— Niños — les dije entonces. Todos voltearon a mirarme — . ¿Quieren enseñarle a Nicolás el invernadero?Los tres niños asintieron. Jason estiró su pequeña manita y la extendió hacia Nicolás. El hombre tuvo un segundo antes de tomar la mano del niño y dejarse guiar por él. — Ya los alcanzo — dije, necesitando estar a solas. Teníamos que estar solos.Esperé que la hermana Sol y los demás lo entendieran. Kevin me observó. — ¿Estás bien? — me preguntó.Y yo, sinceramente, no supe qué contestarle. Al menos estaba tranquila. Al menos las cosas no habían salido terriblemente mal. Pero nunca me había imaginado que tendría que enfrentar tan rápido la situación de que mis hijos hablaran con Nicolás. Tenía que contarles toda la verdad, o al menos lo que fuera necesario para que los niños entendieran que no había sido culpa de él. — Él siempre fue inocente — les dije con calma — . Nunca supe que yo era inocente. Todos fueron estrategias de su madre, quien me condenó. Ella es nuestro verdad
La cocina del orfanato se había convertido ahora en una sala de reuniones bastante importante. Al parecer, cada cosa importante de la que teníamos que hablar se discutía en el lugar. Y estábamos todos ahí reunidos, sin siquiera empezar a hablar, cuando Luis apareció. Traía su casual y siempre altiva postura arrogante. En cuanto vio a Nicolás, no pudo evitar demostrar su disgusto. — Pero mira nada más — comentó — . Entonces, al fin se supo todo. — ¿Se aventuró a preguntar cínicamente? — Nicolás se puso de pie y le tendió la mano — . Es escalofriante — le dijo — , pero usted no cambia nada. No ha cambiado nada desde la última vez que lo vi, hace como diez años. — El secreto es no estar con gordas — comentó Luis, y Nicolás volteó a mirarme. Yo me encogí de hombros. ¿Qué más podía decirle? — En cambio, usted sí se ve mayor — dijo Luis — . Seguro envejeció muchos años en el momento en el que supo que tenía trillizos, ¿no cree?Pero Nicolás no contestó. Caminó nuevamente hacia dond
Todos nos quedamos ahí, esperando lo que Alejandro tenía por decirnos. La propuesta que podría mermar el avance que tenía Elisa sobre nosotros. Era algo que no le iba a gustar a Nicolás, y entonces, cuando Alejandro habló, yo no me había equivocado. — Ellos siempre juegan a ganar, a ganar dinero — dijo Alejandro — . Evangeline me comentó que ella te contactó porque quería hacer negocios contigo. Tal vez las cosas no se dieron, pero si ella lo hizo en primer lugar, pues es específicamente porque necesitaba algo de tu empresa, algo que le ayudara con sus negocios allá en Europa. La conozco lo suficiente. Estoy seguro de que si le ofreces lo que ella quería en primer lugar, podría dejarnos en paz. — Yo lo dudo — intervino Luis — . Tal vez yo no conozca a Elisa como la conoces tú, pero conozco a las personas. Y conozco a las personas que tienen poder. Muchísimos amigos, sean o no sean, solo toman. Y si es verdad que la mujer es así como tú mismo la has relatado, hacer negocios con ella
Cuando Nicolás cortó la llamada y levantó la mirada, nos observó a todos. Pero estaba claro que no tenía que decirnos nada; todos lo habíamos escuchado. Lo vi suspirar con fuerza. — ¿Qué crees que debemos hacer? — pregunté.Habíamos decidido contarle toda la verdad a Nicolás porque era el único que tal vez podría ayudarnos. Era lo único que tal vez tendría el poder suficiente para encarar a Elisa de una vez por todas. — No lo sé — dijo al fin — . Intentar negociar con ella puede ser la única opción, pero no estoy seguro. Tal vez no funcione, pero igual es algo que tenemos que intentar.Luis se impuso de pie. — Tal vez negociar con ella sea la única solución. El plan de Luis es demasiado arriesgado. Involucrarnos en una guerra como esa puede ser demasiado contraproducente. Nosotros no somos mafiosos, no somos poderosos ni tenemos dinero. Aquello podría matarnos a nosotros y a nuestros niños. — ¿Crees que Luciano lo hará? — preguntó entonces Alejandro. — Ella lo hará de ser necesar
Yo no supe qué decir. ¿Qué podía yo responder a aquello? Abrí la boca y luego la cerré, confundida. — No te creo — le dije. — Lo sé. Es difícil creerme. Ni siquiera yo lo sabía. Creo que no lo supe hasta ahora, hasta que me lo dijiste. Que me dijiste que estabas viva. Pero eras tú. Porque en medio del miedo y mi malestar, también me siento feliz. Ni siquiera por la culpa, ¿me entiendes? Ni siquiera la culpa es la que me hacía sentir feliz de que estuvieras viva. Es algo más allá. Realmente es algo más allá. — ¿En serio creíste que yo iba a tu habitación a hacerte el amor solamente por tener un heredero? — cuando levantó sus ojos hacia mí, vi que en realidad lo decía en serio. Con seriedad lo pensaba. — Yo lo hacía porque amaba estar entre tus brazos. De verdad. No lo hacía solo por tocarte y sentirte. Tienes razón. Por eso hice lo de Elisa. Por eso me acosté con ella, contigo, pensando que eras ella. Me recordaba bastante a ti. Pensé que era la última oportunidad que tendría para
No supe en qué momento el cuerpo de Nicolás se balanceó sobre el mío, pero ahí lo tenía. Al abrir los ojos, el fuego había inundado la cocina. Una fuerte explosión había entrado por la ventana. Sentía que me ardía la piel de los brazos; seguramente el fuego había logrado quemarla. La chaqueta de Nicolás ardía, y yo lo empujé para apartarlo de encima mío y que pudiera apagarla. La quitó con fuerza y luego la lanzó hacia un costado. La cocina lanzaba humo; el fuego comenzó a propagarse por el techo de madera, y ni siquiera la humedad de las tablas pudo impedir que se extendiera con más violencia. — ¡Arriba! — me gritó Nicolás, tomándome por los hombros y levantándome.El aceite caliente se había regado por el suelo. Nos resbalamos en él al intentar salir, y un segundo después de que cruzamos por la puerta de la cocina, el fuego alcanzó el aceite, creando una llamarada violenta que expulsó fuego por la puerta como un gigantesco dragón. — ¿Qué está pasando? — grité, pero podía ver que N
Bombas incendiarias, había dicho Luis después de un rato. Pude ver la primera cuando se acercaba, volando en el patio de enfrente, cerca de la ventana donde estaba la oficina de la hermana Sol. Todos nos quedamos ahí, en el centro. El viento, a veces violento, empujaba grandes olas de fuego hacia nosotros. Y aunque estas no llegaban a tocarnos porque estábamos lo suficientemente al centro del pequeño parquecito que nos salvaba, podíamos sentir el fuego abrasador. Mi piel ardía, sentía que me dolía la cabeza. El oído derecho de Nicolás sangraba, y estaba seguro de que le dolía demasiado, pero estaba ahí, agachado, abrazando a nuestros hijos. De no ser por todo lo que estaba sucediendo, me parecería tan hermoso verlo ahí, agachado, abrazándolos. Hacía apenas unas horas se había enterado de su existencia, y ahora estaba ahí protegiéndolos. Los niños se sintieron protegidos por él. Pude verlo en sus ojitos, pude percibirlo. Estaban felices de que su padre estuviera ahí. Aquello los hacía
Mis rodillas temblaban más que nunca, pero no quise detenerme en ese momento. Seguí corriendo a toda velocidad hacia el lugar en el que recordaba que estaba la oficina de la hermana Sol. Tenía que encontrarla. Esto no podía estar pasando. No podía ser. Grité con rabia en ese momento, las lágrimas cubrieron mis ojos hasta el punto en el que prácticamente no podía ver absolutamente nada, pero continué. Podía escuchar los pasos de los demás detrás de mí, podía sentir también sus respiraciones aceleradas, pero el miedo me tenía tan cegada que no era capaz de ver nada más allá. Solamente aceleré el paso, queriendo llegar lo antes posible.Y entonces, cuando llegué al lugar, pude ver cómo el estrecho espacio había colapsado completamente. La explosión no había incinerado por completo la oficina, pero había derribado las vigas superiores, que habían hecho colapsar el techo. Me acerqué con pasos trémulos; ya no tenía energía para correr. Pude ver el escritorio aplastado bajo el techo y me gua