91.

— Yo nunca te he mentido. — Te dejé con rabia, Nicolás, pero me parecía muy cínico de mi parte decir justo eso después de que había acabado de confesarle que había fingido ser una persona que no era por varias semanas para prácticamente embocarlo.

Él abrió los ojos hacia mí.

— Déjame dudar de aquella afirmación.

— Lo sé… Sé que puede que ahora pienses que soy una mentirosa, pero aquí están. ¿Quieres verlos? Voy a enseñártelos.

Saqué de mi cartera una fotografía que tenía mía con los trillizos.

— Aquí están — le dije.

Pero entonces, cuando le enseñé la fotografía, él volteó la cara. No quería verlos.

— No — me dijo — . No me los enseñes… quiero verlos.

Estaba tan dolorido y también tan asustado. Podía verlo en su cara. Podía haber tenido… tal vez yo debía haber hecho las cosas diferente. Soltarle toda esta situación de una sola vez lo había puesto demasiado tenso. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? No podía decirle la verdad por dosis, tenía que contárselo todo. Era la úni
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