97.

No sabía cómo detenerlo. ¿Qué podía decirle? ¿Que confiara en nosotros? Eso sería muy cínico de mi parte. Nicolás se marchaba, y yo no podía decirle nada. Traté de estirar mi mano hacia él cuando pasó por mi lado, pero él me evitó. Caminó decidido hacia el auto. La traición de Kevin, al parecer, le había dolido mucho también. A pesar de todo, y aunque no dependieran más que de negocios el uno del otro, él lo consideraba su amigo. Tal vez no un amigo cercano, pero un amigo al fin y al cabo.

Pero entonces, cuando estaba a punto de agarrar la manija de la puerta del auto para abrirla y desaparecer, una nueva voz vino desde la entrada del orfanato.

— ¿Y entonces te vas a ir sin conocer a tus hijos?

Todos nos volvimos hacia la voz que venía desde el inicio de las escaleras. Era la hermana Sol. La mujer estaba ahí de pie y observó a Nicolás directamente a la cara. Cuando Nicolás volvió su vista hacia ella, la mujer lo encaró, bajando por las escaleras. Un mechón de cabello blanco salía de
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