORIEN—Vaya, veo que tiene gustos peculiares —el comerciante notó de inmediato mi interés por el príncipe.—Él… ¿de dónde lo sacó? —me atreví a preguntar.Mi mente iba a toda marcha; mi cerebro no podía procesar lo que veía.—Ah no, señora, esto no funciona así. Solo puedo decirle que, a pesar de su aspecto, es fuerte como una mula y aguanta bien los golpes… ¡Oye, no me robes la clientela! —gritó de repente hacia otro chico que intentaba alejar a una mujer interesada en comprar.—¡Piénsalo, preciosa! ¡Te hago precio si lo quieres! —me ofreció antes de alejarse.Me acerqué a la jaula, el corazón latiéndome desbocado. Él había vuelto a bajar la cabeza. Su aura no se sentía tan afilada y peligrosa, pero seguía siendo imponente.—¿Su maj…? —Miré a mi alrededor. Solo Soren estaba cerca. Aun así, no me atreví a pronunciar su título; nadie parecía reconocerlo—. ¿Señor?Me aferré a los barrotes y le susurré, haciéndole preguntas sin revelar demasiado. Entonces, levantó el rostro de golpe y d
EL PRÍNCIPE LYCANApreté los dientes, aguantando el dolor lacerante del collar. Al poseer intenciones asesinas contra mi dueña, me estaba suprimiendo sin piedad.Las gotas de sudor corrían por mi sien, pero las garras de mis manos iban acercándose implacables a ella, hasta que me detuve en el aire, dudando.Se alejó y cerró la puerta a su espalda, sin enterarse de lo cerca que estuvo de morir.Volví a arrojarme sobre la cama, tragándome el gruñido de dolor. Parecía que me habían desollado toda la piel.Lo peor era el vacío en mi mente y ese profundo agujero en mi pecho que no sabía cómo llenar.¿Quién soy? ¿A dónde pertenezco? ¿Qué me sucedió realmente?Esa hembra parece conocerme, y solo por eso le daré una oportunidad de vivir… por ahora.No tengo recuerdos de nada, pero sí algo bien claro: no nací para ser el esclavo de nadie.***** LORIENAl cerrar la puerta, un escalofrío recorrió mi columna vertebral. ¿De dónde salió esa corriente helada?Girándome para observar la puerta con a
LORIENDe un momento a otro, la posada se revolucionó. Algo sucedía en el piso de arriba y el pánico atenazó mi alma, pensando que podía tratarse de Soren.Corrí hacia las escaleras sin pensármelo dos veces, acompañada por más curiosos.—¡Se escaparon los animales, cuidado! —alguien gritó, y me pegué a la pared del pasillo, protegiéndome la cabeza cuando algunos bichos con alas pasaron chillando, sobrevolando escaleras abajo y armando un desastre.El pasillo estaba lleno de personas que salían huyendo de sus cuartos. Ellos iban en una dirección y yo en la contraria, luchando por llegar hasta Soren.Al pasar frente a la habitación contigua a la nuestra, vi marcas de garras y sangre en los tablones del piso, también plumas esparcidas por doquier.Mis ojos se desviaron hacia el interior y encontré algunas jaulas abiertas y el cadáver de un hombre en el suelo, devorado por alguna bestia.—¡Soren! — grité en pánico. ¡Por todos los cielos! La puerta estaba astillada, casi salida de las bisa
LORIENAfortunadamente, el paso del posadero fue hacia atrás.No era lo mismo una Omega sola que una acompañada por un guerrero capaz de asesinar a esa furia salvaje.—Bien, pero lo quiero fuera de mi posada ahora mismo —me dijo hoscamente, dándome la espalda para marcharse.Me preguntaba si no nos iban a escupir la comida. Era increíble su cambio de actitud.La gente se fue despejando, excepto el boticario, que seguramente subió impulsado por el escándalo.—Aquí tienes el ungüento —me dijo, pasándome un frasco. Su mirada no dejaba de posarse en el cuerpo del animal.—Gracias, ya le pago…—¿Tienes pensado dónde venderla? —me interrumpió cuando fui a sacar las monedas de mi bolsillo—. Porque supongo que la quieres para eso, ¿no?—Bueno, sí… creo que en el mercado negro…—Yo estoy interesado. Se sacan muchos buenos medicamentos de ella y es difícil de hallar. Te doy 25 monedas de oro y el ungüento gratis.Me quedé asombrada ante su propuesta.Mi mente, llena de dinero, hizo los cálculos
LORIENAl final, se la quitó él mismo.La tomó en sus manos con sumo cuidado. Me extrañé, incluso, por la delicadeza con la que la acariciaba, como si fuese valiosa para él.—Busca… busca mi nombre, está bordado en una esquina por dentro —le indiqué, tragando. El corazón golpeaba acelerado contra mi pecho.Rezaba para que no se hubiese dañado, aunque, increíblemente, la herencia de mi madre estaba en perfectas condiciones.No importaban las circunstancias, esa cinta carmín siempre volvía a mí, y esta vez trajo con ella a un príncipe amnésico.—¿Lo ves? —le señalé las letras, que se quedó mirando fijamente—. Yo te la anudé en el cabello antes de que nos separáramos en el Bosque Oscuro…—¿Qué me sucedió entonces? ¿Por qué estoy así? No te recuerdo, ni nada de mi pasado… —Por primera vez, sus palabras sonaron vulnerables.Confieso que me dio lástima, él me salvó de ese ataque. Lo compré porque me sentía responsable. Pero nada de eso podía ser revelado.—No lo sé. Fui atacada por un insec
LORIENCasi me da un patatús en el acto. Demasiadas emociones seguidas para mi pobre corazón de ex esclava.—¿Bañarnos juntos? —repetí como idiota, ganando tiempo para inventarme una excusa.Estaba comprobando eso de que una pequeña mentira seguía creciendo y creciendo hasta volverse una montaña que te aplastaba.—Si somos pareja, podemos ahorrar tiempo…—La tina es muy chica y el cachorro está presente, no creo que sea correcto. Te avisaré —le dije de carrerilla, dando la espalda y prácticamente huyendo a la habitación.No sé qué se quedó haciendo. Estaba aún malherido, supongo que se aplicó más medicina.Cuando entré en la habitación, ya Soren me esperaba.No quería que lo bañase, era un cachorro independiente, pero aproveché para tallarle la espalda y susurrarle que debía seguirme la corriente con mi historia.Lo bueno es que todo se había confabulado de manera casi perfecta. Dije en la manada que había abandonado a mi cachorro por mi mate, y ahora el príncipe podía cumplir ese rol
LORIENMi expresión debería ser un poema, incluso juraría que vi el destello de burla en el fondo de sus ojos.Sin dar mayor explicación, se quitó de golpe las viejas botas, pateando el pantalón y girándose luego para entrar en la tina.Su grueso miembro fue sustituido por las duras nalgas, así, inclinadas en mi cara, sin pudor ninguno.Bajé la cabeza, estirando mi falda para disimular mi vergüenza, preguntándome qué rayos seguía haciendo aquí.Cuando di un paso para marcharme, volvió a retenerme.—Quítame la restricción del collar —prácticamente me ordenó, su enorme cuerpo embutido en la pequeña tina, con las piernas flexionadas.Dudé por un segundo. Con el collar podía controlar un poco su violencia si intentaba atacarnos, pero mantenerlo como esclavo no me ayudaría a ganarme su confianza.Además, nunca podría tener un esclavo, odiaba la esclavitud.Sentándome en el borde de madera, me incliné hacia su cuello, recordando las instrucciones que me dio el comerciante.Me abrí una herid
LORIEN“No, no, no, ¡no podía perder a mi gallo de la suerte!”Espabilé de golpe, cerciorándome de que Soren estaba bien y dormía en su camita.Me envolví en la manta, asomándome a la ventana que daba a las montañas. El amanecer casi se cernía sobre nosotros y algunos gallos se escuchaban a lo lejos.Oí algo arrastrarse en la sala y salí corriendo descalza, el corazón latiéndome de prisa, pensando en que debí vigilarlo mejor.La próxima vez sería yo quien lo abrazara como pulpo en la cama.Pero vi una sombra voluminosa pegada a la puerta de entrada y di un suspiro de alivio.—Gre…—Sshh —me interrumpió, poniéndose un dedo en la boca y dándome una mirada ceñuda a través de la estancia con precaria iluminación.Me acerqué lentamente, sin hacer ruido, parecía estar espiando algo fuera de la puerta.Me hizo espacio y también me dispuse a curiosear. En el pasillo se escuchaban murmullos y pasos que iban y venían.Era todo muy confuso, pero en medio de los sonidos amortiguados, escuché muy