— Yo nunca te he mentido. — Te dejé con rabia, Nicolás, pero me parecía muy cínico de mi parte decir justo eso después de que había acabado de confesarle que había fingido ser una persona que no era por varias semanas para prácticamente embocarlo. Él abrió los ojos hacia mí. — Déjame dudar de aquella afirmación. — Lo sé… Sé que puede que ahora pienses que soy una mentirosa, pero aquí están. ¿Quieres verlos? Voy a enseñártelos. Saqué de mi cartera una fotografía que tenía mía con los trillizos. — Aquí están — le dije. Pero entonces, cuando le enseñé la fotografía, él volteó la cara. No quería verlos. — No — me dijo — . No me los enseñes… quiero verlos. Estaba tan dolorido y también tan asustado. Podía verlo en su cara. Podía haber tenido… tal vez yo debía haber hecho las cosas diferente. Soltarle toda esta situación de una sola vez lo había puesto demasiado tenso. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? No podía decirle la verdad por dosis, tenía que contárselo todo. Era la úni
Me sentía un poco avergonzada de tener que contar aquello, pero sabía que era algo que tenía que hacer. Ante la atenta mirada de Nicolás, tomé la copa de vino que había frente a la mesa y le di un gran trago. El líquido pasó por mi garganta y me hizo torcer un poco el gesto. Nicolás seguía observándome, esperando que yo comenzara a contar la historia. — Nunca te perdí el rastro — dije sin mirarlo a la cara — . Como supuestamente yo había muerto, jamás borraron mi contraseña y mi usuario en las bases de datos de la empresa, así que siempre tuve acceso. Al principio lo hacía porque quería ver si tenían sospechas de que yo había sobrevivido y, después de eso… no sé, se me hizo costumbre estar pendiente. Hice una pausa antes de continuar: — Entonces comencé a ver que hablabas con Elisa, que querían hacer negocios. La verdad, era algo que no me importaba, solo estaba ahí, al pendiente, por si resultaba algo importante. Y entonces Jason se enfermó. Sentí la mirada de Nicolás clavada
Aquello me llenó de una extraña emoción, algo que no pude expresar con palabras. ¿Acaso Nicolás estaría dispuesto a ayudar a Jason? Me pregunté. ¿En serio estaría dispuesto a ayudarlo a hacerse el dichoso examen para salvarle la vida?Yo me encogí de hombros ante su pregunta, no sabía muy bien qué decir, así que se lo pregunté. — ¿Y qué quieres saber? ¿Qué es lo que necesitas?Me dijo. Su gesto era inexpresivo, así que yo no pude adivinar qué era lo que pretendía. — Ya lo sabes, un trasplante de médula ósea. — ¿Qué pasa si yo no soy compatible? — preguntó. — Si tú no eres compatible, seguirá en el proceso de lista de espera, pero los doctores no pronostican un resultado alentador. Si continúa esperando allí, probablemente muera esperando.Intenté que mis ojos no se llenaran de lágrimas, pero era imposible. Estaba ahí, a punto de tal vez resolver el problema de la vida de mi hijo. Solo tenía que convencer a Nicolás, a pesar de que le había mentido, a pesar de que lo había usado.
Sinceramente, yo no sabía… yo no sabía cómo debería iniciar aquella conversación. Tal vez simplemente debía contar las cosas tal cual como habían sucedido y así podría evitarme algunos problemas e inconvenientes. Lo hice tal cual como me lo permitió el tiempo. Los primeros días en los que nos reunimos, comencé a contarle. — Sucedió algo impensable… me secuestraron. Nicolás volteó a mirarme asustado. — ¿Te secuestraron? — me preguntó. Yo asentí. — Sabes que todo este tiempo me quise pasar por Elisa, y eso atrajo a sus enemigos, a uno muy especial que me secuestró esa mañana. Yo no tenía ningún esquema de seguridad, simplemente era yo, con mi buena voluntad y con la esperanza de que las cosas salieran bien. Así que, para Alejandro, fue muy fácil secuestrarme. — Alejandro… — murmuró, tratando de recordar. Si había una persona a la que debía recordar, era el esposo de Elisa. — ¿El esposo de Elisa? — preguntó, un poco conmocionado. Yo asentí. — El esposo de Elisa me sec
Hablamos poco, realmente, mientras el auto se desplazaba por las calles de la ciudad. Podía notar cómo Nicolás se quedaba mirándome fijamente a la cara en los semáforos. Y aunque yo me sentía incómoda por eso, no podía decirle nada al respecto. ¿Qué podría yo decirle? Se suponía que yo estaba muerta, y ahora resultaba que aparecía de la nada, fingiendo ser alguien que no era. Alguien que le decía que tenía tres hijos, que uno necesitaba de su ayuda para sobrevivir. Era cínico de mi parte decirle algo al respecto solo porque me miraba. Él tenía el derecho de hacerlo, tenía el derecho de reprocharme, de gritarme si él lo quería. Pero todo el tiempo se portó tranquilo. Solo yo lo conocía lo suficiente, a pesar de todos los años que habíamos pasado separados, como para saber que se estaba muriendo de los nervios. Veía cómo apretaba el entrecejo, como cuando estaba estresado, con los nudillos blancos apretando con fuerza el volante. Tenía miedo. Yo también tenía miedo. Y ahora que todos en
No supe en ese momento cuál de los dos tenía más ansiedad: si Nicolás por conocer a sus hijos, o yo, en efecto, porque lo hiciera. También, mi cuerpo entero lo tenía tan apretado que tuve miedo de que en cualquier momento pudiera explotar. A mí misma tenía que controlarme, tenía que relajarme, o todo saldría muy mal. Estaba tan tensa que sentía que mis hombros empujaban mi espalda hacia atrás. Pero tenía que hacerlo por mis hijos. Conocerían a sus padres. Yo tenía que tener el valor para enfrentar aquella situación con madurez, por ellos, porque por dentro estuviera literalmente muriéndome.Nicolás estaba prácticamente igual. Tenía todo el cuerpo apretado. — ¿Cómo crees que lo tomen? — me preguntó.Yo, sinceramente, no tenía ni idea. A pesar de todo, mis niños eran bastante maduros, pero era una situación muy compleja. Quien más me preocupaba era Jordán. Jonathan era un travieso que siempre trataba de tomarse las cosas poco en serio. Jason era un amor, un ser humano lleno de luz. Pe
No sabía cómo detenerlo. ¿Qué podía decirle? ¿Que confiara en nosotros? Eso sería muy cínico de mi parte. Nicolás se marchaba, y yo no podía decirle nada. Traté de estirar mi mano hacia él cuando pasó por mi lado, pero él me evitó. Caminó decidido hacia el auto. La traición de Kevin, al parecer, le había dolido mucho también. A pesar de todo, y aunque no dependieran más que de negocios el uno del otro, él lo consideraba su amigo. Tal vez no un amigo cercano, pero un amigo al fin y al cabo.Pero entonces, cuando estaba a punto de agarrar la manija de la puerta del auto para abrirla y desaparecer, una nueva voz vino desde la entrada del orfanato. — ¿Y entonces te vas a ir sin conocer a tus hijos?Todos nos volvimos hacia la voz que venía desde el inicio de las escaleras. Era la hermana Sol. La mujer estaba ahí de pie y observó a Nicolás directamente a la cara. Cuando Nicolás volvió su vista hacia ella, la mujer lo encaró, bajando por las escaleras. Un mechón de cabello blanco salía de
— Niños — les dije entonces. Todos voltearon a mirarme — . ¿Quieren enseñarle a Nicolás el invernadero?Los tres niños asintieron. Jason estiró su pequeña manita y la extendió hacia Nicolás. El hombre tuvo un segundo antes de tomar la mano del niño y dejarse guiar por él. — Ya los alcanzo — dije, necesitando estar a solas. Teníamos que estar solos.Esperé que la hermana Sol y los demás lo entendieran. Kevin me observó. — ¿Estás bien? — me preguntó.Y yo, sinceramente, no supe qué contestarle. Al menos estaba tranquila. Al menos las cosas no habían salido terriblemente mal. Pero nunca me había imaginado que tendría que enfrentar tan rápido la situación de que mis hijos hablaran con Nicolás. Tenía que contarles toda la verdad, o al menos lo que fuera necesario para que los niños entendieran que no había sido culpa de él. — Él siempre fue inocente — les dije con calma — . Nunca supe que yo era inocente. Todos fueron estrategias de su madre, quien me condenó. Ella es nuestro verdad