88.

Nicolás dio un paso atrás, tropezó contra el mueble y cayó sentado en él. Pude ver cómo abrió los ojos, cómo le brillaron de miedo, de terror. Abrió la boca para decir algo, pero de ella no salió ninguna palabra. Pude verlo confundido y atormentado. Si hubiese tenido las fuerzas en ese momento, estaba segura de que hubiera salido corriendo, pero se quedó ahí, quieto, observándome. Yo apreté con fuerza el pañito que tenía en mi mano con tanta fuerza que las gotas salieron de él, resbalaron por entre mis dedos, ensuciando la cara y la blanca alfombra con el maquillaje que me había quitado.

—El maquillaje era para cambiar mis rasgos —le dije ante el silencio espeso que reinaba en la habitación.

Los ojos de Nicolás se llenaron de lágrimas mientras negaba. Nunca lo había visto llorar. Nunca lo había visto tan confundido, tan asustado. Se puso de pie y caminó hacia la ventana. Se limpió las lágrimas de dos grandes manotadas y luego vi que apretó el puño para darle un golpe al cristal.

—No p
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