LORIEN
Hilda me gritó y nos abalanzamos sobre la pequeña barca que transportaba suministros de un lado al otro del río. El hecho de que Soren le hiciera recados a los guerreros, había servido para conocer de su existencia. Corté la soga con la daga, justo a tiempo para ser arrastrados por el empuje de las aguas. —¡Los remos, ayúdenme con los remos! —les grité con la adrenalina corriendo por mis venas. Ellos remando de un lado y yo del otro, nos internamos en la niebla que se elevaba sobre la fría superficie, ocultándonos de los hombres que habían llegado a la orilla vociferando maldiciones. Ya era muy tarde, nosotros fuimos más rápidos. Siguiendo las corrientes vigorosas, continuamos el camino, recorriendo las montañas, hasta la manada de Hilda. ***** La situación de la anciana empeoraba conforme pasaban las horas. Temblaba, acurrucada sobre la madera. Soren intentaba darle algo de embutido que encontramos en una caja. Ni siquiera tenía fuerza para tragar, la carrera en el bosque le había drenado la última resistencia. Para cuando la noche se cernía sobre nosotros, llegamos a un punto del río intransitable. La barcaza encalló en la orilla y nos bajamos para continuar por tierra. —Hilda, te llevo sobre mi espalda… — le ofrecí, dudaba que tuviese energía para sacar a su loba. —No, no… déjenme aquí, estamos en tierras… de la manada… —me dijo agitada. Su voz casi no se escuchaba.La sostenía en mis brazos, sentándola sobre un tronco caído.
—Soren sabe… —¡No, abuela, no te dejaré atrás! —el niño comenzó a llorar y a aferrarse a ella. No podíamos abandonarla o cualquier animal salvaje la atacaría. Miraba a mi alrededor, al bosque espeso, sumido en oscuridad, y los siseos amenazantes que provenían de él. —¡O nos vamos todos o ninguno! —le alcé la voz, luchando contra su cabezonería. La sujetaba del brazo cuando el susurro de pisadas y de la maleza apartándose capturó mi atención. Alguien se acercaba. —¡¿Quiénes están ahí?! —una grave voz masculina salió desde la arboleda, haciendo que mi alma se estrujara de miedo. ¿Serían carroñeros en busca de esclavos? Esos cazadores de pícaros, sin escrúpulos, que se aprovechaban también de cualquier débil para esclavizarlo. Antes de que pudiese tomar alguna medida de escape, un hombre alto salió de entre los árboles. Su aura era amenazante, sus ojos verdes nos miraron con desconfianza, pero al descubrir a la anciana y al cachorro frente a mí y olfatear el aire, algo cambió en su expresión. —¡Hilda, Soren! — el grito de una mujer rompió la pausa. Salió de la espalda del guerrero y corrió hacia nosotros. —Maggi… — el susurro cansado de Hilda y su sonrisa débil, me dijeron que se conocían. La señora de cabello negro y canoso la abrazó llorando, y luego a Soren. —Creímos que estarían muertos, no supimos más de ustedes… ¡Hilda! En medio de su efusividad, la anciana se desmayó en sus brazos. —Ella está muy enferma —me atreví a intervenir, llamando la atención hacia mi persona. —¿Quién eres? —el hombre se acercó. De repente, la orilla se llenó de más machos y hembras con tinajas en sus manos. —Yo… yo soy… —tragué saliva, decidida a dar el paso que me salvaría o me hundiría. Levanté la barbilla para enfrentar su mirada verde, intensa y curiosa. A partir de ahora debía enterrar para siempre a Lorien, la esclava sumisa y temerosa. —Soy… —¡Ella es mi mamá! — antes de que pudiese revelar mi falsa identidad, Soren se acercó a mi lado, tomándome de la mano. La suya, más pequeña, temblaba, fría. De sus labios se escapaban sollozos, pero estaba decidido. Sabía que Hilda habló con él durante todo el trayecto y que mentía para protegerme. Un nudo se apretó en mi pecho. —¿Tu mamá? —Maggi preguntó con dudas. Todos alrededor me miraban extrañados, y ese hombre no dejaba de observarme. Su aura me ponía nerviosa. Debía ser, como mínimo, un Beta. —Ya veremos eso después. ¡Recojan rápido el agua que hay depredadores cerca! Debemos llevarnos a Hilda de regreso. Maggi, dale los primeros auxilios. —Sí, Beta —le respondió, confirmando mis sospechas. Todo se movilizó con premura. Sobre el lomo de un lobo, Hilda fue transportada de regreso, y nosotros siempre a su lado. Caminamos por el bosque sumido en la noche, con pasos apresurados, los guerreros cuidándonos de las bestias. Pronto vislumbré luces bajo la colina, en un valle donde se asentaba una humilde manada.Mi corazón palpitó emocionado, me parecía mentira que por fin pertenecería a un lugar.
Sin embargo, la última palabra estaba por decirse. ***** Hilda no duró ni dos días antes de fallecer en su vieja casita de madera, con muebles ruinosos y el techo a punto de colapsar. Fue el hogar que quedó para mí y Soren, pero no importaba. Era un techo, y haría hasta lo imposible para que la comida nunca nos faltara. Lo miraba sentado al lado del montículo de tierra en el cementerio, su espalda delgada se veía tan solitaria. Casi todos se habían marchado, a excepción de Maggi y su familia. No solo nos ayudó con alimentos, sino también con medicina para Hilda. Era la curandera de la manada y pudo darle un final digno a la anciana. Además, conocía mi verdad. En un momento de lucidez, Hilda se lo confesó y le pidió que me apoyara. Estuve en pánico cuando lo supe. Solo esperaba que no fuera a traicionarme. Hilda confiaba en ella. —Necesitan descansar, están a punto de colapsar —su mano tocó con suavidad mi hombro. —Muchas gracias, Sra. Maggi… por todo —me giré para enfrentarla. —Ya te dije que no habláramos más de eso, pero uste… viene la Luna - Repentinamente se tensó, frunciendo el ceño. Mi mirada vagó a su espalda, donde una mujer rubia se acercaba con actitud prepotente y acompañada de ese intimidante Beta. "Lorien, recuerda lo que hablamos, no puedes equivocarte" Maggi agregó en mi mente, poniéndome más nerviosa. Una mentira mal dicha y sería expulsada. — ¿Tú eres la supuesta hija de Hilda? - La Luna llegó frente a nosotros.Sin un hola ni nada comenzó a interrogarme. Había comenzado el juicio.
LORIEN—Sí, señora, muchas gracias por recibirme en su manada —la saludé con respeto, apretando mis manos sudadas.Aún luchaba contra el impulso de inclinarme frente a los demás, de no hablar más de lo necesario y mirar sus zapatos.—¿Por qué abandonaste a tu hijo? ¿Dónde está tu espíritu de loba? —su tono era despectivo.—Yo… encontré a mi verdadero mate y no quería al cachorro de mi difunta pareja, así que se lo dejé a mi madre…—Eso solo explica que eres una pésima madre, pero ¿dónde está tu loba interior?Se acercó y me olfateó con una mueca de disgusto. El sudor frío me rodaba por la espalda.—Tuve un accidente cerca del Bosque Oscuro, fui mordida por un insecto Guo…En cuanto dije eso, dio un paso atrás con cara asqueada.—¿No tendrás ninguna plaga de esas raras, no? ¡Si es así, te vas de mi manada!—Luna, ella no tiene nada de eso, ya la examiné —Maggi intervino a mi favor, relajando el ambiente.—Mi loba fue herida gravemente por ayudarme a combatir el veneno y está recuperánd
LORIEN—Vaya, veo que tiene gustos peculiares —el comerciante notó de inmediato mi interés por el príncipe.—Él… ¿de dónde lo sacó? —me atreví a preguntar.Mi mente iba a toda marcha; mi cerebro no podía procesar lo que veía.—Ah no, señora, esto no funciona así. Solo puedo decirle que, a pesar de su aspecto, es fuerte como una mula y aguanta bien los golpes… ¡Oye, no me robes la clientela! —gritó de repente hacia otro chico que intentaba alejar a una mujer interesada en comprar.—¡Piénsalo, preciosa! ¡Te hago precio si lo quieres! —me ofreció antes de alejarse.Me acerqué a la jaula, el corazón latiéndome desbocado. Él había vuelto a bajar la cabeza. Su aura no se sentía tan afilada y peligrosa, pero seguía siendo imponente.—¿Su maj…? —Miré a mi alrededor. Solo Soren estaba cerca. Aun así, no me atreví a pronunciar su título; nadie parecía reconocerlo—. ¿Señor?Me aferré a los barrotes y le susurré, haciéndole preguntas sin revelar demasiado. Entonces, levantó el rostro de golpe y d
EL PRÍNCIPE LYCANApreté los dientes, aguantando el dolor lacerante del collar. Al poseer intenciones asesinas contra mi dueña, me estaba suprimiendo sin piedad.Las gotas de sudor corrían por mi sien, pero las garras de mis manos iban acercándose implacables a ella, hasta que me detuve en el aire, dudando.Se alejó y cerró la puerta a su espalda, sin enterarse de lo cerca que estuvo de morir.Volví a arrojarme sobre la cama, tragándome el gruñido de dolor. Parecía que me habían desollado toda la piel.Lo peor era el vacío en mi mente y ese profundo agujero en mi pecho que no sabía cómo llenar.¿Quién soy? ¿A dónde pertenezco? ¿Qué me sucedió realmente?Esa hembra parece conocerme, y solo por eso le daré una oportunidad de vivir… por ahora.No tengo recuerdos de nada, pero sí algo bien claro: no nací para ser el esclavo de nadie.***** LORIENAl cerrar la puerta, un escalofrío recorrió mi columna vertebral. ¿De dónde salió esa corriente helada?Girándome para observar la puerta con a
LORIENDe un momento a otro, la posada se revolucionó. Algo sucedía en el piso de arriba y el pánico atenazó mi alma, pensando que podía tratarse de Soren.Corrí hacia las escaleras sin pensármelo dos veces, acompañada por más curiosos.—¡Se escaparon los animales, cuidado! —alguien gritó, y me pegué a la pared del pasillo, protegiéndome la cabeza cuando algunos bichos con alas pasaron chillando, sobrevolando escaleras abajo y armando un desastre.El pasillo estaba lleno de personas que salían huyendo de sus cuartos. Ellos iban en una dirección y yo en la contraria, luchando por llegar hasta Soren.Al pasar frente a la habitación contigua a la nuestra, vi marcas de garras y sangre en los tablones del piso, también plumas esparcidas por doquier.Mis ojos se desviaron hacia el interior y encontré algunas jaulas abiertas y el cadáver de un hombre en el suelo, devorado por alguna bestia.—¡Soren! — grité en pánico. ¡Por todos los cielos! La puerta estaba astillada, casi salida de las bisa
LORIENAfortunadamente, el paso del posadero fue hacia atrás.No era lo mismo una Omega sola que una acompañada por un guerrero capaz de asesinar a esa furia salvaje.—Bien, pero lo quiero fuera de mi posada ahora mismo —me dijo hoscamente, dándome la espalda para marcharse.Me preguntaba si no nos iban a escupir la comida. Era increíble su cambio de actitud.La gente se fue despejando, excepto el boticario, que seguramente subió impulsado por el escándalo.—Aquí tienes el ungüento —me dijo, pasándome un frasco. Su mirada no dejaba de posarse en el cuerpo del animal.—Gracias, ya le pago…—¿Tienes pensado dónde venderla? —me interrumpió cuando fui a sacar las monedas de mi bolsillo—. Porque supongo que la quieres para eso, ¿no?—Bueno, sí… creo que en el mercado negro…—Yo estoy interesado. Se sacan muchos buenos medicamentos de ella y es difícil de hallar. Te doy 25 monedas de oro y el ungüento gratis.Me quedé asombrada ante su propuesta.Mi mente, llena de dinero, hizo los cálculos
LORIENAl final, se la quitó él mismo.La tomó en sus manos con sumo cuidado. Me extrañé, incluso, por la delicadeza con la que la acariciaba, como si fuese valiosa para él.—Busca… busca mi nombre, está bordado en una esquina por dentro —le indiqué, tragando. El corazón golpeaba acelerado contra mi pecho.Rezaba para que no se hubiese dañado, aunque, increíblemente, la herencia de mi madre estaba en perfectas condiciones.No importaban las circunstancias, esa cinta carmín siempre volvía a mí, y esta vez trajo con ella a un príncipe amnésico.—¿Lo ves? —le señalé las letras, que se quedó mirando fijamente—. Yo te la anudé en el cabello antes de que nos separáramos en el Bosque Oscuro…—¿Qué me sucedió entonces? ¿Por qué estoy así? No te recuerdo, ni nada de mi pasado… —Por primera vez, sus palabras sonaron vulnerables.Confieso que me dio lástima, él me salvó de ese ataque. Lo compré porque me sentía responsable. Pero nada de eso podía ser revelado.—No lo sé. Fui atacada por un insec
LORIENCasi me da un patatús en el acto. Demasiadas emociones seguidas para mi pobre corazón de ex esclava.—¿Bañarnos juntos? —repetí como idiota, ganando tiempo para inventarme una excusa.Estaba comprobando eso de que una pequeña mentira seguía creciendo y creciendo hasta volverse una montaña que te aplastaba.—Si somos pareja, podemos ahorrar tiempo…—La tina es muy chica y el cachorro está presente, no creo que sea correcto. Te avisaré —le dije de carrerilla, dando la espalda y prácticamente huyendo a la habitación.No sé qué se quedó haciendo. Estaba aún malherido, supongo que se aplicó más medicina.Cuando entré en la habitación, ya Soren me esperaba.No quería que lo bañase, era un cachorro independiente, pero aproveché para tallarle la espalda y susurrarle que debía seguirme la corriente con mi historia.Lo bueno es que todo se había confabulado de manera casi perfecta. Dije en la manada que había abandonado a mi cachorro por mi mate, y ahora el príncipe podía cumplir ese rol
LORIENMi expresión debería ser un poema, incluso juraría que vi el destello de burla en el fondo de sus ojos.Sin dar mayor explicación, se quitó de golpe las viejas botas, pateando el pantalón y girándose luego para entrar en la tina.Su grueso miembro fue sustituido por las duras nalgas, así, inclinadas en mi cara, sin pudor ninguno.Bajé la cabeza, estirando mi falda para disimular mi vergüenza, preguntándome qué rayos seguía haciendo aquí.Cuando di un paso para marcharme, volvió a retenerme.—Quítame la restricción del collar —prácticamente me ordenó, su enorme cuerpo embutido en la pequeña tina, con las piernas flexionadas.Dudé por un segundo. Con el collar podía controlar un poco su violencia si intentaba atacarnos, pero mantenerlo como esclavo no me ayudaría a ganarme su confianza.Además, nunca podría tener un esclavo, odiaba la esclavitud.Sentándome en el borde de madera, me incliné hacia su cuello, recordando las instrucciones que me dio el comerciante.Me abrí una herid