5. BAJO ATAQUE

LORIEN

Mis gemidos se fundieron con sus gruñidos excitados. El aroma de su colonia se concentraba más intenso en el aire.

Su musculoso cuerpo comenzó a empujarme por la habitación hasta pegar mi espalda a la pared y cubrirme con su dominación.

No paraba de darse un festín con mis pechos, los sonidos eróticos vibrando en su garganta me hacían enrojecer.

Experimentaba tantas nuevas sensaciones… Mis temores se mezclaban con un morboso deseo de que no se detuviera.

Su abultada erección se meneaba contra mi cadera. Se había desatado los primeros botones del pantalón, mostrando una indecente porción de la pelvis tatuada.

Su mano volvió a hundirse entre mis piernas. Mis muslos se abrieron un poco, recordando las sensaciones de sus caricias.

—Aaahh… —gemí contra su cabello, apretando mis manos en puños sobre la pared cuando un dedo curioso penetró la pequeña hendidura.

Entraba con fluidez, adentro y afuera. La palma callosa de su mano estimulaba ese botón que me tenía moviendo la pelvis hacia adelante.

¿Qué me sucede? No… no, debo detenerlo. No sé… no sé lo que quiero… Algo se escapa de mis entrañas, algo caliente.

—Detén…gase… me siento extra…ña… —agarré su gruesa muñeca, intentando que parase las penetraciones cada vez más vigorosas de su dedo.

—No —gruñó autoritario, agarrando mi pelo y obligándome a mirarlo mientras seguía masturbándome.

—Córrete para tu amo. Muéstrame tu rostro de éxtasis… Lorien —jadeó contra mi boca, pegándome a la pared, sus labios entreabiertos respirando agitados sobre los míos, su espalda encorvada, gruñendo como una bestia.

Me perdí en la tormenta de sus pupilas salvajes… mmm se sentía tan rico… Mi vagina convulsionó en espasmos de placer que se derramaron en su mano.

Grité, cerrando los ojos, sintiendo fluidos viscosos rodar por mis muslos. Todo fue tan intenso, tan nuevo y excitante.

¿Así era estar con un macho…  Con él? Sabía de sobra cuántas esclavas matarían por servirlo.

¿Por qué me había escogido a mí?

Mis párpados se abrieron. La vergüenza de lo que acababa de hacer regresó a mi cerebro lleno de curiosas tentaciones.

Él seguía observándome de cerca, relamiéndose los afilados caninos que asomaban por sus crueles labios.

—Ya entiendo por qué le gustas a Ulric —fueron sus palabras roncas mientras se alejaba, dejándome agitada, recostada a la pared para no caer y subiendo las manos en un tonto intento de taparme.

Su mirada lobuna vagó una vez más por mi desnudez, subiendo “ese” dedo mojado y olfateándolo profundamente, antes de chuparlo con un gruñido complacido.

No sabía qué manía tenía con olerme… ni siquiera poseía feromonas de celo.

Descubrí que la cinta roja había quedado en su poder.

—Eso… —intenté dar un paso adelante para pedírsela con premura. No quería desecharla; era de mi madre.

—Tranquila, te la devolveré en la noche. Y prepárate… no seremos de nuevo tan benevolentes —me advirtió dominante.

¿Seremos? ¿Él y ese gigantesco lobo azul? Me estremecí con algunas ideas raras que pasaron por mi cabeza.

Lo vi colocándose la cinta en el cabello, haciéndose un recogido con ella.

—Descansa bien, traerán luego comida —fueron sus últimas palabras antes de salir como un vendaval de la habitación.

No pude evitar fijarme en la silueta firme de su miembro despierto. Tragué con miedo… Eso… ¿eso tan enorme iba a entrar en mi pequeño sexo?

Rumiando todo tipo de tonterías en mi cabeza, al final me acosté bajo la cobija y sí que me quedé dormida.

*****

No sé cuánto tiempo descansé, solo que un golpe estridente me hizo incorporarme asustada.

Puse los pies descalzos sobre la alfombrilla.

La habitación se encontraba poco iluminada, aun así descubrí que habían dejado sobre el asiento un vestido sencillo, incluso botines.

Me calcé y vestí con premura.

Los ruidos afuera se hacían alarmantes. Algo sucedía y no parecía bueno.

Salí con prisas llena de malas sensaciones en mi alma.

Abrí la puerta, y el vapor me dio en el rostro, obligándome a cerrar los ojos. El humo espeso en el ambiente me hizo toser.

Avancé por la antesala, sumida en el ambiente cargado. Las puertas al jardín se encontraban abiertas de par en par, dejando pasar una estela de cenizas.

—¿Su… su majestad? —balbuceé, mirando hacia su habitación.

También parecía vacía. Todas las estancias estaban desoladas.

Me atreví a caminar hacia el jardín interior y lo que vi sobre el césped hizo que me llevara las manos a la boca con asombro.

La sangre pintaba de carmín las flores y las baldosas donde reposaban los cadáveres del Alfa y de esos guerreros que nos tenían prisioneros en el granero.

Una espada manchada yacía arrojada al lado. Las cabezas separadas de los cuerpos.

Enseguida pensé que el príncipe había descubierto sus malos manejos con los esclavos y los había castigado.

¿Pero por qué no retiraron los cuerpos? ¿Dónde estaban todos?

¡BOOOM!

Un ruido estremecedor hizo temblar las paredes.

El humo negro se elevaba por encima de los tejadillos. Los rugidos desesperados se escuchaban cerca. Mi mente recordó el momento en que atacaron la manada "Laguna de Oro"

Estábamos bajo un asedio.

Antes de poder reaccionar para escapar, una sombra pasó por encima de mi posición.

Subí los ojos en pánico para ver “algo” que sobrevolaba, escondido en las nubes y el manto de la noche.

¿Qué clase de criatura era tan gigantesca? ¿Acaso alucinaba?

Pero entonces, el cielo se abrió sobre mi cabeza y una enorme bola de fuego descendió desde las alturas.

Me congelé, lo admito. Mis pupilas estaban muy abiertas, solo viendo esa enorme llamarada que se acercaba más y más, irradiando un calor insoportable.

Me ardía la piel del rostro. El terror me paralizó. 

“¡¡HUYE!!” Un rugido atravesó mi nebulosa, al mismo tiempo que algo impactó con fuerza contra mi cuerpo, lanzándome por los aires varios metros más allá.

¡BAM! Mi espalda chocó contra la pared de piedra, sacándome el aire de golpe.

—¡NOOOO! —grité, incorporándome, impresionada, al ver al indomable lycan de tres metros, rugiéndole al peligro.

Una cinta roja ondeaba enredada en su pelaje azul.

Por un segundo, nuestros ojos se cruzaron en la lejanía.

“¡¡CORRE, LORIEN!!”

Fue lo último que me rugió en la mente el príncipe Damon antes de que el meteoro de fuego impactara sobre él.

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