Capítulo 11
Su brazo iba perdiendo fuerza. Pero ansiaba saber si realmente era Mateo quien llamaba; esa respuesta era muy importante para ella.

Con esfuerzo, tomó el teléfono del lavabo. Al ver la pantalla, sonrió con amargura y contestó, activando el altavoz con dificultad.

—Catalina, ¿ya llegó el dinero? ¡El hospital acaba de emitir el segundo aviso de estado crítico para tu padre! Quieren que lo traslademos, no están dispuestos a esperar más...

—Catalina, no sé qué hacer, realmente no sé qué hacer. Si tienes algún problema, tienes que decírmelo, te lo ruego.

—No puedo vivir sin tu padre, lo amo, lo amo locamente, sin él no puedo seguir viviendo.

Fernanda, al otro lado del teléfono, lloraba desconsoladamente, indefensa y al borde de la desesperación.

Su tono era suplicante, sí, suplicante.

El cuerpo de Catalina estaba hinchado por el agua tibia, el agua entraba en sus venas como si alguna criatura extraña la estuviera devorando frenéticamente.

—Por favor, esperen un poco más, mi hija tiene el di
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