Capítulo 8
Cuando Catalina reconoció a la persona frente a ella, apretó los puños con fuerza y una sombra de decepción cruzó su mirada. Se había hecho ilusiones, ¿cómo pudo pensar que sería Mateo?

Si a él le importara que ella sufriera, los Jiménez no estarían en esta situación. Sintió un nudo en el pecho y miró fijamente a Paula frente a ella. La misma, quien alguna vez fue su mejor amiga, ahora se había convertido en su enemiga. Se veía maquillada y vestida con ropa de marca, con tacones finos, se cubrió la boca y sonrió con suavidad.

—Vaya, vaya, ¿no es esta la orgullosa princesita de los Jiménez? ¿Cómo es que ahora está de rodillas suplicando? Recuerdo que ni siquiera cuando tu esposo te presionó para divorciarse te humillaste así.

—¡Lárgate! —Catalina ni siquiera se molestó en mirarla, solo pronunció esa palabra.

—Oh, ¿aún tan altiva cuando estás a punto de ser una mujer abandonada? Catalina, lo que más me molesta es esa actitud tuya de superioridad, tratándome como tu segundona. Voy a hace
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