Nicolás dio un paso atrás, tropezó contra el mueble y cayó sentado en él. Pude ver cómo abrió los ojos, cómo le brillaron de miedo, de terror. Abrió la boca para decir algo, pero de ella no salió ninguna palabra. Pude verlo confundido y atormentado. Si hubiese tenido las fuerzas en ese momento, estaba segura de que hubiera salido corriendo, pero se quedó ahí, quieto, observándome. Yo apreté con fuerza el pañito que tenía en mi mano con tanta fuerza que las gotas salieron de él, resbalaron por entre mis dedos, ensuciando la cara y la blanca alfombra con el maquillaje que me había quitado.—El maquillaje era para cambiar mis rasgos —le dije ante el silencio espeso que reinaba en la habitación.Los ojos de Nicolás se llenaron de lágrimas mientras negaba. Nunca lo había visto llorar. Nunca lo había visto tan confundido, tan asustado. Se puso de pie y caminó hacia la ventana. Se limpió las lágrimas de dos grandes manotadas y luego vi que apretó el puño para darle un golpe al cristal.—No p
Cuando recordé aquella noche, la noche del incendio, el incendio que había cambiado mi vida, la rabia y la energía que sentía en esos momentos se esparció un poco. Pero, extrañamente, me sentía liberada. Ya le había dicho la verdad a Nicolás. Estaba ahí, frente a Evangelina. Ya no tenía que fingir ser Elisa. Ya no tenía que fingir nada. Ahora podía ser yo misma, podía ser yo misma como nunca lo había sido. Y me permití sentirme vulnerable. Así que me abracé a mí misma.—Tu madre fue a visitarme a la cárcel —comencé a contarle—. Porque sabía que estaba embarazada. Me dijo que tú me habías dicho que tenía que abortar.Nicolás apretó con fuerza los puños. Observaba directamente a los ojos, observaba mi rostro, mi cuerpo, como si aún no fuera capaz de creerlo. Probablemente aún estaba en ese proceso de aceptarlo.—Me dijo que tenía que abortar, pero yo no quería hacerlo. Porque yo siempre estuve enamorada de ti, Nicolás. Siempre estuve enamorada de ti, y llevar un hijo tuyo en mi interior
Jamás imaginé que la reacción de Nicolás pudiera ser aquella, pero realmente tenía muchísimo sentido. En menos de media hora, se había enterado de que yo no era Elisa, de que era Evangeline, de que su ex esposa estaba viva, de la historia de cómo su madre casi la asesinó por obligarla a abortar, y ahora de que no solo tenía un hijo, sino trillizos. Me puse de pie y caminé hacia donde él estaba. Había llevado la mano a la cara, como si lo hubiese acometido un fuerte mareo. Probablemente así hubiese sido. De repente, abrió los ojos, pero seguramente no veía nada. Su visión estaba nublada por la oscuridad. — Nicolás — le dije, acercándome a él.Pero él me apoyó la mano en el pecho y me empujó con un poco de violencia para que me alejara. Se quedó ahí, recostado en el mueble, con la respiración acelerada. No sabía qué podría hacer. Tal vez me insultaría, tal vez me golpearía. Así que retrocedí dos pasos y me quedé ahí de pie, esperando a que recuperara nuevamente el aliento y el equilib
— Yo nunca te he mentido. — Te dejé con rabia, Nicolás, pero me parecía muy cínico de mi parte decir justo eso después de que había acabado de confesarle que había fingido ser una persona que no era por varias semanas para prácticamente embocarlo. Él abrió los ojos hacia mí. — Déjame dudar de aquella afirmación. — Lo sé… Sé que puede que ahora pienses que soy una mentirosa, pero aquí están. ¿Quieres verlos? Voy a enseñártelos. Saqué de mi cartera una fotografía que tenía mía con los trillizos. — Aquí están — le dije. Pero entonces, cuando le enseñé la fotografía, él volteó la cara. No quería verlos. — No — me dijo — . No me los enseñes… quiero verlos. Estaba tan dolorido y también tan asustado. Podía verlo en su cara. Podía haber tenido… tal vez yo debía haber hecho las cosas diferente. Soltarle toda esta situación de una sola vez lo había puesto demasiado tenso. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? No podía decirle la verdad por dosis, tenía que contárselo todo. Era la úni
Me sentía un poco avergonzada de tener que contar aquello, pero sabía que era algo que tenía que hacer. Ante la atenta mirada de Nicolás, tomé la copa de vino que había frente a la mesa y le di un gran trago. El líquido pasó por mi garganta y me hizo torcer un poco el gesto. Nicolás seguía observándome, esperando que yo comenzara a contar la historia. — Nunca te perdí el rastro — dije sin mirarlo a la cara — . Como supuestamente yo había muerto, jamás borraron mi contraseña y mi usuario en las bases de datos de la empresa, así que siempre tuve acceso. Al principio lo hacía porque quería ver si tenían sospechas de que yo había sobrevivido y, después de eso… no sé, se me hizo costumbre estar pendiente. Hice una pausa antes de continuar: — Entonces comencé a ver que hablabas con Elisa, que querían hacer negocios. La verdad, era algo que no me importaba, solo estaba ahí, al pendiente, por si resultaba algo importante. Y entonces Jason se enfermó. Sentí la mirada de Nicolás clavada
Aquello me llenó de una extraña emoción, algo que no pude expresar con palabras. ¿Acaso Nicolás estaría dispuesto a ayudar a Jason? Me pregunté. ¿En serio estaría dispuesto a ayudarlo a hacerse el dichoso examen para salvarle la vida?Yo me encogí de hombros ante su pregunta, no sabía muy bien qué decir, así que se lo pregunté. — ¿Y qué quieres saber? ¿Qué es lo que necesitas?Me dijo. Su gesto era inexpresivo, así que yo no pude adivinar qué era lo que pretendía. — Ya lo sabes, un trasplante de médula ósea. — ¿Qué pasa si yo no soy compatible? — preguntó. — Si tú no eres compatible, seguirá en el proceso de lista de espera, pero los doctores no pronostican un resultado alentador. Si continúa esperando allí, probablemente muera esperando.Intenté que mis ojos no se llenaran de lágrimas, pero era imposible. Estaba ahí, a punto de tal vez resolver el problema de la vida de mi hijo. Solo tenía que convencer a Nicolás, a pesar de que le había mentido, a pesar de que lo había usado.
Sinceramente, yo no sabía… yo no sabía cómo debería iniciar aquella conversación. Tal vez simplemente debía contar las cosas tal cual como habían sucedido y así podría evitarme algunos problemas e inconvenientes. Lo hice tal cual como me lo permitió el tiempo. Los primeros días en los que nos reunimos, comencé a contarle. — Sucedió algo impensable… me secuestraron. Nicolás volteó a mirarme asustado. — ¿Te secuestraron? — me preguntó. Yo asentí. — Sabes que todo este tiempo me quise pasar por Elisa, y eso atrajo a sus enemigos, a uno muy especial que me secuestró esa mañana. Yo no tenía ningún esquema de seguridad, simplemente era yo, con mi buena voluntad y con la esperanza de que las cosas salieran bien. Así que, para Alejandro, fue muy fácil secuestrarme. — Alejandro… — murmuró, tratando de recordar. Si había una persona a la que debía recordar, era el esposo de Elisa. — ¿El esposo de Elisa? — preguntó, un poco conmocionado. Yo asentí. — El esposo de Elisa me sec
Hablamos poco, realmente, mientras el auto se desplazaba por las calles de la ciudad. Podía notar cómo Nicolás se quedaba mirándome fijamente a la cara en los semáforos. Y aunque yo me sentía incómoda por eso, no podía decirle nada al respecto. ¿Qué podría yo decirle? Se suponía que yo estaba muerta, y ahora resultaba que aparecía de la nada, fingiendo ser alguien que no era. Alguien que le decía que tenía tres hijos, que uno necesitaba de su ayuda para sobrevivir. Era cínico de mi parte decirle algo al respecto solo porque me miraba. Él tenía el derecho de hacerlo, tenía el derecho de reprocharme, de gritarme si él lo quería. Pero todo el tiempo se portó tranquilo. Solo yo lo conocía lo suficiente, a pesar de todos los años que habíamos pasado separados, como para saber que se estaba muriendo de los nervios. Veía cómo apretaba el entrecejo, como cuando estaba estresado, con los nudillos blancos apretando con fuerza el volante. Tenía miedo. Yo también tenía miedo. Y ahora que todos en