Hablamos poco, realmente, mientras el auto se desplazaba por las calles de la ciudad. Podía notar cómo Nicolás se quedaba mirándome fijamente a la cara en los semáforos. Y aunque yo me sentía incómoda por eso, no podía decirle nada al respecto. ¿Qué podría yo decirle? Se suponía que yo estaba muerta, y ahora resultaba que aparecía de la nada, fingiendo ser alguien que no era. Alguien que le decía que tenía tres hijos, que uno necesitaba de su ayuda para sobrevivir. Era cínico de mi parte decirle algo al respecto solo porque me miraba. Él tenía el derecho de hacerlo, tenía el derecho de reprocharme, de gritarme si él lo quería. Pero todo el tiempo se portó tranquilo. Solo yo lo conocía lo suficiente, a pesar de todos los años que habíamos pasado separados, como para saber que se estaba muriendo de los nervios. Veía cómo apretaba el entrecejo, como cuando estaba estresado, con los nudillos blancos apretando con fuerza el volante. Tenía miedo. Yo también tenía miedo. Y ahora que todos en
No supe en ese momento cuál de los dos tenía más ansiedad: si Nicolás por conocer a sus hijos, o yo, en efecto, porque lo hiciera. También, mi cuerpo entero lo tenía tan apretado que tuve miedo de que en cualquier momento pudiera explotar. A mí misma tenía que controlarme, tenía que relajarme, o todo saldría muy mal. Estaba tan tensa que sentía que mis hombros empujaban mi espalda hacia atrás. Pero tenía que hacerlo por mis hijos. Conocerían a sus padres. Yo tenía que tener el valor para enfrentar aquella situación con madurez, por ellos, porque por dentro estuviera literalmente muriéndome.Nicolás estaba prácticamente igual. Tenía todo el cuerpo apretado. — ¿Cómo crees que lo tomen? — me preguntó.Yo, sinceramente, no tenía ni idea. A pesar de todo, mis niños eran bastante maduros, pero era una situación muy compleja. Quien más me preocupaba era Jordán. Jonathan era un travieso que siempre trataba de tomarse las cosas poco en serio. Jason era un amor, un ser humano lleno de luz. Pe
No sabía cómo detenerlo. ¿Qué podía decirle? ¿Que confiara en nosotros? Eso sería muy cínico de mi parte. Nicolás se marchaba, y yo no podía decirle nada. Traté de estirar mi mano hacia él cuando pasó por mi lado, pero él me evitó. Caminó decidido hacia el auto. La traición de Kevin, al parecer, le había dolido mucho también. A pesar de todo, y aunque no dependieran más que de negocios el uno del otro, él lo consideraba su amigo. Tal vez no un amigo cercano, pero un amigo al fin y al cabo.Pero entonces, cuando estaba a punto de agarrar la manija de la puerta del auto para abrirla y desaparecer, una nueva voz vino desde la entrada del orfanato. — ¿Y entonces te vas a ir sin conocer a tus hijos?Todos nos volvimos hacia la voz que venía desde el inicio de las escaleras. Era la hermana Sol. La mujer estaba ahí de pie y observó a Nicolás directamente a la cara. Cuando Nicolás volvió su vista hacia ella, la mujer lo encaró, bajando por las escaleras. Un mechón de cabello blanco salía de
— Niños — les dije entonces. Todos voltearon a mirarme — . ¿Quieren enseñarle a Nicolás el invernadero?Los tres niños asintieron. Jason estiró su pequeña manita y la extendió hacia Nicolás. El hombre tuvo un segundo antes de tomar la mano del niño y dejarse guiar por él. — Ya los alcanzo — dije, necesitando estar a solas. Teníamos que estar solos.Esperé que la hermana Sol y los demás lo entendieran. Kevin me observó. — ¿Estás bien? — me preguntó.Y yo, sinceramente, no supe qué contestarle. Al menos estaba tranquila. Al menos las cosas no habían salido terriblemente mal. Pero nunca me había imaginado que tendría que enfrentar tan rápido la situación de que mis hijos hablaran con Nicolás. Tenía que contarles toda la verdad, o al menos lo que fuera necesario para que los niños entendieran que no había sido culpa de él. — Él siempre fue inocente — les dije con calma — . Nunca supe que yo era inocente. Todos fueron estrategias de su madre, quien me condenó. Ella es nuestro verdad
La cocina del orfanato se había convertido ahora en una sala de reuniones bastante importante. Al parecer, cada cosa importante de la que teníamos que hablar se discutía en el lugar. Y estábamos todos ahí reunidos, sin siquiera empezar a hablar, cuando Luis apareció. Traía su casual y siempre altiva postura arrogante. En cuanto vio a Nicolás, no pudo evitar demostrar su disgusto. — Pero mira nada más — comentó — . Entonces, al fin se supo todo. — ¿Se aventuró a preguntar cínicamente? — Nicolás se puso de pie y le tendió la mano — . Es escalofriante — le dijo — , pero usted no cambia nada. No ha cambiado nada desde la última vez que lo vi, hace como diez años. — El secreto es no estar con gordas — comentó Luis, y Nicolás volteó a mirarme. Yo me encogí de hombros. ¿Qué más podía decirle? — En cambio, usted sí se ve mayor — dijo Luis — . Seguro envejeció muchos años en el momento en el que supo que tenía trillizos, ¿no cree?Pero Nicolás no contestó. Caminó nuevamente hacia dond
Todos nos quedamos ahí, esperando lo que Alejandro tenía por decirnos. La propuesta que podría mermar el avance que tenía Elisa sobre nosotros. Era algo que no le iba a gustar a Nicolás, y entonces, cuando Alejandro habló, yo no me había equivocado. — Ellos siempre juegan a ganar, a ganar dinero — dijo Alejandro — . Evangeline me comentó que ella te contactó porque quería hacer negocios contigo. Tal vez las cosas no se dieron, pero si ella lo hizo en primer lugar, pues es específicamente porque necesitaba algo de tu empresa, algo que le ayudara con sus negocios allá en Europa. La conozco lo suficiente. Estoy seguro de que si le ofreces lo que ella quería en primer lugar, podría dejarnos en paz. — Yo lo dudo — intervino Luis — . Tal vez yo no conozca a Elisa como la conoces tú, pero conozco a las personas. Y conozco a las personas que tienen poder. Muchísimos amigos, sean o no sean, solo toman. Y si es verdad que la mujer es así como tú mismo la has relatado, hacer negocios con ella
Cuando Nicolás cortó la llamada y levantó la mirada, nos observó a todos. Pero estaba claro que no tenía que decirnos nada; todos lo habíamos escuchado. Lo vi suspirar con fuerza. — ¿Qué crees que debemos hacer? — pregunté.Habíamos decidido contarle toda la verdad a Nicolás porque era el único que tal vez podría ayudarnos. Era lo único que tal vez tendría el poder suficiente para encarar a Elisa de una vez por todas. — No lo sé — dijo al fin — . Intentar negociar con ella puede ser la única opción, pero no estoy seguro. Tal vez no funcione, pero igual es algo que tenemos que intentar.Luis se impuso de pie. — Tal vez negociar con ella sea la única solución. El plan de Luis es demasiado arriesgado. Involucrarnos en una guerra como esa puede ser demasiado contraproducente. Nosotros no somos mafiosos, no somos poderosos ni tenemos dinero. Aquello podría matarnos a nosotros y a nuestros niños. — ¿Crees que Luciano lo hará? — preguntó entonces Alejandro. — Ella lo hará de ser necesar
Yo no supe qué decir. ¿Qué podía yo responder a aquello? Abrí la boca y luego la cerré, confundida. — No te creo — le dije. — Lo sé. Es difícil creerme. Ni siquiera yo lo sabía. Creo que no lo supe hasta ahora, hasta que me lo dijiste. Que me dijiste que estabas viva. Pero eras tú. Porque en medio del miedo y mi malestar, también me siento feliz. Ni siquiera por la culpa, ¿me entiendes? Ni siquiera la culpa es la que me hacía sentir feliz de que estuvieras viva. Es algo más allá. Realmente es algo más allá. — ¿En serio creíste que yo iba a tu habitación a hacerte el amor solamente por tener un heredero? — cuando levantó sus ojos hacia mí, vi que en realidad lo decía en serio. Con seriedad lo pensaba. — Yo lo hacía porque amaba estar entre tus brazos. De verdad. No lo hacía solo por tocarte y sentirte. Tienes razón. Por eso hice lo de Elisa. Por eso me acosté con ella, contigo, pensando que eras ella. Me recordaba bastante a ti. Pensé que era la última oportunidad que tendría para