Capítulo 12
Mateo la sacó de la bañera, con el rostro serio, y la llevó fuera de la habitación.

Curiosamente, ella creyó ver pánico, miedo y nerviosismo en sus ojos. Seguramente eran alucinaciones de una moribunda, visiones irreales. Catalina perdió completamente la conciencia.

Mateo, vestido con un traje negro, apenas la llevó al estacionamiento subterráneo cuando notó que algo andaba mal. Comprobó su respiración con los dedos.

Frunció el ceño instantáneamente y la colocó en el asiento del copiloto. Condujo a toda velocidad hacia el hospital. Los semáforos en rojo lo frustraron tanto que golpeó el volante con fuerza. Tomó rutas con menos semáforos, pisando a fondo el acelerador. La velocidad aumentaba constantemente.

Las venas en las manos de Mateo, aferradas al volante, se marcaban. Su rostro habitualmente apuesto se tensó por la ira y la frustración.

Había creído que era una broma, hasta que recibió la foto y el mensaje.

Inicialmente no quería buscarla; si moría, que así fuera, además, se lo me
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